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Luis Alberto “Peto” Restrepo: memorias del cine colombiano

En el marco del 8° Festival Internacional de Cine Ciudad de Itagüí, recientemente realizado, se le rindió un tributo a su vida y obra al cineasta Luis Alberto “Peto” Restrepo. El Espectador habló con él.

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Santiago Garcés Moncada, Gustavo Castaño y Especial para El Espectador
11 de octubre de 2025 - 09:33 p. m.
Luis Alberto Restrepo en pleno rodaje.
Luis Alberto Restrepo en pleno rodaje.
Foto: Raúl Soto/Cortesía Luis Alberto Restrepo
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Más de 35 años de trayectoria y una filmografía que no alcanza a verse en 100 horas hacen que el director Luis Alberto “Peto” Restrepo sea para la cinematografía nacional uno de los pilares de la historia de nuestro cine.

En el 8° Festival Internacional de Cine Ciudad de Itagüí, este maestro de la cámara y de la composición hizo un recorrido a lo largo de su obra fílmica desde la proyección del cortometraje “El curandero de Cocalito” y de las películas “La primera noche”, “Amigo de nadie”, “La Pasión de Gabriel” y “Bituima 1780”. Cada película contó dentro de la programación de este proyecto cultural con un conversatorio donde se abordaron temas de dirección de cine y televisión, escritura de guion y anécdotas personales que componen esas memorias del cine colombiano que pudo compartir con los asistentes al festival, aportando así a una propuesta de formación de públicos en la apreciación cinematográfica que busca resaltar el eslogan de “Colombia: Cine bien hecho. Cine no visto” que siempre ha acompañado a este festicine.

Esta entrevista es una provocación, un acercamiento más íntimo al hombre que halla su lugar en el mundo detrás del lente con el que nos ha heredado su forma particular de ver las cosas:

¿Qué son para usted los festivales de cine?

Los festivales de cine son para mí una oportunidad muy agradable para encontrarnos con la gente, con el público y, además, hace de los días de su programación un espacio ideal para ver películas de otras personas que no son fáciles de encontrar, o de coincidir, en los teatros. Es una ventana muy importante que le permite a uno realmente meterse en su profesión de una manera que no se presenta todos los días, de conocer nuevos realizadores y de encontrarse con los amigos para disfrutar del cine.

¿En qué momento se dio cuenta de que iba a ser director de cine y guionista?

Ese proceso fue una cosa muy lenta, en un momento dado, alrededor de los dieciséis o diecisiete años, empecé a tomar ese tipo de decisiones que lo llevan a uno a dedicarse a esto, empecé a sentir que me gustaba mucho este mundo del cine pero con apenas la claridad de un muchacho que se piensa el futuro; realmente, fue después, como a los dieciocho o diecinueve, que me propuse ser cineasta. En esa época intenté entrar a una escuela de cine que había en Polonia, muy importante para su tiempo, pues no había realmente escuelas de cine en el mundo, eran muy pocas. En Polonia concretamente había una muy interesante, pero no me admitieron, me pidieron que mostrara las cosas que había hecho y yo no había hecho nada, entonces hasta ahí llegó esa idea.

Pasaron varios años y empecé a hacer proyectos pequeños con los amigos de súper 8, y ahí, poco a poco, me fui metiendo y reafirmando en la decisión de que a eso me quería dedicar; pero fue un proceso largo, no fue así como una llamada del cielo que me abrió los ojos y me dijo “Que sea esto”, sino que poco a poco fui entrando en este mundo de la cámara y el libreto.

¿Aunque no fue una“llamada del cielo”, esta decisión incluyó algunos aplausos?

