Hannah Arendt, nacida el 14 de octubre de 1906 en Linden, en el territorio que en ese momento se conocía como el Imperio Alemán, se destacó por sus pensamientos y teorías alrededor de la política, historia y filosofía. Su legado quedó en forma de libros, artículos, ensayos y más, que continúan siendo apreciados por muchos.
La filósofa e historiadora creció en el seno de una familia judía y socialdemócrata. Su educación superior la realizó en la Universidad de Marburg, donde compartió con Martin Heidegger. Para 1929 estaba recibiendo su doctorado en filosofía de la Universidad de Heidelberg, con una tesis asesorada por Karl Jaspers.
Huyó a París, luego de que en 1933 fuera brevemente arrestada por la Gestapo por su investigación sobre antisemitismo. Luego, en 1941, tras la invasión Nazi a Francia, se encaminó hacia Estados Unidos, donde continuó su carrera como escritora y editora, en 1950 le otorgaron la ciudadanía.
Su trabajo y pensamiento quedó registrado en libros como “Los orígenes del totalitarismo”, “Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal”, “La condición humana”, “Sobre la violencia”, entre otros.
A continuación presentamos una selección de frases para recordar a Hannah Arendt a 40 años de su muerte:
- “En el momento en que ya no tengamos prensa libre, cualquier cosa puede pasar. Lo que permite que gobierne una dictadura totalitaria o de cualquier otro tipo es que la gente no está informada; ¿cómo se puede tener una opinión si no se está informado? Si todo el mundo te miente siempre, la consecuencia no es que creas las mentiras, sino que ya nadie cree nada. Esto se debe a que las mentiras, por su propia naturaleza, deben cambiarse, y un gobierno mentiroso tiene que reescribir constantemente su propia historia. Como consecuencia, no solo recibes una mentira —una mentira que podrías repetir el resto de tus días—, sino un gran número de mentiras, según cómo sople el viento político. Y un pueblo que ya no puede creer en nada no puede decidirse. Se ve privado no solo de su capacidad de actuar, sino también de su capacidad de pensar y juzgar. Y con un pueblo así, puedes hacer lo que quieras".
- “El resultado de una sustitución consistente y total de la verdad fáctica por mentiras no es que ahora la mentira será aceptada como verdad y la verdad será difamada como mentira, sino que el sentido por el cual nos orientamos en el mundo real (y la categoría de verdad versus falsedad es uno de los medios mentales para este fin) está siendo destruido”.
- “La propaganda de masas descubrió que su público estaba siempre dispuesto a creer lo peor, por absurdo que fuera, y no se oponía especialmente a ser engañado, pues consideraba que cualquier afirmación era, de todos modos, una mentira. Los líderes totalitarios de masas basaban su propaganda en la correcta suposición psicológica de que, en tales circunstancias, se podía hacer creer a la gente las afirmaciones más fantásticas un día, y confiar en que, si al día siguiente se les presentaban pruebas irrefutables de su falsedad, se refugiarían en el cinismo; en lugar de abandonar a los líderes que les habían mentido, protestarían diciendo que siempre habían sabido que la afirmación era una mentira y admirarían a los líderes por su superior astucia táctica”.
- “Una característica de la acción humana es que siempre comienza algo nuevo, y esto no significa que esté permitido empezar desde cero, crear desde la nada. Para dar cabida a la propia acción, algo que ya existía debe eliminarse o destruirse, y las cosas cambian como eran antes. Tal cambio sería imposible si no pudiéramos alejarnos mentalmente de donde nos encontramos físicamente e imaginar que las cosas podrían ser diferentes de lo que realmente son”.
- “Incluso en los momentos más oscuros, tenemos derecho a esperar alguna iluminación, y que dicha iluminación bien puede provenir menos de teorías y conceptos que de la luz incierta, vacilante y a menudo débil que algunos hombres y mujeres, en sus vidas y obras, encenderán en casi todas las circunstancias y proyectarán a lo largo del tiempo que les fue dado en la tierra. Esta convicción es el trasfondo inarticulado sobre el que se dibujaron estos perfiles. Unos ojos tan acostumbrados a la oscuridad como los nuestros difícilmente podrán distinguir si su luz era la de una vela o la de un sol abrasador. Pero tal evaluación objetiva me parece un asunto de importancia secundaria que puede dejarse con seguridad para la posteridad”.
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