Al momento de recibir el reconocimiento a su vida y obra en el Gimnasio Moderno, Elvira Hernández lo primero que dijo es que la poesía no escribe para recibir premios. No es esa la meta de la escritura y nunca lo fue para ella, que además encontró en este género literario el espacio indicado para alzar la voz cuando la bandera de Chile era usada de mordaza, como bien lo dice en el poema que precisamente se llama Bandera de Chile y que es, quizá, el más recordado de su obra.
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Rosa María Teresa Adriasola Olave, como en realidad se llama la poeta, ensayista y crítica literaria chilena, acuñó su nombre de Elvira Hernández para eludir la persecución de la dictadura chilena en la década de 1970. A pesar de que no lo logró, pues terminó encarcelada en prisiones secretas, tomó lo más frustrante y doloroso para escribir y darle a ese oficio y a la poesía un sentido que hasta hoy se mantiene vigente.
“Izar, arriar, izar, arriar, izar, arriar...” Así se repite 19 versos y así los dijo en su homenaje. Los declamó con pundonor, con ciertas pulsiones que arroja la memoria cuando se recuerda aquello que trasciende el recuerdo y toca al cuerpo y a lo que dolió.
Usted hablaba de que no se escribía poesía para los premios. Sin embargo, cuando recibe uno, ¿cómo ve usted su obra y cómo siente que se configura su relación con ella?
Bueno, mira, esa es una gran emoción. Estando yo relacionada con las palabras, esa emoción me las quita casi que para hacer un agradecimiento a aquello que nunca se ha tenido como meta. Porque la poesía siempre es tentativa, se sigue escribiendo porque se cree que no se ha dado en el blanco. Porque la sociedad es muy cambiante, porque el lenguaje también se atrofia y porque también cambia. Y uno escribe y eso lo quiere fijar.
Entonces es un trabajo continuo y uno está enteramente absorbido por eso. Bueno, han pasado años y de repente uno se encuentra en lugares como este, en que te reconocen, y es una gran emoción. Pero creo que no se puede mirar atrás, so pena de convertirse en sal, como dice la Biblia, sino que el mundo es muy cambiante y duro, y entonces uno tiene que seguir mirando adelante y no fosilizarse.
Dice usted que “La poesía nunca hablaba desde una actualidad, nuestra poesía es una imagen de mundo”. Hablemos entonces de esa distancia entre la poesía y lo coyuntural.
La poesía no busca dar respuestas a cosas a las cuales no tiene que dar respuesta. A la poesía no se le puede pedir que se mezcle en asuntos que no le competen, aun cuando se siente que puede hablar de todo, pero a un nivel no instrumental, porque la poesía busca, en el fondo, ir hacia la médula de por qué ocurren ciertas cosas. Entonces busca aproximarse a un presente que suele ser inactual.
Dice usted acá que su escritura se ha hecho en el ocultamiento. ¿A qué se refiere con eso?
Sí, porque no fue un trabajo que provocara socializarse de manera forzada. Yo creo que la poesía es un diálogo natural. El lector y el poeta se encuentran, claro, en un texto, se encuentran en una lectura, pero eso se hace de manera natural, y no queda forzado.
Y porque además esa relación con el mundo que se tiene es una relación que se hace en el apartamiento. Es como si para escuchar el mundo hubiera que cerrar las ventanas en un determinado momento.
Hay una relación muy estrecha entre su poesía y la memoria…
Eso es importantísimo. Yo creo que en mi poesía trabaja el inconsciente, que me consiente. Porque el inconsciente recorre caminos a los cuales yo no podría llegar. La poesía es menos derivativa en ese aspecto. Encuentra ciertas verdades llegando por otros caminos. Y yo creo que esos caminos se los señala el inconsciente, que es lenguaje.
“Le diremos entonces que sabemos de sobra que la cultura es el más profundo de los cultivos y jamás de los jamases la monserga de la instrucción y el progreso”. ¿Sigue creyendo en esta definición de la cultura?
Sí, porque lleva otros pasos, pasos que están más relacionados con el ser humano que con proyectos de sociedad. El progreso busca llevar a la sociedad hacia lugares predeterminados, confines, y para eso hay un forzamiento enorme. La cultura es un cultivo que yo diría que es estacional. Arroja frutos que son verdaderos tesoros, pero que están dados en libertad. Esa es la gran diferencia. Ojalá el progreso y la cultura no tuvieran esa gran distancia.
¿Hay alguna relación entre la poesía y la esperanza? Se lo pregunto por esta frase en la que dice lo siguiente: “Agradezco una poesía que persigue una edad soñada para el ser humano, sea el paraíso perdido o una próxima utopía social”…
Sí, bueno, yo creo que siempre queremos estar mejor. La poesía es crítica. Y siendo la palabra algo tan cercano a nosotros, porque lo más cercano al ser humano es la propia palabra, también, digamos, la esperanza. Tanto la ignorancia como la esperanza son momentos y son palabras en las cuales soñamos algo mejor para nuestra vida.
Usted nos recordaba otra vez Bandera de Chile y, relacionado quizá con el tema de la memoria, quiero preguntarle por esa importancia que tiene un poema cuando se vuelve testimonio de una época…
Cuando se escribe, obviamente, el poeta, el autor, tiene gran importancia porque está dando todos los cabos que van a constituir aquello que va a ser esa escritura. Pero luego la permanencia es trabajo del lector.
El hecho de que Bandera de Chile haya persistido y tenga tanta lectura, ese ha sido trabajo de los lectores, que la han mantenido. La lectura le otorga vida a los libros, y le han dado una gran vida a Bandera de Chile. La han leído de diversas maneras y eso yo lo agradezco.
¿Qué opina usted del estado actual de la poesía?
Bueno, siento que los cauces de la poesía se han abierto. Se ha logrado dimensionar el arraigo en el ser humano que tiene la poesía. La poesía es terapéutica, la poesía adulta, la poesía encuentra verdades propias de la poesía. La poesía es una protección hoy día para el ser humano, y eso va más allá de sus cualidades estéticas. Es que la poesía es una forma de vivir en el mundo y es muy antisistema.