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“Cuando los políticos piensan en pasar a la historia, olvidan que son empleados de 50 millones de personas”

El periodista colombiano publicó hace poco “Nos metieron gato por liebre”, libro en el que hace un diagnóstico de los incumplimientos del gobierno de Gustavo Petro.

Andrés Osorio Guillott

03 de diciembre de 2025 - 08:00 a. m.
Juan Pablo Calvás, periodista radial y columnista de “El País”.
Foto: Ediciones Uran
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Usted ya había hecho un libro en el que también habló de incumplimientos de gobiernos. ¿Por qué volver a hacer uno y en este caso sobre el gobierno de Petro?

Número uno, porque es que nosotros como ciudadanos tenemos la mala costumbre de votar, pero de nunca exigir más allá. Y hablo en términos generales, por supuesto: hay una ciudadanía mucho más involucrada que eventualmente sí hace mayor seguimiento a lo que hace o deja de hacer un político determinado. Pero, en términos generales, esto no pasa. Y, en realidad, no tenía ni siquiera en el panorama la idea de hacer un libro. Sin embargo, terminó todo como conjugándose para que ocurriera. ¿Por qué?

A mediados de este año —por allá en junio o julio—, Petro empezó a decir muchas mentiras. Mentiras que no tienen nada que ver con su quehacer político, sino mentiras de hechos establecidos, ya sea por la academia o por la ciencia. Y eso me pareció insultante.

Un gobernante puede incumplir, puede ser lo que quiera, pero no puede aprovecharse de la ignorancia de un pueblo al que además han ayudado a convertir en ignorante. Eso me puso a andar la cabeza, y cuando me contactó la editora del libro, Juanita —casi que en un hecho de simultaneidad—, para que escribiera algo de Petro, yo dije: “Estoy listo”. Y estaba revisando el plan de gobierno, porque finalmente quien miente en lo pequeño miente en lo grande.

Si uno miente en una historia de hace 300 años —que en realidad es de hace ciento y pico—, o si miente sobre un hecho científico, pues está dispuesto a mentir en todo su quehacer. Y eso fue lo que hice. Quizá de pronto esto lo explica.

“Nos dieron gato por liebre”. O sea: ¿usted se incluye de alguna manera entre las personas que se sintieron engañadas por lo que él prometió? ¿Lo dice como ciudadano? ¿O por qué ese “nos”?

El presidente es el presidente de todos los colombianos. No hay necesidad de que yo haya votado por él o que haya tenido una expectativa sobre él para decir que nos engañó. Porque finalmente al que eligen, lo eligen con un plan de gobierno, con un programa, con unas ideas que tiene que cumplir, que tiene que seguir. Y él no lo hizo. Y todo el país tiene que funcionar en torno a ello. Así que está todo el país en el que engañan, no solamente a los votantes de él.

Usted menciona cuando Petro dice “nazis” y la derecha responde “guerrilleros”. Y escribe: “No se puede soñar con ser presidente cuando en la mente y el corazón del candidato existe odio o revancha”. ¿Qué opina de esa división?

Pero no es solo Petro. Álvaro Uribe fue exactamente lo mismo. Y eso está mal. Un jefe de Estado no puede apostarle a la división ni al odio. De la misma forma en que Álvaro Uribe no es capaz de ofrecer disculpas por hechos horrorosos de su gobierno —los falsos positivos—, Gustavo Petro se montó en esa estrategia práctica para crear un bloque de seguidores, pero nefasta para construir nación.

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¿Qué opina de los trinos y la forma de comunicarse del presidente Petro?

Petro no es bruto: ha leído bastante y sabe de muchos temas. Y creo que él quiere eso: trascender como intelectual. ¿Por qué le pasa esto? Porque ante la condena de la irrelevancia a la que ya está sometido al término de su gobierno —no pasará a la historia por nada en particular—, de pronto quiere pasar como un intelectual que habla de una cosa y otra. Si hubiéramos querido un poeta, hubiéramos elegido uno, y hay muy buenos en Colombia. Nosotros necesitábamos un ejecutor, y él no lo fue. Entonces esa necesidad de trascender se refleja en esos discursos.

Al principio del libro usted resalta cosas positivas de gobiernos anteriores y escribe que nadie podrá quitarle a Petro el mérito de volver a poner en la agenda temas sociales. ¿Qué rescata, entonces, de este Gobierno?

Si Gustavo Petro hubiera logrado, con humildad y capacidad política, sacar la reforma a la salud, la laboral, y hacer una buena estructuración de un sistema férreo, podría haber sido el mejor presidente en mucho tiempo, pero no se dio. La laboral la consiguió a punta de amenazas. La de salud, para presionarla, terminó destruyendo lo que había. Lo bueno es que puso esos temas sobre la mesa.

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Colombia no puede seguir girando solo en torno al narcotráfico y la seguridad. A millones les importan los servicios públicos, la vivienda digna, la salud, las horas extras... Está bien que se hable de eso. Eso deberían hacerlo todos los políticos. Pero todos son tan pequeñitos que solo piensan: “¿Cómo voy a pasar a la historia?”. Y cuando piensan en eso, olvidan lo más importante: que son empleados de 50 millones de personas.

¿Cómo ve las elecciones del próximo año?

Triste. Muy triste. Lo que tenemos como oferta para 2026 es un encuentro de personajes destacados que han tenido fortuna o palanca para brillar, pero no para hacer brillar a su entorno. No hay un candidato capaz de ver a Colombia como un todo. Para un país tan jodido como este, lo primero es reconstruir el concepto de respeto y, más importante aún, de confianza. Y no lo hay.

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¿Por qué cree que la política ha perdido altura y se ha perdido el nivel de debate?

Porque cuando la política se vuelve negocio, cuando el negocio va atravesado por la corrupción, la gente buena no se mete. La gente buena no quiere untarse. Entonces, ¿qué queda? En el café hay un término: la pasilla. Lo que no es lo mejor. Eso es lo que queda.

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