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La retrospectiva de Juan  Fernando Herrán en el Museo de Arte Miguel Urrutia (Reseña)

El maestro Herrán nos da la libertad a los espectadores de recorrer nuestra historia de acuerdo con nuestros intereses en cada uno de los temas o momentos en que desarrolla su trabajo.

Enrique Uribe Botero, especial para El Espectador

15 de noviembre de 2025 - 01:26 p. m.
Juan Fernando Herrán prepara sus obras para la retrospectiva "Materialidades y Constelaciones", que estará abierta hasta el 1 de diciembre de 2025 en el Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) del Banco de la República.
Foto: Cortesía del Museo de Arte Miguel Urrutia
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A lo largo de su cuidadosa y larga carrera, Juan Fernando Herrán nos ha mostrado a través de sus trabajo un profundo interés por la historia diría social y política de nuestro país. Lo ha hecho con una enorme sensibilidad, respeto y aprecio por los protagonistas de este estratégico y, tal vez por eso mismo, golpeado terruño.

Los trabajos que expone en el Museo de Arte Miguel Urrutia (MUMA) nos los muestra de manera muy personal. Empecemos por decir que en una retrospectiva es común que las obras se expongan en sentido cronológico. No es el caso del maestro Herrán: él nos da la libertad a los espectadores de recorrer las distintas salas del MUMA y así recorrer nuestra historia de acuerdo con nuestros intereses en cada uno de los temas o momentos en que desarrolla su trabajo. Son obras que empiezan durante su proceso de formación en Inglaterra y en las que hasta sus últimos trabajos bien podemos ver un hilo conductor, sin que de ninguna manera signifique una secuencia.

Ese hilo conductor sin lugar a duda es el hábitat, el hogar, el lugar o el territorio que desde cualquier punto de vista es el eje a partir del cual nos cuenta sus historias, o más bien, nuestras historias. Podríamos empezar por lo que de nosotros nos quiere decir Herrán desde el lecho en el que dormimos; nuestro primigenio refugio en el que pasamos la tercera parte de nuestras vidas. Lo hace el artista mediante una instalación compuesta por 9 camas, una dentro de la otra, que empieza por un pequeño colchón tendido en el piso, sigue por un catre plegable, luego una estrecha cama de un material imitación madera y así 9 estructuras, una dentro de la otra, hasta llegar a una cama doble de una fina madera con un espaldar cuidadosamente tapizado en cuero. Una instalación en la que cuentan el tamaño, los materiales y la ornamentación para hablarnos de nuestra sociedad. En resumen, una cama en la que cabemos todos los colombianos.

Vemos también en la exposición sus trabajos hechos en Europa durante su etapa de formación, en los que desde ya se ve el interés del artista por nuestro hábitat; en Londres empieza por el final; se mete Herrán en los desagües subterráneos de las cañerías de la ciudad escudriñando nuestros desechos, y, con algunos materiales que en ellos encuentra, construye una esfera a la que hace flotante, la tira al mar; la que siguiendo las corrientes del agua y el viento cuidadosamente expresadas en toda una pared del museo, concluye que esta esfera deberá terminar en Cuba. También se adentra el maestro Herrán en Francia en las ruinas de lo que fue una ostentosa residencia y registra su proceso de deterioro acompañado por los cambios de uso y modificaciones que estos cambios exigieron en la estructura y ornamentación, proceso que es narrado en el video con la voz de una de sus antiguas habitantes. En esta obra vemos cómo nuestro hábitat se va expresando y adaptando a las nuevas formas de vida y paulatinos procesos de cambio de una sociedad, además de en lo íntimo, también en lo público. Escribiendo desde el arte no solamente la historia de la arquitectura y el urbanismo, sino de la sociedad que la habita.

