Venezuela suspendió el acuerdo de gas con Trinidad y Tobago y tomó la decisión de declarar persona no grata a la primera ministra de dicho país, Kamla Persad-Bissessar, en medio de la llegada de un buque de guerra estadounidense a Puerto España y de la ofensiva de Washington en el Caribe y el Pacífico, donde el último reporte dio cuenta de tres ataques que mataron a 14 personas, denominadas “narcoterroristas” por el gobierno de Donald Trump. Las tensiones aumentaron en este lado del hemisferio y Caracas recriminó la postura de las islas, que están a escasos 11 kilómetros de la costa noreste venezolana. De fondo está el USS Gravely y, próximamente, llegará el portaaviones USS Gerald R. Ford, el más grande del mundo.
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Mi país “no es susceptible a ningún chantaje político”, declaró ante la agencia AFP la mandataria: “Nuestro futuro no depende de Venezuela y nunca lo ha hecho”. Esas fueron las palabras que hace poco se le escucharon decir a Bissessar, quien se mostró molesta por las afirmaciones que hizo la vicepresidenta Delcy Rodríguez acerca de que “Trinidad depende del gas de Venezuela”. Los ejercicios militares de Estados Unidos en territorio trinitense aumentaron las fricciones, que desembocaron en la suspensión de los acuerdos energéticos, los cuales se pueden rastrear desde hace 20 años, hasta la época de Hugo Chávez, cuando las relaciones entre ambos países eran cordiales por el petróleo, y que en el último tiempo han estado permeados por la política de Washington frente a Caracas. De hecho, en los primeros días de octubre, Trinidad y Tobago recibió autorización estadounidense para explorar un campo de gas con Venezuela, luego de ponerle freno por las sanciones contra el gobierno de Nicolás Maduro.
Ese permiso, emitido por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro, abrió una ventana de oportunidad para que Trinidad y Tobago, junto con la multinacional Shell, impulsaran el desarrollo del yacimiento Dragon, ubicado en aguas venezolanas, cerca de la frontera marítima entre ambos países. Eso se gestó en medio en un contexto marcado por la creciente necesidad energética del pequeño Estado caribeño, cuya producción de gas disminuyó en la última década, comprometiendo la sostenibilidad de su industria petroquímica y de exportación de gas natural licuado, que es un pilar de su economía.
“He aprobado la medida cautelar de suspensión inmediata de todos los efectos del acuerdo energético y de todo lo convenido en esa materia (...). Suspendido todo”, aseguró Maduro el lunes. Ahí se incluyó el pacto de cooperación firmado en 2015, renovado automáticamente en febrero por cinco años más, que incluía la explotación conjunta de yacimientos gasíferos compartidos. La decisión del líder chavista puso en riesgo proyectos estratégicos para las islas y para Venezuela, que busca fuentes de ingresos.
Para Víctor Mijares, profesor de la Universidad de los Andes, quien se dedica al análisis de riesgo geopolítico, esto se puede leer bajo la premisa de que los países de la región, sobre todo los que son líderes en la Comunidad del Caribe, como Trinidad y Tobago e incluso Guyana, han tenido relaciones tensas con Venezuela, las cuales se han exacerbado con el reclamo por el Esequibo, una zona rica en petróleo: “Ellos sienten la amenaza de un país autoritario, como Venezuela, y prefieren mantener una relación estrecha con Estados Unidos, para así hacer contrapeso. Son países mucho más pequeños, que tienen sus propios intereses y que no están alineados con las agendas políticas, culturales e ideológicas de Hispanoamérica, y que, por tanto, se sienten más seguros como aliados de Washington”.
Hay desconfianza entre unos y otros, sobre todo porque, incluso antes de que se conocieran los ejercicios militares, la administración de Trump se ha encargado de ejercer presión contra Maduro, no solo con los ataques en el Caribe y el Pacífico, sino con la exhibición de amenazas aéreas. A la par, se ha dado a conocer que el Pentágono está organizando una importante concentración de soldados en la región. Según The New York Times, al menos dos bombarderos B-52, procedentes de Luisiana y con capacidad de transportar decenas de bombas de precisión, volaron durante varias horas frente a la costa venezolana. Una unidad de élite de aviación de Operaciones Especiales del Ejército también realizó vuelos en el sur del mar Caribe.
El despliegue militar de Washington en la región, que el martes recibió la orden de moverse ante la amenaza del huracán Melissa, es considerable: 10.000 soldados estadounidenses, la mayoría de ellos en bases de Puerto Rico, unos 2.200 marines en buques de asalto anfibio, ocho buques de guerra y un submarino. Unas imágenes que han sido verificadas por el Times mostraron al menos seis helicópteros de ataque MH-6 Little Bird y tres MH-60 Black Hawk sobrevolando aguas abiertas, cerca de una plataforma petrolífera y de gas frente a la costa de Trinidad y Tobago. “Eso es, claramente, una amenaza”, agregó Mijares, quien consideró que Venezuela dejó ver una reacción de indignación, pero, además, un error estratégico de Maduro: “No está manteniendo un anclaje con acuerdos internacionales para hacer más costosa una salida del régimen”. Eso, a su parecer, se asemeja más a una réplica pasional y visceral del líder chavista, más no estratégica: “Eso lo estaría haciendo más prescindible”.
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