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Bogotá se ha convertido en el nicho por excelencia del sector editorial independiente del país y, a lo largo de los últimos años, la capital ha logrado reunir algunos de los espacios más importantes de la edición independiente en Colombia.
Con el cierre de una nueva edición de La Vuelta, una de las ferias de editoriales independientes más reconocidas del gremio, surgieron nuevos retos y transformaciones que nos invitan a pensar el presente y el futuro del sector editorial en Bogotá.
Del 11 al 16 de diciembre, más de 60 editoriales se reunieron en la Biblioteca Pública Virgilio Barco y en nueve librerías de la ciudad. Esta quinta entrega culminó con más de 1.000 asistentes en las actividades de la programación y una cifra que superó los 6.000 visitantes en las instalaciones de la Virgilio Barco, el PPP de Teusaquillo y las librerías aliadas.
En el marco de este encuentro, conversamos con algunos de los editores participantes y con los organizadores para reconocer aquellos desafíos y cambios que marcaron el desarrollo de esta edición.
La Vuelta es un proyecto que nació a partir de la implementación de la Política Pública de Lectura, Escritura y Oralidad de Bogotá 2022–2040, la cual es impulsada por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte y BibloRed.
Para Andrea Victorino, directora de BibloRed y de esta edición, la feria tiene como objetivo promover la “bibliodiversidad”. Es decir, que el evento funciona como una plataforma de divulgación para proyectos editoriales que apuestan por nuevas voces, autores emergentes, ediciones accesibles, literatura infantil e incluso temáticas que suelen quedar fuera del radar de la edición comercial.
“Lo que hacemos es promover el derecho a conocer otras historias, a conocer otras voces, incluso voces de poblaciones que naturalmente no son conocidas, publicadas o divulgadas en el sector editorial comercial”, señaló Victorino.
Expansión de la feria
Una de las principales apuestas de esta edición fue la expansión de la feria a otros lugares de la ciudad. Algunas de las actividades de la programación tuvieron lugar en los Paraderos Paralibros Paraparques (PPP) de Teusaquillo. Los PPP son puntos de encuentro con libros para todas las edades, ubicados en distintos parques de Bogotá.
“Pensamos La Vuelta no solo como un catálogo editorial, sino como un encuentro alrededor de la palabra, que pasa por la poesía, el fanzine, la ilustración y también por el cuerpo como posibilidad de expresión”, explicó Victorino.
La edición de este año también se diversificó a partir de la inclusión de eventos en librerías independientes a lo largo de toda la capital, entre las cuales se encontraron: Matorral Libros, La Guachafita, Casa Librería, Garabato, Las Cigarras, Cooltivo Libros, La Verbena, El Cuarto Plegable y Prosa del Mundo.
Según Alejandro Villate, editor de Yarumos Libros, el distintivo de ferias como La Vuelta es que no solo permiten el encuentro directo entre editores y lectores, sino que funcionan como un puente hacia otros espacios del circuito editorial, especialmente las librerías independientes. “La idea es que cuando ya no haya feria, en el resto de días del año, la gente vaya a las librerías y termine comprando y apoyando a toda la cadena que somos”, mencionó.
En ese sentido, Villate destacó la importancia de fortalecer estos espacios como parte de una red interdependiente: “En la medida en que le vaya bien a cada uno de los eslabones, nos va bien a todos”.
El regreso a la Virgilio Barco
Entre otros cambios determinantes de esta edición estuvo el regreso de la feria a la Biblioteca Pública Virgilio Barco, luego de que en 2024 se realizara este evento en el Centro Felicidad Chapinero CEFE. Volver a este espacio buscó reforzar el encuentro directo entre editores, lectores y bibliotecarios, algo que es reconocido por BibloRed.
“En el 2024, La Vuelta se hizo en el Centro Felicidad Chapinero, con una apuesta distinta para ser más una librería colectiva, un modelo que nos funcionó para ciertos sectores, pero el público que estaba acostumbrado a La Vuelta extrañó su presencia en la Virgilio Barco”, dijo Victorino.
Varios editores, como Laura Serrano, de Sincronía Editorial, expresaron su aprobación frente a este cambio y, particularmente, la editora destacó que desde su equipo creen en el “potencial de este lugar” y que, debido a su participación en ferias pasadas, saben que la Virgilio Barco es un espacio que “funciona perfectamente bien”.
Este regreso también se convirtió en una posibilidad para captar lectores de esta biblioteca, como lo mencionó Juan Sebastián Osorio, encargado de comunicaciones de Laguna Libros: “Hay algo muy bello que sea en la Virgilio Barco, porque esta biblioteca tiene unos visitantes fijos que vienen, ven la feria y ven los nuevos libros, entonces es otra forma de llegarle a más lectores”.
Para él, este cruce entre el público habitual de la biblioteca y la oferta editorial independiente les permitió llegar a lectores que no necesariamente buscaban una feria del libro, pero que terminaron descubriendo nuevos catálogos sin pensarlo.
No obstante, este regreso a esta biblioteca pública implicó ciertas dificultades en la organización y la gestión del espacio, las cuales los editores atribuyeron al mismo hecho de que existió un cambio de lugar y que esto implicó readaptaciones en la estructuración del manejo de la feria.
