La insólita historia de la mujer que mató a sus hijos y fue declarada inimputable

Luisa* tendrá que pasar los siguientes 20 años en un instituto mental. Había sido condenada por asesinar a sus tres hijos, pero la Corte Suprema consideró que estaba cegada por un trastorno esquizoafectivo, provocado por la violencia sexual y de género ejercida por sus padres.

04 de agosto de 2022 - 01:55 a. m.
La insólita historia de la mujer que mató a sus hijos y fue declarada inimputable

El día que Luisa* asesinó a sus tres hijos, llamándolos uno por uno al cuarto oscuro donde todos quedaron apilados, inició con un insoportable dolor de cabeza. Días previos, la protagonista de esta historia había escuchado en las escaleras los pasos falsos de personas que solo estaban en su mente. Tal era la tergiversación de la realidad que Luisa*, ante el espejo, veía una mujer distinta a ella. Su caso llegó hasta la Corte Suprema de Justicia y, luego de ser sentenciada en dos instancias por triple homicidio, resultó condenada a medida de seguridad en un instituto mental.

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Para entender lo que pasaba en la mente de Luisa* tenemos que remontarnos a los noventa, en el Palmar de Varela (Atlántico). Desde que cumplió nueve años, su padre la sometió a tocamientos sexuales y a los 12 años la accedió. Buscando refugio, la víctima acudió a su madre. Sin embargo, esta última la rechazó, la descalificó e incluso la maltrató psicológicamente. Luisa* abandonó el hogar. Hizo de la calle su vida, la misma que tuvo que enfrentar en calidad de madre desde los escasos 14 años. Una vez nació su primogénito, empezó a escuchar voces que la seducían a quitarse la vida.

Para 2010, Luisa* ya tenía tres hijos. De alguna manera retomó contacto con sus padres y regresó a la casa. Nunca fue un hogar, pues en diciembre de 2014, encontró a ese hombre que la había abusado, su propio padre, accediendo a uno de sus hijos. Fue al Bienestar Familiar, pero le respondieron que, de seguir viviendo con el agresor, perdería la custodia de sus niños. Entonces, encontró un cuarto apenas digno en la ciudad. Escuchaba pasos. Las voces se intensificaron. Lloraba para dormir.

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“El 18 de febrero de 2015, el novio de Luisa* salió a trabajar temprano en la mañana. En el inmueble se quedaron Luisa* y sus hijos. Alrededor de las 5:00 P.M., la nombrada prendió el televisor a alto volumen, llamó por turnos a los menores, que estaban en el patio, y (…)”, lo que se lee en la sentencia es apenas descriptible. Luisa* tomó dos meses para recordar algo de lo que hizo. Ese mismo año fue capturada e imputada por homicidio. En 2017 la sentenciaron en primera instancia, decisión que en 2018 confirmó el Tribunal Superior de Barranquilla. 60 años de prisión.

La defensa de Luisa* llevó el caso a la Corte Suprema a través de una demanda de casación. Exigía que hubiese una nueva valoración judicial, pues las pruebas indicaban que la mujer era inimputable. Es decir, no estaba en un estado para comprender que sus actos correspondían a una terrible trasgresión a la ley. A la Corte Suprema se allegó el peritaje de a psicóloga Edith Aristizábal, quien entrevistó a Luisa* durante tres días en 2015. Su testimonio, no obstante, no fue tenido en cuenta en las instancias anteriores.

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“Dictaminó que padece un trastorno esquizoafectivo que durante las fases de crisis le produce alucinaciones e ideas delirantes. En su entender, dicha condición la desarrolló después del nacimiento de su primer hijo, cuando empezó a escuchar voces que la compelían a suicidarse. El rasgo característico de ese padecimiento es, a su decir, que las manifestaciones psicóticas son provocadas por los cambios anímicos”, se lee en el expediente.

Asimismo, la perita Aristizábal concluyó que al momento de los hechos, Luisa* estaba en medio de una crisis psicótica aguda, al parecer desencadenada por el evento traumático que había ocurrido hacía pocos días: la violencia sexual ejercida por su propio padre contra su hija, idéntica a la sufrida por la víctima en su niñez. En general, Aristizábal sostuvo que en la mente de la procesada hubo una avalancha de pensamientos que desencadenaron en la muerte violenta de tres menores de edad.

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“Ninguna expectativa social le fue cumplida y todas le fueron defraudadas. Su padre, en vez de ver por su bienestar, la cosificó. Su madre, quien ha debido apoyarla cuando ello sucedió, la llevó, al desestimar su dicho como una mentira, al más absoluto desvalimiento. El Estado no le proveyó educación ni un escenario donde tuviese la oportunidad de rehacer su proyecto vital para construir un futuro con mínimas expectativas de felicidad. Cuando quiso apoyarse en su familia y volvió a vivir en el hogar familiar su padre abusó también de su hijo y, aunque el trastorno mental que padece se manifestó ostensiblemente desde su adolescencia, nunca nadie se preocupó”, concluyó la Corte.

Así las cosas, la alta corte consideró que la penalidad justa en este caso no podía ser la cárcel. Luisa*, quien recibió tratamiento psicológico y psiquiátrico durante su estancia en prisión, deberá estar por los próximos 20 años en una clínica o institución que le preste atención especializada. Un juez, sin embargo, podría llevarla a la libertad si se prueba una potente -y esperanzadora- mejoría en su estado mental. Por ahora, se salvó de ir a prisión. No obstante, Luisa* ha estado toda su vida sentenciada a vivir cuanta nefasta experiencia pudo aguantar. Episodios que se materializaron en tormentos fantasmales que la llevaron a asesinar. “Era una buena madre”, testificaron los vecinos.

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