¿Cómo nació la idea de construir su identidad digital bajo el nombre de “La rubia inmoral”?
Tenía una cuenta de Twitter y alguien me dijo: “No pareces Ana María Cardona, sino la rubia inmoral”. Pensé que era un buen nombre para una marca y cambié todas mis redes sociales. Después hablé con un psiquiatra, porque sentía que “La rubia inmoral” no siempre era yo. Él me preguntó por qué le tenía tanto miedo, si era Ana María cuando más brillaba. Tal vez la incomodidad estaba ahí, porque empecé cuando las redes sociales no eran lo que son ahora, existía cierta vergüenza alrededor de ellas y las mujeres aún no hacíamos tantas cosas como hoy.
Su audiencia es mayoritariamente femenina. ¿Por qué decidió enfocar su contenido en las mujeres y qué busca generar en ellas?
Siento que es un espacio mucho más seguro. No quiero provocar reacciones en los hombres de Internet que pueden esconderse detrás de un usuario anónimo. Creo que las mujeres, cuando estamos en manada, nos inspiramos unas a otras y pensamos: “Yo también puedo hacer esto”. Mis redes sociales eran, y siguen siendo, mi diario personal, por lo que han evolucionado conmigo. En ese proceso descubrí que muchas mujeres tenían las mismas preguntas que yo y nos encontramos ahí, creando una comunidad muy bonita. Yo la llamo un “ejército inmoral”, y es para todas y con todo.
Usted es vocera de la campaña “Haciendo visible lo invisible”, que busca prevenir las violencias contra la mujer. ¿Por qué involucrarse en esta iniciativa?
Todas hemos sido parte de violencias estructurales que a veces normalizamos. Como mujer, también he tenido que pasar por esto en relaciones; oculté demasiadas cosas por vergüenza, por miedo o porque creía que era “lo normal”. En redes sociales también sucede: la gente se esconde detrás de usuarios para descargar su rabia y termina violentándote. Creo que estas conversaciones deben estar sobre la mesa. Las mujeres no tenemos que ser las sacrificadas ni las que aguantan por mantener una pareja, un trabajo o cualquier cosa. Entre más se hable del tema y más digamos “yo también estuve ahí y pude redefinir lo que creía que debía ser”, más avanzamos. Por eso quise involucrarme en esta campaña.
La sexualidad y las relaciones afectivas han sido un tema recurrente en su contenido. ¿Por qué considera importante hablar de esto con la forma en la que lo aborda?
Las relaciones han sido una cárcel para las mujeres desde siempre. No todas quieren casarse o tener hijos, aunque crean que sí. Y aun cuando una quiera hacerlo, no creo que lo desee bajo ese modelo tradicional donde los sueños, la salud mental y la identidad quedan relegados. Me parece muy importante que seamos más rebeldes en las relaciones, que nos incomodemos a nosotras y a nuestra pareja, que entendamos que lo que nos enseñaron está mal y reduce al otro, sobre todo a las mujeres, a cero. Es fundamental renegociar todo eso. También considero esencial que aprendamos a cortar los vínculos, hasta que podamos encontrar algo en lo que realmente nos sintamos cómodas y respetadas.
Usted también toca temas como la salud mental. ¿Cuáles han sido los principales retos al hablar de esto en redes?
Uno es que la gente se lo toma muy a la ligera, las personas que hemos estado en procesos psiquiátricos llevamos años en ello. Lo segundo es que siempre nos han mostrado que quienes tienen trastornos no trabajan, están metidos en una cama, no tienen pareja ni una vida significativa. Eso hay que desmontarlo. Además, a las personas les molesta alguien “trastornado” cuando está en sus picos, y solo lo aceptan cuando parece normal.
Esta es una conversación que apenas comenzó a abrirse al público y me parece fundamental. En un país como Colombia, no considero que alguien sea completamente sano mentalmente. Venimos de periodos de guerra muy extensos y normalizamos muchas cosas. La hipervigilancia afuera, en nuestras casas, no es normal. Eso obliga al cerebro a adaptarse para sobrevivir en un entorno hostil.
La literatura ocupa un lugar especial en su vida. Si tuviera que escoger un libro que haya marcado su forma de ver el mundo, ¿cuál sería y por qué?
Este año leí uno que me llamó mucho la atención: “Luces y sombras de Zelda Fitzgerald”, de Nancy Milford. Retrata a Zelda desde un lugar en el que nunca antes la habían puesto. No era solo “la loca que envidiaba a su esposo”, sino todo lo contrario: una mujer en una relación de abuso, con una tendencia a un trastorno desde pequeña, una familia conflictiva y una sociedad que la impulsó a hacer cosas que no quería. Me gusta leer biografías de mujeres porque me recuerda que hoy estamos en otra época y que yo puedo hacer las cosas diferente. Zelda era brillante, pero estuvo muy opacada por la persona con la que se casó y por la época, en la que no iba a poder ser nadie.
En 2020 publicó “Pastillas y cheesecake de limón”. ¿Cómo surgió la idea de escribir ese libro?
Me gusta mucho la autoficción y, si bien, no es un género especialmente aplaudido dentro de la literatura, siento que las mujeres, especialmente las latinoamericanas, nos hemos apropiado de esta manera de escribir para llevar nuestras historias a su máximo, sin dejar de narrar lo que nos pasa como hijas, madres y mujeres nacidas en estos países enfrentando la vida en contextos complejos.
Fue un ejercicio retador, bonito e interesante. Este libro refleja mi cabeza: tengo una mente desordenada, que va a mil y, precisamente, esta es una obra fragmentada, donde cada párrafo parece ir y venir entre tiempos y relatos distintos. Ahora espero que el próximo año llegue mi segundo libro, que serán ensayos, mezclados con historia y relato.
Manejar una plataforma como la suya implica tener un alcance significativo. ¿Qué tipo de responsabilidad siente al tener ese nivel de impacto?
A veces a los creadores de contenido se les olvida entender qué está pasando en su contexto. Ese contenido hiperaspiracional, donde todo es perfecto, puede molestar mucho. Como líder en un espacio digital, tengo la responsabilidad de no querer ser alguien perfecto, ni aspiracional. Solo quiero ser una persona atravesando la vida, igual que todos. También hay una responsabilidad grande al momento de tener posturas. Ahora la gente es muy tibia, porque esto es un negocio y un trabajo. No creo que uno tenga que opinar sobre todo, porque los seres humanos no tenemos esa capacidad, pero alguna causa tiene que moverte. Y, sobra decirlo, quedarse callado frente a situaciones de opresión es ponerse del lado del opresor.