Claro que sí, al principio fueron los cortos que me gustaba hacer con los amigos, algo muy íntimo y experimental que terminábamos viendo solamente entre nosotros. El primero que realmente hizo bulla fue un corto que hicimos cuando tenía por ahí veintiuno o veintidós años: yo vivía en ese momento en una playa en el Chocó: todo eso lo mezclaba con una vida casi hippie que me gustaba llevar, entonces ese corto lo mandamos a un concurso en la Cinemateca Distrital y supe que generó mucha controversia, hubo gente que se sintió ofendida con él, y eso como que nos dio alas para hacer más cosas porque nos dimos cuenta de que la gente no quedaba indiferente a lo que hacíamos; pero no eran realmente aplausos, era más bien que generaban un fuego, una polémica y abrían el espacio para la pregunta.

¿Cuál era el título de ese corto?

Ese cortometraje todavía existe en súper 8, estaba basado en un cuento de William Burroughs, un escritor norteamericano, y se llamaba “Los dos últimos resplandores del crepúsculo”, y nosotros hicimos una versión en el barrio de la Macarena en Bogotá; es una historia muy grande, es la historia de un millonario que se muere y les deja su herencia a unos terroristas para que exploten el planeta, es una historia muy juguetona a la que le hice una versión pequeñita pero simpática.

¿Cuál fue el trabajo más profesional de ahí en adelante?

Después hice el cortometraje “Taxi”, que es una historia pensada en Nueva York y la hice en inglés; está basada en el cuento “Los perros, el deseo y la muerte”, de Boris Vian, un escritor francés con una estética muy atractiva; es un cuento como de una o dos páginas al que le hice una versión en video y se alcanzó a presentar en algunos bares en Nueva York; ahí sí sentimos que hubo una producción interesante. Antes de eso había hecho un corto en Bogotá que se llamaba “Maletas”, que duraba siete minutos y lo presentamos en un festival de cine en Nueva York y realmente generó muchas risas en el público; además fue muy bueno porque lo presentaron antes de una película brasilera importante, entonces era un teatro gigantesco como de ochocientas personas, y estaba lleno, sentí que fue algo muy particular porque una película que grabé aquí en Bogotá, jugando con los conceptos y las cámaras, la terminaron viendo en Nueva York ochocientas personas que la aceptaron fácilmente, dando como sello de aprobación las risas que surgieron entre el público. El corto se basó en un sueño que tuvo un amigo en torno a lo que sucede dentro de un bus de la ciudad.

Después de eso hice “El curandero de Cocalito”, que es un documental medio poético en el Chocó, en un pueblo que se llama Juradó, donde yo estuve viviendo. “El curandero de Cocalito” figuró entre los mediometrajes de FOCINE. En esa época de los años 80 hubo una producción muy grande de mediometrajes que FOCINE financió. “Cocalito” fue uno de esos y otro que hice que se llama “Con amigos”, que también es una comedia; este último fue muy particular porque Álvaro Gómez terminó escribiendo un artículo en El Siglo, donde se le notó ofendidísimo por esa comedia; esa fue la mejor recepción del público, porque el hecho de que un señor de ese talante se hubiera fijado en un mediometraje colombiano ya era mucho decir.

Después de eso me puse a editar largometrajes, edité “Rodrigo D. No Futuro”, hice otras cosas, hice comerciales, hice otros documentales, y muchos años después, en el 96, hice un primer largometraje para televisión que se llama “Bituima 1780”, que era parte de un proyecto que hizo Gabriel García Márquez, donde se pretendía hacer diez películas, de las que solo se hicieron tres, y esta es una de esas películas. Se ganó el Premio Midia de “Mejor largometraje para televisión hispanoamericana” en Madrid. Ya estaba haciendo televisión en ese momento, dirigiendo televisión y series. Hice mi ópera prima en el cine con la película “La primera noche”. La filmé en el año 2000, pero no la pude estrenar sino hasta el 2003, y a partir de ahí seguí haciendo películas, hice “La pasión de Gabriel”, y después “Amigo de nadie”, ese es como un poco mi recorrido cinematográfico.

Usted complementa su trabajo con la televisión, ¿se sufre más en el cine o en la televisión?

