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Julio Reyes Copello: “La mejor manera de combatir la ansiedad es siendo altruista”

El ganador de 14 Premios Grammy asumió este año la dirección artística del Ibagué Festival 2025, que se realizará del 4 al 7 de septiembre.

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15 de agosto de 2025 - 01:00 p. m.
Julio Reyes Copello ha trabajado con artistas como Alejandro Sanz, Juanes y Marc Anthony.
Julio Reyes Copello ha trabajado con artistas como Alejandro Sanz, Juanes y Marc Anthony.
Foto: Cortesía
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¿Cómo se propició su relación con el festival?

Hace aproximadamente tres años empezamos un proceso de acercamiento con Julia Salvi, presidenta de la Fundación Salvi. En los últimos años me he acercado mucho a la formación de talento nuevo, y digamos que ese fue el punto de encuentro. Finalmente, pude encontrar el tiempo para poder vincularme este año, pero fue a través de una relación y una conversación larga.

¿Cómo es su relación con Colombia y su música?

Me formé como músico clásico, me gradué como compositor de música clásica en la Universidad Javeriana y, de ahí, empecé a hacer música para televisión. Luego me gané una beca, me fui a estudiar a Estados Unidos, en la Universidad de Miami, y después de eso terminé haciendo música pop y produciendo para muchos de los artistas importantes hispanoamericanos. Llevo 25 años haciendo eso, pero el ADN emocional y mi motivación siempre tienen unos lazos muy estrechos con Colombia, con la Colombia de mi generación. Yo creo que nuestra generación, los que vivimos los noventa turbios de Colombia, nos hicimos personas muy apasionadas porque aprendimos a celebrar la vida en la adversidad. Creo que, históricamente, todos los movimientos culturales más fuertes han estado ligados a fenómenos sociales complicados, y siento que hay mucho de Colombia en mí, en todo lo que hago.

¿A qué le apuestan este año en el Ibagué Festival?

Cada uno de nosotros tiene una versión de la belleza construida de todas las influencias y de la música que nos inspiró. Eso confirma que la belleza es una responsabilidad colectiva. Mi versión de la belleza es rarísima porque está hecha de Bach, Stravinsky, Prokofiev, Alejandro Sanz, Joan Manuel Serrat… y eso es lo que inconscientemente se organiza en ese lugar de la mente. Creo que el rol del artista es levantarse todos los días a encontrar la manera de acceder a su versión de la belleza y traerla en su estado más puro, libre de condicionamientos y de las expectativas de la industria. El artista genuino tiene la labor de capturar la música que se tiene que oír, no la que la gente quiere oír.

Alrededor de eso he construido todo mi andamiaje educativo. Soy fanático de la formación de talentos y siempre he pensado que la diferencia entre la educación y el negocio de la educación es la mentoría. Por eso me inventé un programa muy boutique, en asociación con el Abbey Road Institute de Londres. Les propuse traerlo a América, y así somos el primer Abbey Road Institute de América, en Miami.

Además, creé un programa propio de formación de artistas para generar sinergia entre ambos programas —el de producción y el de artistas— y reducir esa brecha enorme que ha existido entre la educación tradicional y la realidad. Soy crítico de ese modelo educativo que a veces parece diseñado para sacarle plata a los padres durante cuatro años sin garantizar resultados.

Creo que la educación musical profesional debe tratarse un poco como el fútbol: con semilleros, mentoría y seguimiento personalizado, no con masividad indiscriminada. No se trata de graduar 150 productores musicales al año, sino de formar talentos con verdadera proyección.

Quiero llevar esta experiencia de cuatro días al Festival de Ibagué. Cuando me lo propuso Julio, le dije que ahí es donde tengo autoridad moral, porque es lo que me ha funcionado. Empecé el programa con síndrome del impostor, pero con compromiso total. Gracias a él, egresados han ganado Best New Artist en los Latin Grammy dos años consecutivos.

Ese es un espaldarazo que me hace sentir que vamos por buen camino.

¿Por qué le ha interesado trabajar con jóvenes talentos?

Creo que es un rol esencial en cualquier sociedad. Los artistas tenemos la función de crear una sociedad empática y sensible. La irresponsabilidad de la industria del entretenimiento ha normalizado cosas que no contribuyen a la evolución de las personas. Quiero dedicar el resto de mi vida a encontrar artistas fieles a su versión de la belleza, para que traigan la música que se tiene que oír, no la que el público espera. Eso eleva la sensibilidad y la empatía social. También quiero construir carreras longevas y evitar que los artistas se autodestruyan. Para mí, la mejor manera de combatir la ansiedad es siendo altruista.

Hablemos un poco de qué significa para usted la música y por qué es importante hoy...

La música tiene la capacidad de explicar emocionalmente lo que la razón no puede. Está presente en los funerales porque, aunque la muerte no se entiende racionalmente, la música genera una comprensión emocional.

No es ornamental, es fundamental. En el lenguaje musical se esconden conceptos complejos que, por vías racionales, serían difíciles de explicar. Por eso, toda persona debería tener educación musical. Ibagué me llamó mucho la atención porque tiene una tradición enorme y consistente de respeto por la música. Eso lo convierte en un receptáculo ideal para los conceptos educativos que estoy desarrollando.

¿Cómo asume la responsabilidad de dirigir un festival en la Capital Musical de Colombia?

Para mí es la oportunidad de canalizar iniciativas que empezaron hace siglos y devolverle a Colombia lo que he aprendido. Mi ADN emocional colombiano está presente en todo lo que hago. Vivir en un país inestable me enseñó a valorar la vida y creo que la música puede ayudar a superar problemas como la polarización. El arte valida los extremos, pero también busca un punto de equilibrio, algo como la proporción divina, y ahí puede estar la clave para sanar como sociedad.

¿Viene seguido a Colombia?

No tanto como quisiera, estoy muy ocupado. Cuando lo logro voy a Bogotá o Cartagena, ciudades con las que tengo una relación muy bonita.

¿Cómo describiría la emoción de darle algo a Colombia por medio del festival?

Tengo mucho entusiasmo, sobre todo por dejar testimonios y compartir lo que me ha funcionado. Quiero traer una visión más pragmática, aprendida en Estados Unidos, para evitar que la burocracia frene procesos creativos. Creo en el efecto sobrenatural de la educación: a veces basta con estar en presencia de alguien para activar conocimientos que no se aprenden en un aula tradicional.

Concretamente, en la apuesta del festival, ¿cómo logra equilibrar los géneros y cómo hizo la curaduría?

Quiero llevar la experiencia de Art House a Ibagué: cuatro días intensivos donde jóvenes talentos en composición, ingeniería, producción, performance y creación visual conviven para crear y presentar una canción.

En la parte clásica, viene Carlos López, ibaguereño exitoso que ha trabajado con un director famoso y en conciertos de Bad Bunny, y Roger Díaz, colombiano en la Ópera de Viena. Todo apunta a que vendrá Pablo Alborán para un concierto sinfónico-conversatorio. También estarán los artistas de Art House firmados con Universal, con quienes tengo una alianza para que los talentos salgan de mi programa con contratos y créditos reales. Es un modelo que empecé con miedo, pero que hoy creo que puede ser revolucionario en educación musical.

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