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Nietzsche, un hombre muerto contra el mundo (Obras inconclusas VIII)

En esta octava entrada de la serie sobre las obras inconclusas, nos adentramos en algunas de las difamaciones de las que fueron objeto la obra y la vida de Friedrich Nietzsche, sobre todo después de que lo internaran en un sanatorio mental, a principios de 1889, y de su muerte, el 25 de agosto de 1900.

Fernando Araújo Vélez

10 de noviembre de 2025 - 01:00 p. m.
Un escritor de panfletos llamado Samuel Roth fue el primero en difundir el rumor de un amor incestuoso entre Nietzsche y su hermana Elisabeth.
Foto: Wikicommons
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Durante los años de mil ochocientos cincuenta y sesenta, Friedrich Nietzsche era para su hermana Elisabeth una especie de encarnación de la sabiduría y la genialidad. Lo admiraba, trataba de comprender cada una de sus palabras y acciones, y cada día que pasaba se convencía más de que tenía un lugar entre los inmortales de la humanidad. Pasados más de ochenta años, en 1951, un judío que editaba panfletos y escribía escándalos, llamado Samuel Roth, publicó un libro firmado por Nietzsche en el que aseguraba que había escrito en su “Ecce Homo” un capítulo en el cual admitía sus amores incestuosos con Elisabeth. La tormenta se desgajó y el señor Roth acumuló más y más dinero.

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El texto de promoción, según un artículo de Daniel Arjona publicado en febrero del año 2020 en “El Confidencial”, decía: “El chico que se crió en una casa llena de mujeres sin hombre. La extraña relación entre Nietzsche y su hermana, acallada durante cincuenta años y revelada por fin en la confesión del propio filósofo. La historia de un hermano famoso y una hermana pequeña aterradoramente ambiciosa que crecieron amándose físicamente desde niños y siguieron amándose de adultos, excluyendo a todos los demás hombres y mujeres. Basta con leer unos fragmentos de este libro apasionante para darse cuenta de por qué ha sido silenciado todos estos años”.

Unas líneas más adelante, el folleto publicitario afirmaba: “Llanamente y con pavorosa seriedad, el mayor filósofo del siglo XIX relata cómo cayó poco a poco en esa trampa amorosa extremadamente arriesgada que le impidió casarse y que llevó al suicidio al marido de su hermana. MI HERMANA Y YO fue escrito en un manicomio en Jena. Sin duda era su venganza deliberada contra su familia por haberle impedido publicar una confesión anterior y mucho más moderada titulada ‘Ecce homo’, que no apareció hasta diez años después de su muerte. MI HERMANA Y YO tuvo que aguardar más de cincuenta años porque no podía hacerse público hasta que todos los actores de este Gran Drama hubieran fallecido”.

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Todo lo que Roth escribió fue desmentido con evidencias de sus cartas y sus textos una y otra vez por varios de los biógrafos de Friedrich Nietzsche. Sin embargo, la difamación dejó interrogantes e ideas en el aire, y muy a pesar de que a Samuel Roth lo hubieran obligado a retractarse de sus escandalosos escritos, y de que en algunos casos lo hiciera, ya había lanzado sus dardos. Luego de que Elisabeth Förster editó y tergiversó gran parte de sus apuntes e ideas, y de que por ello y uno que otro invento varios intelectuales adeptos al nazismo hubieran pretendido hacer del pensamiento de Nietzsche un pensamiento nacionalsocialista, ario, y demás, aparecieron las insinuaciones sobre sus amoríos con ella.

Ni recluido en una clínica psiquiátrica, ni confinado al ostracismo en una habitación del archivo sobre su obra y su ser que Elisabeth había fundado, ni muerto y muy muerto y enterrado, Nietzsche era libre. Él, que había escrito que ya no aspiraba a su felicidad sino a su obra, era víctima de su obra, aunque entre su hermana y los colaboradores que había contratado para clasificar sus libros y pensamientos la hubieran acomodado. Pasados algunos años, Elisabeth Förster-Nietzsche fue acusada por una ola de estudiosos de su hermano que quisieron marcar una profunda distancia con respecto al nazismo, y sacaron a relucir parte de su historia antisemita y nacionalista, potenciada por su matrimonio con Bernard Förster.

