Navíos españoles llegando a las costas de lo que se convertiría en Santa Marta y el encuentro amistoso de dos pueblos separados por un océano es lo que la inteligencia artificial le entregó a Carlos Vives y su equipo para el video musical de su nueva canción “500”. La escena reimaginada por una herramienta de inteligencia artificial mostró a los españoles que arribaban a esas costas conviviendo pacíficamente con las comunidades indígenas que ya habitaban el territorio. Sin embargo, los registros históricos de lo que sucedió durante el período de la colonización cuentan una historia diferente.
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Como el video de Carlos Vives, la cantidad de contenido parecido que se puede encontrar en redes sociales parece infinito. Desde “entrevistas” a campesinos durante la peste negra en Inglaterra, pasando por cómo habría sido vivir en la pobreza en Londres durante el siglo XIX, hasta la lujosa vida de la corte francesa en Versalles y la vida en las trincheras en la Primera Guerra Mundial, la inteligencia artificial se convirtió en una suerte de ventana al pasado. Sin embargo, la viralidad de este tipo de videos y cuentas, que suman cientos de miles de likes y seguidores, esconden algo más que solo animaciones creadas a partir de un prompt. Un artículo de Cate Cleo Alexander, de la Universidad de Toronto, exploró esta tendencia y las etapas de creación de estos videos, en los pasos de colorización y animación, Alexander encontró que la IA solía cambiar sutilmente los rasgos de las personas. Para la apariencia mejorada de un retrato de una mujer estadounidense del siglo XIX, la IA hizo que “los ojos se desplazaran hacia arriba, la línea del cabello cambiara, la sombra bajo la barbilla se intensificara, los pómulos se acentuaran y las luces y sombras del rostro aumentaron en contraste. Esto no es tanto una restauración digital, sino un lifting digital”.
En una fotografía en blanco y negro de la emperatriz Alexandra de Rusia, la IA añadió maquillaje al rostro de la emperatriz cuando se le pidió colorizar la foto. En otro ejemplo, el retrato de María Estuardo, creado a mano a partir de varias fuentes históricas para un canal de YouTube, fue entregado a la IA y esto terminó distorsionando la imagen original. “Estas IA homogeneizan, aplanan y contrastan características según las normas racializadas y de género establecidas por sus datos de entrenamiento. Sin embargo, dado que el algoritmo de YouTube recompensa la frecuencia de publicaciones, los creadores de contenido se ven presionados a acelerar sus flujos de trabajo con la automatización de la IA para mantener su visibilidad algorítmica”, aseguró.
No obstante, estos videos son la más reciente versión de una antigua práctica: registrar la historia mediante imágenes. De acuerdo con el historiador Antonio Jaramillo, esta tradición “ha acompañado siempre el estudio y análisis sobre el pasado”. Aunque estas herramientas pueden ser poderosas, Jaramillo advirtió que el hecho de que estos videos parezcan fidedignos es un riesgo.
“Los historiadores siempre hemos tenido claro que no estamos recreando exactamente el pasado. Es imposible porque no tenemos acceso al pasado tal como ocurrió, sino que tenemos fuentes sobre ese pasado y desde un punto de vista del presente generamos ideas y argumentos. Dentro de la profesión queda claro que la generación de textos, imágenes o videos es más bien una relación de temporalidades y no una representación fidedigna de los hechos del pasado, pero hay muchas de estas producciones contemporáneas con inteligencia artificial que intentan o se presentan como retratos válidos y fidedignos de aquello que ocurrió antes. Eso es peligroso”, aseguró.
Uno de los riesgos es el punto de vista desde el que se construye el promt con el cual se crea el video. Esto, de acuerdo con Rubén Manrique, profesor de Ingeniería de Sistemas en la Universidad de los Andes, se conjuga con la información disponible en internet y documentos digitalizados para que sea consultado por las IA. “El problema es que está construido en su mayoría por personas que tienen una visión actual del mundo, pero no necesariamente son autoridades historiográficas. Finalmente, lo que reflejan estas ideas es esa interpretación que les dan las masas en internet o en la web a esos eventos históricos. No necesariamente son rigurosas desde el punto de vista de un historiador, ni tampoco son veraces”, dijo.
Se busca que las interpretaciones que se hagan de la historia a través de estos videos sean cercanas a la realidad. Aunque Hollywood también ha incurrido en imprecisiones históricas en sus producciones, al crearlos con IA se corre un riesgo adicional, pues quien lo haga puede no dar las instrucciones correctas a la herramienta. Por lo que, por ejemplo, un ferrocarril podría aparecer en un video que muestra la vida en el siglo XIV o reactores nucleares actuales podían aparecer en recreaciones de lo sucedido en Chernobil en 1986.