“Ha sido un reto importante el regreso, el año pasado la Vuelta se hizo, pero fue llevada a cabo como una experiencia del CEFE. Las editoriales enviaron sus catálogos y hubo una especie de librería durante cinco, seis días. Entre lo que se hizo el año pasado y este, pudo existir un desajuste, debido a que había un mobiliario y una intención nueva”, declaró José Enrique Plata, de la distribuidora Surtidora Cultural.
Retos y cambios en la organización
Uno de los grandes retos, coincidieron los editores, fue ampliar y dar a conocer su trabajo. Como expresó Villate, “muchos proyectos son muy buenos haciendo libros, pero no necesariamente en comunicación”. Por eso, invitar a su público y a otras personas fue difícil, ya que la mayoría no ha consolidado una comunidad alrededor de su agenda.
Otra dificultad fue el cruce de la feria con la diversidad de eventos que se han venido desarrollando en este diciembre. Rocío Cely, editora de Sincronía Editorial, mencionó que en esta edición de la feria no hubo la misma afluencia de gente que en años pasados y que, de alguna manera, les tocó “competir” con el resto de la agenda cultural de la ciudad.
También existieron cambios notables en la organización, como la inclusión de nuevos proyectos emergentes que no habían participado en anteriores ediciones, así como la nueva distribución que se le dio a los proyectos según la temática en la que se inscribieron.
“En esta edición es interesante que nos hayan distribuido por temáticas, porque antes parecía ser más al azar. Esto ha permitido reflexiones sobre dónde encasillar proyectos diversos, lo cual ha sido un poco confuso para ciertas propuestas, pero sigue siendo importante esa pregunta por la etiqueta”, dijo Cely.
No obstante, otros participantes resaltaron que la división de los proyectos en dos pisos dificultó el acercamiento de los lectores, sobre todo para aquellas propuestas que se encontraban en la sección de abajo.
Esto fue mencionado por Patricia Mourraille, cofundadora de la revista infantil Cucú y, además, Plata, expresó que “a uno no le queda tiempo para ver todo lo que sucede alrededor”, por lo que el movimiento entre pisos obstaculiza el acceso de los lectores a todos los proyectos.
Las posibilidades que traen espacios como la Vuelta 2025
El panorama del sector editorial independiente fue descrito por Villate como una mezcla de retos y oportunidades. “Por momentos lo veo muy positivo porque no hemos tocado techo: nos faltan lectores y eso quiere decir que hay mucho por crecer”, dijo.
Sin embargo, también advirtió que muchos proyectos dependen de convocatorias y apoyos públicos que se han reducido en los últimos años, lo que pone en riesgo su sostenibilidad.
En ese contexto, ferias como La Vuelta cumplen un rol fundamental al propiciar el encuentro directo entre editores y lectores. “No se trata solo de vender libros, sino de sembrar lectores y de decirles directamente: esta es nuestra propuesta”, señaló Villate.
Ciencia ficción, libro arte, cómic, feminismos, literatura infantil expandida o libros sobre deporte convivieron en una oferta que buscó que el público volviera a las librerías durante el resto del año.
Para Osorio, el sector editorial independiente atraviesa un momento de gran vitalidad, aunque todavía está cargado de estereotipos. “Existe la idea de que las editoriales independientes son tres proyectos sacando pocos libros al año, y no es así. Es un mundo enorme, lleno de gente trabajadora que publica muchos libros, pero además libros cuidados”, afirmó.
Por otra parte, de acuerdo con Villate, la feria permitió observar de cerca la diversidad de proyectos que conviven bajo la categoría de “Independientes”. “No hay una definición categórica cerrada, pero sí hay una diferencia clave que tiene que ver con la formalización y la trayectoria”, explicó.
Mientras algunas editoriales llevan más de una década con ISBN, depósito legal y registro en Cámara de Comercio, otras operan como colectivos emergentes, fanzines o libros de artista que no necesariamente se rigen por esos marcos formales.
Por este motivo, Villate afirmó que “es bonito ver que un proyecto que lleva poco en el mercado, crea lectores y hace cosas no convencionales, al lado de uno que está afianzado desde hace muchos años”. A esto se suma el trabajo de organizaciones como la Cámara Colombiana de la Edición Independiente, que agrupa a más de 70 editoriales en el país.
Desde lo independiente, se ha construido un diálogo editorial que trasciende las fronteras nacionales y Osorio reconoció las posibilidades de etos puentes: “No se trata solo de libros colombianos, sino de traer autores mexicanos, argentinos, peruanos y de construir, desde estos catálogos, una nueva literatura latinoamericana”.
Los participantes coinciden en que ferias como La Vuelta siguen siendo espacios clave dentro del circuito editorial independiente, no solo por la posibilidad de circulación de libros, sino por el encuentro directo entre quienes los producen y quienes los leen.
En estos espacios, más allá de las ventas, se activan conversaciones, se construyen redes y se visibilizan proyectos que no siempre encuentran lugar en otros escenarios. “Un libro termina de devenir un libro cuando llega a un lector. Sin eso, no hay lectura” expresó Osorio.
Los editores, además, tienen la oportunidad de crear comunidad y conocer sus propios proyectos, impulsando una red y una comunidad de editoriales independientes. No obstante, todavía hay varios retos por enfrentar, para así dar una mayor visibilidad a este tipo de eventos, así como una mejor comunicación que pueda asegurar una mayor afluencia en un futuro.