Los dos son trabajos muy fuertes. En el cine se sufre más, porque en el cine los trabajos son más personales, en el cine yo funciono como director pero también casi siempre como coguionista y coproductor o productor, por lo que termino asumiendo muchos roles. Yo siempre digo, mamando gallo, que la plata que me gano en la televisión la boto haciendo cine, y es una realidad, hacer cine es una cosa que uno deja todo ahí y es mucho más complejo. La televisión uno la hace con dinero de unas empresas grandes donde yo no tengo que pensar en plata ni nada de eso, sino en hacer bien mi trabajo como director; entonces en ese sentido es más sencillo. Hacer cine es hacer realidad proyectos que le llegan a uno más al corazón y en los que se deja todo lo que se tiene, no solamente la energía, sino el dinero, el tiempo, muchas cosas, pero que no solo recibe, sino que también da, pues allí se generan muchas más emociones, mucho más entusiasmo, muchas experiencias importantes. En televisión he hecho cosas que me gustan mucho también, de alguna manera creo que he sido muy exitoso en televisión porque me la tomo con mucha seriedad y la hago de la mejor manera posible, por eso he logrado hacer proyectos que han trascendido tanto.

¿Por qué escogió a nuestra actriz Ana María Sánchez, paisana aquí de Itagüí, para “La primera noche”?

Ah, porque Ana María es una actriz maravillosa; realmente la conocí en ese momento cuando hicimos ese casting, yo antes no la tenía tan presente, la había visto en teatro pero no en la pantalla. Realmente tenía la fisionomía y la edad exacta que yo quería en ese momento. Ana María es una de las actrices más importantes de su generación, para mí fue un placer trabajar con ella y quedé muy contento con su trabajo. Es un placer reencontrarme con Ana María acá en el Festival Internacional de Cine, en su ciudad natal, y recordar esos momentos agradables de “La primera noche” que tuvieron lugar hace más de dos décadas.

¿Llevas mucha técnica del cine a la televisión? ¿La televisión, en ejercicio de técnica, casi no le aporta mucho al cine, al revés sí?

Todo ha ido cambiando mucho, el cine y la televisión eran dos cosas muy distintas en la forma como se hacían: hace veinticinco o treinta años, cuando yo empecé a hacer televisión, técnicamente se hacían con equipos muy diferentes y con formatos distintos. Fuera de la diferencia técnica, en ese momento había otras cosas que las separaban porque la película era una cosa y el video otra, nos exigía también el hecho de que para hacer una película tenía cinco semanas y debía contar en ella una historia en hora y media, en cambio, en la televisión uno solo tiene tres días para sacar esa hora y media de material, entonces el tiempo que uno le dedique al material audiovisual a la hora de ponerlo en escena y grabarlo es fundamental en la calidad de lo que se hace.

Pero a lo largo de los años, especialmente a lo largo de los últimos años, de este siglo, todo se ha ido transformando técnicamente de una manera muy fuerte. Ahora casi todo el cine se hace con las cámaras con las que se graba en la televisión. Y entonces ya el noventa y pico por ciento del cine se hace con las mismas cámaras; por eso, actualmente la manera en la que haces una serie, por ejemplo la forma como yo hice “La vorágine” y “Cosiaca”, es la misma como hice la película “Amigo de nadie”, ahí la diferencia radica en que para hacer la hora y media de “Amigo de nadie” me gasté cinco semanas y para hacer los ocho capítulos de “La vorágine” tuve entre seis y siete semanas; existen grandes diferencias de tiempos, lo que influye mucho en la calidad del producto, pero realmente todo lo demás, técnicamente hablando, se ha homogeneizado: los equipos que tú rentas para hacer una serie de televisión en este momento son los mismos equipos que tú rentas para hacer una película. Esas diferencias terminaron perdiéndose gracias a la tecnología.