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En una ocasión, recorriendo territorios en Inglaterra, se encontró Herrán con un bello y extenso campo de flores rojas. Una vez más, los lugares, siempre los lugares, nuestro entorno y lo que, de él, el artista nos cuenta con su obra. Amapolas que de inmediato llamaron su atención, acrecentada pocos días después. Un once de noviembre en las calles de Londres se encontró con un desfile de veteranos de guerra engalanados todos ellos con una flor de amapola en la solapa; con ella en el corazón, conmemoraban el fin de la primera guerra mundial. Un renacer. Hecho que despertó su interés al hacer la comparación de este símbolo de vida con la flor maldita de la que tanto se ha especulado y que a la vez tanto nos ha servido alrededor del mundo desde la prehistoria. Ninguna planta es mala por naturaleza; lo es el uso que se le da, nos diría el padre Enrique Pérez Arbeláez, autor del emblemático libro Plantas útiles de Colombia. Esta relación que hace el artista de la flor con la conmemoración coincide con el origen de la celebración misma. En Holanda crecían amapolas silvestres entre las tumbas de los soldados caídos, bella imagen que inspiró al poeta y coronel del ejército John McCrae a escribir los versos que motivaron a evocar la fecha. En los campos de Flandes florecen las amapolas /entre las cruces, fila tras fila.

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Me llamó especialmente la atención su serie Escalas y modalidades de vuelo. Partiendo de la base que además de ser las escaleras un articulador de espacios, son todo un lugar; pensemos por ejemplo en la escalinata del Paláis Garnier -La ópera de París-, indispensable para acceder a los palcos, pero más que eso, todo un lugar pensado no solamente para ser recorrido sino como una escenografía en sí misma. Constituyen sin duda el corazón del edificio.

O las escalinatas que diseñó el arquitecto Rogelio Salmona en el Parque de la Independencia en Bogotá detrás del Planetario Distrital, que en palabras de la escritora Carolina Sanín son más una estancia o lugar de contemplación que una vía de comunicación: Huella y contrahuella se llaman, respectivamente, la parte horizontal y la parte vertical de un escalón. Podrían llamarse asiento y espaldar.1 A mí, este lugar me hace pensar en los versos del poeta catalán Josep Carner: yo subiré, sin rellanos de espera por el camino del alba huidiza/ por un tramo de escalera que no conduce a nada… 2 También en diferentes escenarios las escaleras han representado poder y jerarquía social.

Asombroso cómo estas series nos revelan realidades sociales. Estamos localizados en las partes más empinadas e inestables de la Comuna Nororiental de Medellín, donde la tierra es de más difícil acceso y, por ende, de más bajo costo, amén de ser estratégica para dominar el territorio y dificultar el acceso de autoridades o enemigos. Como si se hubiera creado para la formación y lugar de habitación de fugitivos. Que no quede duda, el entorno o lugar que habitamos forma seres humanos. En esta serie vemos todo tipo de estructuras para el desplazamiento vertical que por sus formas, recorridos y dimensiones, difícilmente se podrían llamar escaleras, aun cuando cumplen la función de acceder a niveles superiores; estructuras que el artista documentó y resumió en una interesante pieza -Progresión- en la que se muestra cómo según nuestro estrato económico, mediante materiales y proporciones, superamos la diferencia de niveles y revelamos nuestra posición socioeconómica.

Apoyado de un histórico video, con esta serie nos invita Herrán a conocer a sus habitantes y formas de vida. La mayoría de ellos no debe sobrepasar los 35 años, su actividad económica principal deriva de la violencia y sus “herramientas de trabajo” son las motos y las pistolas. Las primeras se convierten en fetiches, con toda clase de decoraciones y modificaciones, amén de ser a la vez armas de seducción de mujeres. Pareciera que es tan excitante para ellas ver a sus vecinos haciendo piruetas en las motos como a los pilotos de las mismas. Son fantasmas que recorren estrechos callejones a gran velocidad; especialmente en la noche y cuya presencia nos muestra el artista en excelentes fotografías. Fantasmas. El video recoge testimonios de los protagonistas o héroes de esta puesta en escena, testimonios que solamente puede lograr una persona que a través de los años y con una empatía, tacto, respeto y paciencia, entre otras virtudes, como las que debe tener un buen artista plástico como lo es Juan Fernando Herrán.

En segundo piso, sector de acceso a las salas, se ven expresivas fotografías de una compleja y sólida estructura en madera con la que se construye ese especial lugar que es una montaña rusa. Un lugar para experimentar vivencias y sensaciones. Sensaciones intensas de momentos felices y tristes, de miedo, de inseguridad, de arrojo, entusiasmo y decepción. Sensaciones que siente el espectador con solo ver las fotografías de estas estructuras. En este principal punto del edificio3 y por esa misma razón, con acierto localiza el artista su instalación Espina dorsal, que leo como un compendio de lo visto en los accesos a las viviendas de la Comuna nororiental de Medellín. Se trata de un maravilloso espacio de triple altura compartido con un vacío de similares proporciones que da como resultado un volumen interior de gran riqueza espacial, coronado con un juego de dos hileras de seis ventanas cuadradas cada una, con una maravillosa vista y conexión con la ciudad hacia el occidente; en desafortunada hora desaparecidas en el interior, por haber sido cubiertas dejando el muro inerte, sin ningún sentido espacial.