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Lo había conocido en la casa de Richard Wagner, entre la gente que iba y conversaba y escuchaba al maestro, a quien durante unos años Nietzsche tuvo como referente, pero de quien se alejó a finales de los años 70, según lo reseñó Werner Ross, autor de “Nietzsche, el águila angustiada”, con una frase que escribió en sus apuntes de “Richard Wagner en Bayreuth”, y que decía, “La vida de Wagner, vista desde muy cerca y sin amor, tiene en sí mucho de comedia, de una comedia curiosamente grotesca”. El 15 de octubre de 1914, y luego de rebuscar borradores de borradores y memorias de memorias, y para conmemorar los 70 años del nacimiento de su hermano, Elisabeth publicó un libro que tituló “Wagner y Nietzsche en el tiempo de su amistad”.

Cuando Nietzsche conoció a Wagner quedó fascinado por él y su esposa, Cosima, y ellos con él. Pasados los días, los meses, era común que se encontraran y conversaran en su casa de Tribschen, incluso, que debatieran. Homero y Platón, El Renacimiento, Goethe y Schiller, Alemania y Germania, la filosofía y la música y la filosofía de la música. Con el tiempo, Wagner le asignó tareas a su joven amigo. Que le arreglara la biblioteca, que enviara a empastar sus libros, que los catalogara, que llevara a Correos una carta, que escribiera una respuesta, que comprara los periódicos. Incluso, pretendía que fuera el tutor de su hijo Siegfried. Entre tantas demandas y tan pocas ofertas, Nietzsche se fue hastiando, y en medio del hastío, dejaron de parecerle tan maravillosas las ideas del maestro.

Poco a poco iba dándose cuenta de que los rumores que aparecían publicados y hablaban del lujo de Wagner, de su harén, de su amistad con el rey de Baviera, su perversa influencia hacia él y su manía de mirarse al espejo por horas para tratar de parecérseles a Goethe o a Schiller no eran tan rumores. Algo de verdad había en ellos. Luego llegaron las habladurías sobre los amores y desamores de Nietzsche con Lou Salomé, la insidia de su hermana Elisabeth, y todo aquello quedó disfrazado de un ropaje de ideas. Nietzsche decía que Wagner era demasiado pragmático, que lo que más le interesaba en la vida eran su posición y el dinero. Él volaba con su “superhombre”, con su idea de superar las mezquindades, de crear, pese a todo y a todos, y por lo tanto, con la libertad.

Wagner marcó a Barnard Förster, con quien Elisabeth se casó, y Förster influyó en ella. Para los tres, y cada uno a su manera, el fin justificaba los medios, y el fin era una Alemania unida, impoluta, aria, y alejada de los judíos. Pasados varios años de la muerte de su marido, y de la de Nietzsche, Elisabeth creó “La voluntad de poder” y la firmó con el nombre de su hermano. Después, sin ambages, recibió en una obra de teatro coescrita por Benito Mussolini un ramo de rosas rojas de Hitler, quien se lo entregó en persona. Si antes había dicho que Hitler era una moda y sólo eso, luego declaró que el entonces canciller era el futuro. Las ideas del “superhombre” y de “la voluntad de poder” comenzaban a ser adoptadas por el aparato nazi, hasta el punto de que “Así habló Zaratustra” era y fue el libro más leído por los soldados alemanes.

Por Fernando Araújo Vélez

De su paso por los diarios “La Prensa” y “El Tiempo”, El Espectador, del cual fue editor de Cultura y de El Magazín, y las revistas “Cromos” y “Calle 22”, aprendió a observar y a comprender lo que significan las letras para una sociedad y a inventar una forma distinta de difundirlas.fernando.araujo.velez@gmail.com
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