Durante los últimos 54 años, Fanny Sanín ha vivido en Nueva York. Se ha movido entre Colombia, México, Reino Unido y París, su obra ha llegado a distintas latitudes en exhibiciones en solitario, grupales y hace parte de las colecciones de múltiples instituciones como el Museo Reina Sofía, en España; el Museo de Arte Miguel Urrutia, en Bogotá, y el Museo Smithsonian de Arte Americano, en Estados Unidos.
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Fue en la ciudad que nunca duerme, en la American Society, donde se realizó la muestra que destacó el crítico Holland Cotter, del New York Times, como una de las mejores de 2025.
“La exposición examina los logros de la pintora colombiana radicada en Nueva York en pintura acrílica monumental, composiciones más pequeñas y estudios a lápiz para reforzar la posición de Sanín como una figura indispensable dentro del desarrollo del arte abstracto tanto en América Latina como en Estados Unidos” describió la institución.
Los segmentos de color plano, las estructuras simétricas, composiciones en espejo y las líneas rectas han sido características de sus obras. La pintura ha sido su medio a lo largo de su carrera, que se expande por más de 60 años, y la abstracción se convirtió en el vehículo para plasmar sus exploraciones frente al color y la forma.
Según dijo a este diario en 2020, Roda, Villegas y Manzur —sus profesores de la carrera en Bellas Artes en la Universidad de los Andes— estaban trabajando en la abstracción mientras ella estudiaba. “Después de pasar por un período académico (del cual no reniego, pues fueron muy importantes mis primeros años en la universidad) el camino a la abstracción se enriqueció con las clases de composición de David Manzur. Esta senda continuó acentuándose una vez salí de la universidad, con las clases privadas de Armando Villegas”, dijo.
Pero su relación con el arte había comenzado mucho antes de poner un pie en la universidad. Contó que le gustaba pintar y dibujar junto a su hermana Rosa y que su padre les regalaba libros de arte. Ambas crecieron en un hogar donde la cultura formaba parte de la canasta familiar. “Mis padres siempre nos apoyaron incondicionalmente a mi hermana, que también fue pintora, y a mí. Siempre nos expusieron al arte. Mi padre era mi mayor motor intelectual; leía muy buenos libros y escuchaba buena música. Toda mi familia tenía un gran amor por la cultura”, dijo al diario El País.
Así se solidificó su pasión por el arte. Patterson Sims, en el libro Fanny Sanín: The Concrete Language of Color and Structure, publicado en 2020, escribió: “1960 fue el año en que Sanín decidió dedicar su vida a las artes visuales. Dos libros fueron claves para confirmar su devoción por el arte: Sobre lo espiritual en el arte, de Wassily Kandinsky, y Carta a un joven pintor, del poeta Herbert Read. Ambos autores afirman que hacer arte y pintar son las más grandes de las vocaciones”.
En un principio, Fanny Sanín se movió hacia la expresión y la gestualidad en sus obras abstractas y luego comenzó a virar lentamente hacia la geometría, en un proceso que duró siete años. En un artículo de 1968 para la BBC, donde se hablaba de su exhibición en la Galería AIA, Eduardo de Benito planteó que ese fue el año en el que Sanín abandonó el expresionismo. Pero fue una exhibición en París la que la convenció de explorar la abstracción geométrica: “A finales de 1968, a mi regreso de Londres, pasé por París y me encontré en el Gran Palais una exposición que venía del MOMA: ‘El arte de lo real’ (The Art of the Real o L’art du réel). Esta reafirmó mi decisión de trabajar en los dominios del arte abstracto”, dijo a este diario.
“El hecho de que una obra de arte pueda ser una entidad distintiva, que no representa nada más que a sí misma y ser considerada “realista”, no era una idea del todo nueva, pues varios movimientos modernistas, comenzando con el cubismo, aseguraban constituir “una realidad en sí mismos” en el formato de una obra de arte que no ‘representa’ sino ‘es’”, escribió el profesor Edward J. Sullivan en el libro sobre Sanín.
A pesar de que la pintura es el medio en el que sea ha desempeñado, también se interesó por el grabado, al estudiarlo en la Universidad de Illinois, en la Chelsea School of Art y la Central School of Art de Londres.
“A mí me gusta verlos como las sinfonías musicales, que no tienen título. Mis cuadros no son una metáfora de nada, son pura abstracción y ponerles un título arbitrario me parece deshonesto, porque no estaba pensando en nada concreto cuando los pintaba”, dijo a El País sobre sus cuadros. En ellos el color es primordial y los tonos con los que ha trabajado han variado con la evolución de su obra. No hay un color que prefiera más que otro, sin embargo, el blanco casi nunca aparece, mientras que el negro ha tenido un lugar en varias de sus piezas.
Para ella, cada nueva obra es un reto. El primer paso consisten en realizar estudios sobre papel, “buscando ideas nuevas dentro de mi línea de trabajo y así este avanza y evoluciona. A veces descarto lo que estoy haciendo y comienzo otra vez. Profundizo sobre las ideas haciendo muchos estudios sobre la misma –bocetos que son obras terminadas– hasta estar satisfecha, y entonces puedo comenzar una nueva pintura sobre lienzo, ya madurada y definida en gran parte", afirmó a este diario.
Fanny Sanín ha dicho que no dejará de pintar, no suele pensar en dejar de trabajar. “Pinto todos los días, menos los sábados y domingos. Así ha sido siempre, desde que me gradué. Desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. Por cada pieza hago en torno a 10 o 15 estudios, lo que me lleva en torno a un mes. Y luego hago la obra final en tela, que me lleva otras tres semanas”, declaró a El País. Se ha dicho que le irrita que le hablen de la edad, como se registró en un perfil realizado por la revista Bocas. Con 87 años, es reconocida como uno de los referentes de la abstracción geométrica en América Latina.
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