Con una inversión de COP 16,5 billones para reemplazar la antigua flota de aviones Kfir por 17 aeronaves Gripen de la empresa sueca Saab, el presidente Gustavo Petro cerró el pasado 14 de noviembre, uno de los contratos más costosos de la industria militar de Colombia de los últimos años. La compra, de acuerdo con el experto en seguridad y defensa Vladimir Rodríguez, cuando se analiza solo como la adquisición de los aviones, “sí sería la más alta en cuanto a que es más costosa que otras del pasado. Pero en términos técnicos no lo es”. De acuerdo con el experto, si se habla de inversión en capacidades de defensa, ninguna ha superado al Sistema de Defensa Nacional (SIDEN).
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En diálogo con El Espectador, Rodríguez, quien también fue exdirector de una de las entidades adscritas al Ministerio de Defensa, explicó que este sistema “aún está en proceso de adquisición y de implementación, inclusive para la adquisición de capacidades”. Es decir, que cuando se realizan inversiones en el sector de defensa no se adquiere solo un objeto, como, por ejemplo, un avión o un tanque, sino “la capacidad de respuesta y de defensa como una inversión de Estado. Cuando se analiza esta compra frente al SIDEN, es muchísimo mayor la inversión de este sistema que los aviones Gripen. Además, que la inversión de las plataformas de despegue y las adecuaciones en las bases de la Fuerza Aeroespacial sería con recursos del SIDEN”.
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Más allá de la suma billonaria que costaron estos aviones suecos, que llegarán en 2028 al país, el experto advirtió que la compra no fue un contrato directo entre Colombia y Suecia, sino con la empresa privada Saab, lo que implicaría, de acuerdo con Rodríguez, dificultades para fortalecer la soberanía nacional en términos de capacidades militares. “Para fortalecer la soberanía no lo haces con un privado, sino nación-nación, teniendo transferencia de conocimiento. En esa transferencia no es que te enseñan a operar el avión, sino que es, como hizo Brasil en su momento, que te enseñen a hacer básicamente el avión. Es decir, que se transfiera toda la capacidad técnica, y una empresa privada no lo hace”.
Aunque el experto advirtió que el contrato de los aviones Gripen es confidencial, señaló que si el documento no “involucra códigos abiertos, los softwares, y no involucra la apropiación de los elementos propios para la fabricación de productos, lo que estamos adquiriendo es una capacidad aérea donde vamos a estar dependiendo de la empresa que nos lo provee. ¿Eso qué implica? Pues que las reglas las pone el derecho privado”. En este sentido, el experto en seguridad señaló que “si nuestras Fuerzas Militares no quedan con la capacidad de, en un futuro, crear sus propias capacidades aéreas, no estamos ganando en soberanía de la industria militar colombiana”.
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Otra dificultad que resaltó el experto es que esta compra no responde a las necesidades urgentes del país en materia de defensa. “Con el costo de la capacidad aérea de uno de estos aviones, el país podría actualizar sus capacidades de ciberinteligencia, de ciberdefensa, capacidades de operaciones tácticas estratégicas y el fortalecimiento de la industria militar propia. Hoy no hay un riesgo inminente frente a potenciales conflictos que requieran tener una superioridad aérea. Estamos comprando cosas que no necesitamos y para una guerra del pasado”. Asimismo, Rodríguez resaltó que, al ser Colombia un país socio de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), “no requerimos, en el caso de una inminente invasión o ataque, una respuesta aérea, pues, teóricamente, los países de la OTAN responderían por nosotros”.
De acuerdo con Rodríguez, Colombia tiene “un montón de incapacidades y de falencias para mover las tropas entre los diferentes departamentos y regiones de combate. Antes de estar comprando aviones de combate, a razón de una amenaza imaginaria, deberíamos estar fortaleciendo las capacidades de movilización de la tropa, y tal vez esos 20 soldados que iban a ser emboscados los hubieran podido evacuar en vez de tirarle un bombazo a los menores”, recordó a propósito del reciente bombardeo ordenado por el presidente Petro en Calamar (Guaviare), donde murieron siete menores de edad que habían sido reclutados por las disidencias de las Farc, el pasado 10 de noviembre.
En este punto, el experto declaró que los aviones Gripen “no son tan eficientes para el tipo de conflicto que tenemos en Colombia, que es con grupos armados como el Clan del Golfo o disidencias de las Farc. Necesitan armas inteligentes, capacidad de drones, armas tácticas no tripuladas que puedan acceder a blancos con alta movilidad en escenarios como las selvas de Colombia. Un avión de esos no tiene esa capacidad. Vuela tan rápido que no le pegas al objetivo en un caserío, o tiene un nivel de inexactitud brutal. Son aviones de combate. Nosotros no tenemos una guerra de movimientos ni una guerra de posiciones. Nosotros tenemos guerra de guerrillas”.
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Para el experto, el debate de fondo no pasa por cuestionar la necesidad de modernizar la flota aérea, sino por el alcance y la pertinencia de la decisión tomada frente al panorama actual de seguridad. Rodríguez recalcó que “evidentemente nuestras fuerzas militares requieren otro tipo de inversiones para lograr atender la amenaza actual”. A su juicio, había necesidades más urgentes, como la protección de fronteras, la modernización táctica y el fortalecimiento de la inteligencia, que pudieron atenderse con los mismos recursos. “Nuestra protección fronteriza requiere renovación de la flota, pero ¿hasta qué punto? ¿Con qué inversión y con qué dimensión?”, cuestionó.
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