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Juan Carlos Higuita, ocho universos en un violín

El nuevo disco del violinista colombiano, titulado “8 mundos”, lo confirma como uno de los grandes intérpretes de música contemporánea en Colombia.

Irene Littfack
09 de abril de 2022 - 02:00 a. m.
Juan Carlos Higuita se ha caracterizado por su  apuesta por la música de nuevos creadores de Colombia y Latinoamérica.  / Archivo particular
Juan Carlos Higuita se ha caracterizado por su apuesta por la música de nuevos creadores de Colombia y Latinoamérica. / Archivo particular

El violín de Juan Carlos Higuita es infinito. Lo es tanto como los universos musicales que explora en este cuarto disco solista, titulado 8 mundos. Y es que las ocho piezas que abarca esta producción no conocen límites técnicos, sino que descubren posibilidades sonoras que retan al intérprete a expandirse, transformarse y crear atmósferas musicales que antes desconocíamos.

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Si hay algo que caracteriza la labor artística de Higuita es su apuesta por la música de nuevos creadores de Colombia y Latinoamérica. Así lo confirma su álbum inmediatamente anterior, Paisajes sonoros, en el que dialogan nueve plumas suramericanas, y así lo reafirma este reciente trabajo que reúne a ocho compositores colombianos, escogidos por convocatoria del Círculo Colombiano de Música Contemporánea en 2020.

El álbum 8 mundos es un muestrario de las tendencias compositivas de las últimas dos décadas y, en mayor medida, de los últimos cuatro años. Cada obra es un mundo particular y único, con su respectivo ambiente sonoro, su propia lógica formal y sus exploraciones tímbricas. Aunque todas las piezas son distintas, su lenguaje contemporáneo comparte rasgos como el desvanecimiento de las líneas melódicas, sustituidas por una búsqueda de texturas y timbres extremos del violín, así como instantes de gran riqueza rítmica.

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El disco abre con “Dolor paterno en fa#”, de Santiago Barbosa (1985), una obra escrita en La Habana (Cuba) en el año de la pandemia e inspirada en el capítulo 17 de Rayuela, de Julio Cortázar. La pieza tiene un motivo rítmico enérgico sobre el cual se desarrolla el discurso, más bien fragmentado, en el que Barbosa explora la doble cuerda y juega con armónicos y articulaciones incisivas.

En contraste, la siguiente obra del disco es “Mechanical Resonances”, de Camilo Méndez (1981), en la que juega con la capacidad del intérprete por producir sonidos metálicos y eléctricos que parecieran estar mediados por un sintetizador o provenir de otra fuente. Lo mismo sucede con “Metamorphose”, de Carlos Cárdenas (1985), una pieza en la que es prácticamente imposible determinar la fuente del sonido e identificar el violín en su introducción, pues prima un timbre airoso y percutido que luego se transforma en uno metálico y rasgado que pareciera provenir de otra galaxia.

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En esa misma línea está la obra “Verschieierte Spiegal”, de Juan Camilo Vásquez (1984), inspirada en las ideas de Jorge Luis Borges sobre cómo los espejos deforman la realidad. Así, mediante un diálogo entre los sonidos naturales del violín y el universo de los armónicos, logra representar esa transfiguración de la realidad.

En una dimensión quizá más familiar, está la obra “Un géminis arrebatado”, de Javier Castañeda (1983), con la que cierra el álbum. Esta pieza parte de gestos rítmicos tomados del bambuco, pero explota una sonoridad alejada de la tradición que expande, al igual que las demás obras, la paleta tímbrica del violín.

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Higuita consigue sin reparo todas esas posibilidades sonoras que exigen las composiciones escogidas, mostrándonos, una vez más, su gran capacidad técnica. Su abanico de sonidos y técnicas extendidas, así como el dominio de la estética contemporánea le dan forma al discurso contrastante de estos mundos musicales a los que se suman las obras de Tomás Díaz Villegas (1990), Jesús Buendía Puyo (1996) y Daniel Leguizamón (1979).

El álbum está estructurado por el número ocho: es la cantidad de piezas incluidas en el álbum, que a su vez le da título al disco, y todas ellas, excepto una más corta, tienen una duración de ocho minutos. Si hay algo mágico en los títulos de un libro, un álbum o una pieza es descubrir —u otorgarles— significados profundos. No hay que olvidar que el ocho es considerado el número del equilibrio cósmico y que, escrito de forma horizontal, simboliza el infinito. De la misma forma, el violín de Juan Carlos Higuita traza y representa la infinidad de proezas de estos universos sonoros.

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La obra 8 mundos, producto de la convocatoria del Círculo Colombiano de Música Contemporánea, grabado, editado y mezclado por Luca Gardani, diseñado y diagramado por Viviana Guachetá y producido por Klassic Cat, marca un hito en la historia de la música contemporánea en Colombia, no solo por su calidad, sino por el esfuerzo de reunir compositores actuales y producir, de forma independiente, un trabajo que marca un precedente para creadores, intérpretes y productores.

Por Irene Littfack

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