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A finales de octubre volvieron las grandes puestas en escena al Teatro Nacional, en su sede de La Casa del Teatro, con el estreno de El pato salvaje, una versión de la obra original de Henrik Ibsen a cargo de Robert Icke, el director inglés conocido como “la gran esperanza del teatro británico”. El montaje es dirigido por Sandro Romero Rey y cuenta con un elenco de artistas escénicos de amplia y reconocida trayectoria nacional.
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“Los clásicos se interpretan y se adaptan a través del tiempo porque hablan de la condición humana, y ese es un tema fascinante que trasciende a través de todos los tiempos”, dice Sandro Romero Rey, escritor, dramaturgo y cinéfilo. Icke es un niño genio del teatro contemporáneo que goza de reconocimiento mundial. Con este montaje, La Casa del Teatro Nacional reactiva oficialmente su programación.
Sigue a El Espectador en WhatsAppLa exigencia teatral de la obra requería un reparto de gran trayectoria que respondiera al exigente texto: Bernardo García, Giancarlo Mendoza, Fernando Pautt, Myra Patiño, Manuela Salazar, Carlos Alberto Pinzón, Luisa Guerrero y Andrés Caballero les dan vida a las dos familias: los Woods y los Ekdal. Gregory Woods y James Ekdal se encuentran cuando son adultos y, en medio de las rememoraciones de su juventud, van liberando verdades que como una bola de nieve crece y expone la fragilidad de la aparente felicidad y estabilidad de sus vidas cotidianas.
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“Para la Fundación Teatro Nacional, era necesario reabrir las puertas de sede de La Casa del Teatro con una obra de gran disciplina teatral y otras miradas sobre los clásicos como El pato salvaje, porque es en esta sede donde les apostamos a las nuevas poéticas y necesitamos volver a la magistralidad del teatro. La obra dura dos horas y quince minutos. Es necesario para nosotros volver al quehacer teatral”, comenta Leonor Estrada, directora de La Casa del Teatro Nacional.
La historia gira en torno a Gregory (Giancarlo Mendoza), quien regresa a su casa después de catorce años de ausencia y está empecinado en poner al descubierto verdades guardadas y mentiras ocultas de las personas de su pueblo natal y su familia. Gina (Myra Patiño), una de sus protagonistas, lleva la carga de un secreto que, tarde o temprano, terminará acabando con su entorno. Gregory, sin darse cuenta ni sentirse responsable por ello, va desatando fuertes emociones a su alrededor que desencadenan una tragedia. Una adolescente inocente (Manuela Salazar) se sacrifica para que el matrimonio de sus padres, construido sobre mentiras, alcance la redención.
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El pato salvaje representa la cima del teatro de Ibsen por la ironía de su expresión, su tensión dramática y su simbolismo, que se abre a múltiples lecturas. Esta versión dirigida por Sandro Romero Rey es diferente en cuanto a la destrucción de la cuarta pared, que separa al espectador de lo que sucede en el escenario.
“Es interesante ver la forma como una obra del siglo XIX dialoga con nuestros tiempos. En este montaje los actores hablan con el público y reflexionan sobre lo que sucede en la obra, a diferencia del original, donde el espectador desempeñaba un papel voyerista donde solo se sentaba a ver lo que sucedía”, comenta el director.
La producción con el sello Teatro Nacional cuenta con una puesta en escena innovadora y vanguardista, donde la luz es una protagonista fundamental que transforma el escenario, a veces en la ruina en la que viven sus personajes, y a veces en un océano lleno de nostalgia y poesía. Su creación está a cargo del director de artes escénicas Pablo Restrepo, mientras que la música, que implementa sutiles sonidos electrónicos y piano, fue compuesta por el joven músico y actor David Loaiza.
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“Yo creo que para volver al teatro después de la pandemia requerimos una obra que conjugue todos los lenguajes: una exigencia teatral, un trabajo escenográfico innovador, una música que transporte al público y un juego interesante con la luz, para que el ensamble de estos elementos haga vivir a los asistentes una experiencia completa”, concluye Sandro Romero Rey.