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Bartra tiene 77 años. Refleja una condición de vitalidad y una preocupación social inagotables. Tenía afán porque acabara la presentación de su libro, un afán que residía en que debía salir corriendo de Expo Guadalajara hacia el aeropuerto y tomar un avión a la Ciudad de México para llegar a la posesión de Andrés Manuel López Obrador.
Su colega, profesor en la misma universidad que él -la UAM-, dio lugar a la presentación del libro a través de varios planteamientos. Dijo que presentar este libro emula el acto de presentar a un amigo en cuya mirada encontramos la infinitud de un mundo.
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Presentar trae a colación el término presentificar de Rilke, haciendo alusión a que en ese presentificar se está dando un acontecimiento, entendiendo el acontecimiento en lo histórico, un poco bajo la sombra de Benjamin y Hegel. En el libro, Bartra también va presentando un contrapunteo entre lo histórico y lo literario, por ejemplo la Comuna de París a la luz de la poética de Arthur Rimbaud.
Ahora bien, fundamentalmente la propuesta de Bartra es una discusión sobre la pertinencia del instante en la emergencia del momento histórico. Es pertinente denotar que para esta sucesión de análisis, Bartra tuvo en cuenta la concepción de historia positivista, estructural, causal, narrada por los vencedores.
De este modo, el que hayan ciertos instantes irruptivos en la gran historia (experiencias desnudas, que llama), permite entonces replantearse la pregunta por la historia y entrar a dar razón de experiencias particulares, de intimidades irreductibles. Se trataría, así, de una discusión que actualiza la tensión entre Cronos y Cairós, no llevándolos hacia el análisis binario y fragmentado, sino hacia una voluntad de reconciliación que permita distintas posibilidades de lecturas sobre el mundo.
Esta recolocación de la mirada que lleva también a una relectura de la recepción y del estudio de la historia, apela a la forma en que al rememorar generamos una narrativa, es decir, apela a la relación humana con el pasado y a su entendimiento de este, pues narrar -en este sentido- implica ser capaz de comunicar al otro a partir de esta recolocación de la mirada y de las voces que narran, haciendo esto que Cairós devenga una suerte de Cronos.
Lo anterior da razón de aquella necesidad humana de contar lo significativo, de significar lo transgresor: o lo irruptivo; pero también entabla la problematizacion de la imposibilidad de contar.
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Para este pensador la historia de México es la historia de los intentos fallidos. Es esa historia estructural de los triunfadores "que nos hacen perdedores".
Bartra recuerda el año 63, en la calle Madero de la Ciudad de México. Estaba marchando hacia el Zócalo en apoyo a Cuba. Era una manifestación repaldada por el dirigente Lázaro Cárdenas.
Un tiempo después, en la misma calle, hacia el mismo lugar y por la misma causa, los marchantes fueron recibidos por una gente que llevaba cascos y uniforme azul, dispuestos a liberar gases lacrimógenos.
Dinamismos como tales, en los que la concreción de la victoria por parte de los derrotados se ve frustrada tras un rayo de esperanza en medio de las neblinas, son los instantes que terminan siendo trascendentales en los movimientos de la historia, movimientos polémicos, melódicos: "La historia está hecha de esta manera y así hay que leerla", apunta Bartra, y concluye diciendo: "pero me chingaron el libro 30 millones de cabrones que votaron por AMLO después de que yo estaba hablando bonito de la derrota". Eso fue un día en el que la calle Madero volvió a iluminarse, siendo escenario de una celebración.