Más allá de que estos contenidos sean creados con buenas intenciones, Jaramillo y Manrique advirtieron que uno de los problemas es que la audiencia tome estos contenidos como documentos históricos válidos y que, con ellos, se empiecen a generar falsas creencias. Estos casos ya se han visto. En un documental de la DW exploraron cómo estos videos han creado narrativas inexistentes sobre lo sucedido durante el Holocausto y en campos de concentración como Auschwitz-Birkenau.
“Es como cuando uno se empieza a creer sus propias mentiras o cuando la sociedad se empieza a creer una mentira porque se repite muchas veces. Eso sí puede ser un problema y se agudiza si esos videos son utilizados para entrenar otras IA. Es un refuerzo cognitivo. Ahí es donde queda en juego el pensamiento crítico y se reivindican los papeles de los historiadores e investigadores de ciencias sociales, quienes con rigurosidad interpretan hechos históricos”, afirmó Manrique.
A pesar de que existen riesgos y advertencias frente a este tipo de contenidos, también podría haber un lado amable. Algunos historiadores consultados por la BBC aseguraron que este tipo de contenido pueden ser una ventana hacia la historia y que pueden incentivar a la audiencia a realizar sus propias investigaciones. Por su parte, Manrique consideró que estos contenidos podrían ser benficiosos en cuanto se realice una verificación posterior que logre identificar elementos que puedan no ser tan precisos con respecto al periodo que se está mostrando y que pueden incrementar el interés por estos temas por parte de nuevas audiencias.
Para Jaramillo, la palabra clave en este debate es “rigurosidad”, pues mientras afirmó que “la historia es poderosa porque nos da una explicación de nuestro presente y sobre todo nos sugiere futuros posibles. El estudio y los debates sobre el pasado no son inocentes, son muy importantes, porque están forjando una identidad contemporánea y los proyectos políticos a futuro”, destacó que hay una responsabilidad en la investigación histoórica y en la difusión de este tipo de materiales. “Eso no quiere decir que se tenga que censurar, no estaría a favor de censurar ninguna visión histórica o ninguna visión del pasado pero siempre hacer explícito con qué herramientas se cuentan, cuáles son las fuentes utilizadas y cómo se llegó a una conclusión de una investigación o de una producción de difusión como un vídeo o una imagen realizada por inteligencia artificial”, afirmó Jaramillo.
El pensamiento crítico frente a este tipo de contenidos se convierte, entonces, en una habilidad clave para interactuar con este tipo de contenido. Adicionalmente, no se trata solo de los sesgos a nivel narrativo que puedan existir por parte de quien crea el video, aquí también entra a jugar el elemento de los sesgos que tienen las inteligencias artificiales a nivel de raza, estándares de belleza y género, entre otros. Para el historiador esto tiene que ver con el hecho de que la historia, hasta tiempos recientes fue escrita por “un sector poblacional muy claro: hombres blancos heterosexuales ricos y esos sesgos de ese sector de la población se vio reflejado en la producción histórica. Ahí es de esperar que la inteligencia artificial reproduzca estos mismos sesgos porque es los que encuentra en internet en la producción cultural histórica, hasta hace poco en la medida en que quienes escribimos estos relatos cambiamos”.
Uno de los sesgos más notorios que encontró Manrique fue el del lenguaje, pues el nuestro no es el mismo que personas de las épocas que se muestran habrían hablado. “Las palabras tienen una semántica diferente, cambia su significado con el tiempo. Por ejemplo, la palabra ‘transmisión’ hoy se utiliza para hablar de audio o video o streaming. Pero, si nos devolvemos al siglo XVIII, esta palabra se usaba para hablar de enfermedades en cultivos. La forma como utilizamos las palabras cambia y no son las mismas, no utilizan la misma ortografía tampoco. Finalmente, eso se traduce en imprecisiones cuando las IA la están generando contenido porque eso no se ve reflejado en los datos de entrenamiento”, aseguró.
Aunque los efectos de este tipo de contenido sobre nuestra relación con la historia y con el pasado todavía están por verse, ya han capturado la atención de miles de personas alrededor del mundo que observan con asombro las recreaciones que genera la inteligencia artificial sobre nuestro recorrido como humanos. Para Manrique, estos videos pueden significar que más personas van a acercarse a la historia como tema para aprender. Sin embargo, la advertencia de Jaramillo es que estos materiales no se tomen como un documento histórico y que se puedan analizar las limitaciones que estos videos pueden llegar a tener.