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Detalle de la serie "Escalas y modalidades de vuelo", parte de la Retrospectiva de la obra de Juan Fernando Herrán en el Museo de Arte Miguel Urrutia, del Banco de la República.
Foto: Cortesía del Museo de Arte Miguel Urrutia

Ventanas a las que el doctor Miguel Urrutia, creador del Museo, se refirió como Lo único que uno tenía que hacer es subir las escaleras del proyecto de Enrique y ver las ventanas que daban sobre la Candelaria. Las solas ventanas sobre la Candelaria lo convencían a uno de que sí había funcionado la integración entre el barrio y el edificio4. Algo similar sucedió con los balcones que en los extremos del hall presiden el espacio de manera simétrica, a los que se les cambió el expresivo y característico rojo Triana por una insustancial pintura blanca. Son el tipo de acciones comunes en los edificios públicos, modificaciones que se hacen sin que se logre saber en qué momento, quién y por qué las tomó. En este caso la pérdida fue enorme para el edificio. Lo mismo sucedió con las cuatro ventanas que en la sala del tercer piso miraban al sur. Se desaparecieron en el interior. Qué bueno sería recuperar el edificio en su integridad.

En la serie Tierra incógnita, un juego de piedras construidas en un material ligero pero recubiertas con láminas de plomo, con la textura de una roca y el color del plomo que les da una solidez aumentada, como se espera de una piedra y más. El volumen aproximado de éstas puede ser el de un cubo de 80 cms de lado cada una. Se crea también en esta instalación un lugar, ya sea con el conjunto de piedras o con solo una de ellas. Es frecuente en diferentes paisajes que las piedras, por su solidez y permanencia, se conviertan en punto de encuentro, de referencia, de descanso o de interés paisajístico y, por supuesto, se constituyan en lugares. Lo han sido alrededor del mundo y a través de la historia. No olvidemos que fueron las piedras los primeros guardianes de nuestra memoria, de la necesidad de dejar huella, de narrar; fue en ellas donde el homo sapiens dejó constancia de su existencia mediante signos y diferentes petroglifos.

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Cierro este escrito con una serie que bien puede contener lo que nos muestra la exposición toda. Campo santo y que es a mi modo de ver la que nos cuenta nuevas historias sobre formas de vida y comportamientos de una comunidad y en la que se ve la importancia que los lugares, ya sean los creados por nosotros o los que nos da la naturaleza, para la construcción de sociedad, costumbres y creencias. En esta obra se conjugan ambos. En este lugar se recrea lo que se vive y se conmemora en un cementerio, sin que en el sitio haya restos humanos. Único en el mundo. Aquí literalmente se rememora a quienes ya no están. Un cementerio efímero. Cada semana es una nueva cruz en un nuevo punto del campo puesta por los mismos deudos para invocar a sus seres queridos. Es un acogedor lugar en alguna parte del bosque que los deudos de una persona fallecida visitan con alguna frecuencia y donde ponen una frágil cruz construida en el sitio con dos pedazos de algún arbusto o rama de un árbol amarrados de manera improvisada con lo primero que se tenga a mano. Un sitio que, por las uniformes características de quienes son representados, une a sus deudos y convierte al lugar en un punto de encuentro. Crea comunidad. No pasa en otro cementerio. Los cementerios no son lugares para crear comunidad. Este sí lo es.

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1 Emoción, ética y comunidad Residencias el Parque 50 años 1974-2024

2 Poema denominado Ausencia.

3 Obra de los arquitectos Enrique Triana y Juan Carlos Rojas, distinguido con el primer premio en la XIV Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito y como mejor proyecto arquitectónico en la XX Bienal Colombiana de Arquitectura.

4 Entrevista de Gabriel Ossa y Enrique Uribe en septiembre del 2021

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Por Enrique Uribe Botero, especial para El Espectador

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