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En la tarde del pasado lunes 27 de octubre se anunció que la escritora uruguaya Fernanda Trías había sido galardonada por segunda vez con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. En esta ocasión, se le reconoció por la calidad literaria de su novela “El monte de las furias” (Random House, 2025).
El jurado calificador afirmó que se trataba de “una novela que se enraíza en la tradición narrativa latinoamericana, reconfigurándola mediante un excepcional punto de vista femenino lleno de hallazgos y matices”.
“El monte de las furias” es una novela sobre una mujer que vive a la ladera de una montaña y que solo tiene una misión: cuidar los linderos y avisar al celador de cualquiera anomalía. Su vida parece fluir con normalidad, hasta que un día aparece un cuerpo en el jardín.
A continuación, presentamos un fragmento de esta historia.
El monte de las furias
El sonido de la pala, el vaivén del cuerpo. Un tiempo hendido por otras marcas. El peso de la carretilla impulsando el movimiento de la rueda y el tzzz de la tierra al derramarse en el hueco. El borde de la pala que abre, separa, levanta (el vaivén del cuerpo). La tierra que se mece en su cama de metal y cae (estable, gruesa, irregular). Una vibración corre por los brazos, atraviesa el mango de la pala, llega a la hoja y el filo penetra. Luego el cimbronazo vuelve a subir por la pala hasta las manos y el vaivén se torna lento, pausado. El cansancio se instala. Caen los grumos sobre el cuerpo limpio, el pelo desenredado, las uñas al ras, el perfume a jabón Rey mezclándose con el otro, a fermentación y a eucalipto, olor a ternero.
Un tiempo ya lejano. (Digámoslo así). Pero hubo otra época en que creí que la montaña me había abandonado. Ahora recuerdo al Celador apenas como un insecto. Lo recuerdo con amor porque los insectos cumplen una función en el mundo: comerse lo que sobra, limpiar la podredumbre. La montaña no desperdicia nada. La montaña se sana a sí misma, manda a sus criaturas a limpiar la muerte. Se lame las heridas hasta que estas se convierten en alimento.
No puedo extenderme mucho. Hoy volvieron las mariposas negras. Atraídas por la luz, se estrellan una y otra vez contra mi ventana.
Yo, que nunca había conocido la idea del tiempo como algo escaso, que nunca creí en el tiempo como una sustancia capaz de agotarse, estoy aquí (ironía de la vida) apurándome a llenar esta última hoja antes de que el sol despunte sobre el bosque de niebla. Los ladridos de la jauría, quién iba a decirlo, ahora me tranquilizan. Confirman que no me he quedado ciega y que la oscuridad que empuja al otro lado de la ventana es el color de la noche. En unos minutos, cuando los pájaros estallen en burbujas, sabré que se hace tarde.
Tengo que dejar mi casa.
Tengo que dejarla antes del amanecer, me dijeron. Vinieron de a cuatro a decírmelo, como si con uno no alcanzara. Pero ya voy a llegar a eso también. Antes quiero poner por escrito que las casas sí son cosas, porque cualquiera puede quitártelas.
* Fragmento publicado con la autorización de Penguin Random House Grupo Editorial. Fernanda Trías nació en Uruguay en 1976 y vive en Colombia. Es narradora, traductora y docente de creación literaria. Publicó Cuaderno para un solo ojo, La azotea, La ciudad invencible, No soñarás flores y Mugre rosa. Por Mugre rosa recibió el apoyo de la residencia Eñe/Casa de Velázquez (España, 2018), el Premio Nacional de Literatura (Uruguay, 2020), el Premio Bartolomé Hidalgo de la crítica (Uruguay, 2021) y el Sor Juana Inés de la Cruz (México, 2021). En 2024, Mugre rosa estuvo nominada a los National Book Awards en Estados Unidos. Tanto La azotea como Mugre rosa obtuvieron el British PEN Translates Award (2020 y 2022). Sus novelas se han traducido a más de quince lenguas.