Ahora la diferencia real radica en la forma de tocar los temas. En el caso mío, cuando hago televisión, estoy haciendo unos productos donde pienso más en otros aspectos externos a la historia. Por ejemplo, en “La vorágine”, fue una serie que hice más pensando concretamente en hacerle un homenaje al libro y a José Eustasio Rivera, que pensando en llegarle a un gran público, y eso me lo permite el hecho de que era para televisión pública, un proyecto cultural; con “Cosiaca” pasa una cosa distinta; yo sabía que mi público era un público antioqueño y sí pensé en llegarles a todas las familias, en generar un producto que realmente uniera a todo el mundo independientemente de su clase social, que uniera a las familias para verlo, esa fue una de las cosas que tuvimos todo el tiempo en la cabeza con TeleAntioquia: hacer un producto que de alguna manera uniera a todo el mundo para ver algo, una meta que no es fácil de lograr porque uno hace cosas que las ve un nicho más cerrado de personas. En el cine, cuando hice “Amigo de nadie”, yo no estaba pensando en el público, sino en contar una historia que a mí me parece importante que la gente vea, por eso es que son cosas diferentes el cine y la televisión.

A sus veinte o veinticinco años, ¿a qué director del cine internacional se quería parecer usted o le quería rendir algún homenaje?

Yo no me fijo mucho en eso, uno no siempre hace lo que uno quiere o lo que admira. A mí, por ejemplo, me fascinaban varios directores como por ejemplo Emir Kusturica, pero nunca hice nada parecido a sus cosas; de hecho, yo intenté hacer varias veces proyectos que tenían unos estilos con algo de similitudes a ellos, en dirección a una especie de realismo mágico, tema muy complejo en el cine. A mí lo del realismo mágico me fascina, yo nunca intenté hacer nada de ese estilo, pero sí intenté hacer varias comedias negras y no lo logré, pues el hecho de que el cine que uno hace como director lo haga en Colombia tiene mucho que ver; prácticamente para hacer una película en Colombia se necesita el apoyo del Ministerio, y ese apoyo se lo gana uno es en los concursos, algo muy difícil con ciertas temáticas como la comedia negra.

En los concursos es más fácil ganar con un drama, porque un drama tiene una lectura más clara y cuando tú escribes un drama la gente lo lee y entiende de qué se trata, cuando tú escribes una comedia eso tiene una doble lectura, porque una cosa es una comedia escrita y otra cosa es una comedia puesta en escena. Ahí es más difícil que uno gane premios con comedias, a menos que sea muy claro que está dirigida a un gran público y la comedia negra no es necesariamente de gran público por su característico tono fuerte.

¿Cuál ha sido la mejor película colombiana que ha visto en su vida?

A mí esas preguntas me parecen difíciles de manejar, a mí me gusta mucho “Rodrigo D. No Futuro”, donde yo participé, pero no tiene nada que ver con mi participación el gusto y el aprecio que le tengo, sino por los resultados. Me parece que esa película es tal vez la más importante que se ha hecho en Colombia, diría yo; a mí me gustan mucho las películas de Víctor, él sigue teniendo la cinematografía más contundente que hay en Colombia y yo creo que van a pasar muchos años antes de que alguien logre elaborar una cinematografía tan importante como la de Víctor, sus cuatro películas son muy buenas y abordan aspectos muy interesantes.

Hay muchas otras obras que me gustan, me gusta la película de Jorge Alí Triana que está basada en “Tiempo de morir”, me gusta mucho también “Cóndores”, “La gente de la Universal”, he visto en los últimos años películas muy atractivas, vi ahora esa película de Simón Mesa sobre los poetas, me pareció muy simpática, me gusta mucho ese tipo de cine; también me gustó mucho esa película “La jauría” de Andrés Ramírez que fue hecha en el Tolima, la cual sucede en una cárcel con unos muchachos del campo. Hay varias películas importantes en Colombia, me parece, pero si hay que rescatar alguna, yo creo que la obra de Víctor Gaviria es la más interesante, desde mi punto de vista.

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