En un pueblo merodea la leyenda de una extraña bestia que se alimenta de mujeres. Ya son varias las que han desaparecido. Con frecuencia la comunidad se reúne a orar por ellas, pedir que vuelvan y sostener sus fotos para intentar recordarlas. En un ritual luminoso, como un bálsamo que alivia la angustia, repiten todos al unísono: “La memoria es lo único que nos queda”.
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Si no ardemos, cómo iluminar la noche es el primer largometraje de la directora costarricense Kim Torres donde aborda temas como el feminicidio y la violencia basada en género. Después de los reconocidos cortometrajes Solo la luna comprenderá (2023) y Luz Nocturna (2022), estrenados en Locarno y Cannes respectivamente, la realizadora tica estrena su ópera prima en el Festival de San Sebastián en la sección New Directors.
Si no ardemos, cómo iluminar la noche cuenta la historia de Laura, una joven de trece años que se muda de San José debido al trabajo de su madre. Ahora debe adaptarse a su nueva vida en un pueblo en medio del bosque y asediado por el calor abrasador del trópico. La película está llena de padres ausentes, hombres maltratadores y hogares resquebrajados. La violencia de género se cuela silenciosamente entre un plano y otro. Sin embargo, nada se dice de forma explícita. En su lugar, la directora narra a través de pequeños gestos y sutilezas que llevan al espectador a conjurar lo que allí ocurre. Las miradas incómodas y los silencios entre los personajes son algunas de las herramientas que utiliza.
Daniela, la mejor amiga de Laura, ha desaparecido. La forma en la que se filma al novio, hace creer que él puede ser el responsable. La cámara le tiene miedo, no se acerca y su rostro permanece siempre en las sombras. Nunca se dice nada sobre su presunta culpabilidad, sin embargo, es la mirada temerosa de Laura la que lo delata.
La directora mezcla con sutileza la fantasía y la tradición oral para explicar los fenómenos sociales que ocurren en el pueblo. Explica la extraña desaparición de mujeres a través de la leyenda de una bestia de pelo morado que habita en el bosque. Este carácter sobrenatural se refuerza mediante el diseño sonoro. El cual, se sumergen en la profundidad de esta de esta selva espesa y genera una atmósfera de ensoñación. Todo el bosque es filmado con gran sensibilidad. Aunque está rodada con una cámara digital, la fotografía intenta emular el material fílmico, lo que hace una imagen llena de texturas y pequeños destellos de luz.
A pesar de no ser creyente, Laura acude a Dios. En una de las escenas más conmovedoras de la película, suplica en silencio que por favor regrese su amiga. Sin embargo, es imposible saber si sus plegarias fueron escuchadas por el cielo. Con un final abierto e irresuelto, son varias las incógnitas que quedan presentes en esta historia. La película cierra con un plano de Laura de espaldas mirando el río. Implora misericordia ante los misterios de esa selva que le ha arrebatado a Daniela, y se ha llevado a decenas de mujeres desaparecidas.
Corte a negro. Aparece en titilantes letras azules el título de la película. En medio de los interrogantes y la ambigüedad de lo qué pasó, el título se convierte en una sentencia: si no ardemos, cómo iluminar la noche. Una noche en la que no hay certezas y la violencia se esconde detrás de extrañas bestias. No hay otra forma de iluminar sino a través del fuego colectivo, del calor que emana la lucha y la juntanza. Quizá solo así aparecerá Daniela y podremos encontrar a todas las que faltan.