“No he salido del clóset en mi colegio, porque cuando alguien dice que es homosexual, le abren un proceso disciplinario y le obligan a ir al psicólogo”, dijo una estudiante bisexual de 14 años. Un joven gay, tres años mayor que ella, confesó que se sentía aliviado de haberse graduado de su colegio en Cundinamarca, porque estaba cansado de escuchar los comentarios ofensivos de una de sus profesoras. “Decía que los hombres gais, con el tiempo, terminamos con el ‘esfínter desgarrado’”, le contó el estudiante a un grupo de investigadores de Colombia Diversa y Sentiido, interesados por saber cuáles son las dinámicas del bullying por homofobia en los colegios de Colombia.
Las conclusiones de la encuesta, realizada por estas dos organizaciones entre más de 500 estudiantes, se presentan este martes en un informe titulado “Encuesta de clima escolar LGBT en Colombia. Mi voz cuenta: experiencia de adolescentes y jóvenes lesbianas, gais, bisexuales y trans en el ámbito escolar”, conocido por El Espectador. Es un proyecto que también se realizó en varios países de la región —Argentina, Uruguay, Chile, México, Perú y Brasil— con un solo objetivo: defender los derechos de los niños y adolescentes de esta comunidad.
En Colombia es la primera vez que se realiza una encuesta de este tipo. Para la coordinadora de proyectos de Sentiido y profesora de la American University, Juliana Martínez, se trata de un proyecto de la mayor importancia, pues el vacío informativo que existe en Colombia frena todos los esfuerzos por implementar proyectos y políticas públicas. “Sabemos que hay un problema y es que los niños que son gais, trans o aparentan serlo, por ejemplo, son víctimas de bullying. Estamos prácticamente adivinando, porque no hay números. Este tipo de matoneo es muy específico, pues no existe un apoyo y muchas veces no se reconoce como violencia”, explica Martínez (Lea aquí la entrevista con Juliana Martínez).
La solución para muchos colegios y padres de familia, indica la encuesta, es “corregir al muchacho”. Por eso los altos índices de silencio entre las víctimas: en el 59 % de los episodios de acoso o ataques a la comunidad LGBT, los estudiantes nunca reportaron el incidente a los profesores y en el 60 % de los casos tampoco lo hicieron con sus familiares. En palabras más simples: más de la mitad de los estudiantes encuestados no dijeron una sola palabra de la violencia a la que se han enfrentado día a día en el colegio. “Se ha convertido en un problema invisible para los adultos, pero no hay que olvidar que esto es violencia y no otra cosa”, agrega Juliana Martínez. (Vea aquí más cifras sobre la violencia que viven lo jóvenes LGBT en el colegio)
“Mi colegio no deja que un estudiante desarrolle su personalidad y disponga de su cuerpo, porque piensan que Dios se va a poner bravo”, dijo otro de los jóvenes encuestados a quien, como muchos, de poco le han servido las órdenes de la Corte Constitucional, la cual ha reiterado en varias ocasiones que el derecho a estudiar y al libre desarrollo de la personalidad están por encima de las reglas de los colegios confesionales; y de los esfuerzos del Ministerio de Educación por implementar el Sistema Nacional de Convivencia Escolar y Formación para evitar, precisamente, cualquier tipo de bullying.
La encuesta recuerda el caso de Sergio Urrego, emblemático en el tema de acoso escolar a estudiantes de orientación sexual diversa. A Urrego, tristemente, tampoco le sirvieron para nada la legislación ni la jurisprudencia que debían defenderlo, y fue víctima de tal clima hostil que terminó suicidándose el 4 de agosto 2014. Es el mismo clima que existe en tantos colegios del país, a pesar de que, por ley, estos deberían ser espacios completamente seguros para cualquier niño o adolescente. No obstante, según el informe, el 67 % de los encuestados se sintió inseguro en su colegio por su orientación sexual y el 23 % faltó a clase por lo menos una vez por sentirse incómodo o desprotegido. (Lea más aquí sobre el caso de Sergio Urrego)
El temor a asistir al colegio no solo muestra que el bullying es una amenaza para la integridad de los estudiantes, sino que además resulta perjudicial para el rendimiento académico. Sin embargo, los jóvenes colombianos que participaron en la encuesta demostraron tener una condición que no fue tan evidente en los de los otros países de la región: son más resilientes. A pesar de los acosos, los insultos, los comentarios despectivos, el rechazo que a diario viven y la falta de apoyo, los estudiantes colombianos conservan la esperanza de un futuro mejor. (El colegio es el tercer escenario donde más se violenta a los menores)
El 82 % de los encuestados quieren ser profesionales con posgrado y el 16 %, profesionales universitarios. La hipótesis que manejan los investigadores de este resultado es que puede existir una relación entre los estudiantes víctimas y el hecho de que vivan en un país en guerra. “Esta no puede ser una carga que deban soportar las personas que quieran acceder y permanecer en el sector educativo. La situación que pueden estar viviendo niños, niñas y adolescentes LGBT constituye una vulneración sistemática de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de los estudiantes que amerita una respuesta urgente del Estado y de las instituciones donde ellos pasan una gran parte de su vida”, explica el informe.
Frenar este tipo de violencia es urgente. Los investigadores de la encuesta recomiendan, entre otras cosas, acciones sencillas como revisar las formas y los canales de comunicación, el tipo de lenguaje y de contenidos utilizados en las clases y los prejuicios personales. Aunque todavía es necesario un apoyo mucho más concreto por parte de las instituciones y un cambio cultural que empiece en el colegio y en la familia, y no en las altas cortes, los cambios son necesarios. “Es imposible soñar, negociar e intentar construir un país en paz, cuando nuestras instituciones educativas siguen siendo espacios propicios para la guerra y la violencia”, concluye la encuesta.