“No sé cómo voy a vivir a partir de ahora”. Elsa Listy Isaac Reyes se refugió en la casa de sus vecinos tras el paso del huracán Melissa por Cuba, donde, con vientos sostenidos de más de 200 kilómetros por hora y con categoría 4, tocó tierra el miércoles en la madrugada. Ella quedó sin nada. Ya había pasado por una emergencia similar en 2012 con Sandy, que afectó principalmente a la provincia de Santiago de Cuba y dejó 11 fallecidos, además de daños severos en viviendas y en el patrimonio histórico. En ese momento el huracán se llevó algunas de las tejas de su casa, que pudo recuperar, pero el de ahora la dejó en una situación mucho peor: se quedó sin techo y sus pertenencias se mojaron, incluso se rompieron.
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Han sido momentos difíciles, desesperantes. Como ella, muchos más quedaron con sus viviendas en el piso y sin luz. En Palma Soriano, al sureste de Cuba, cerca de donde tocó tierra Melissa, prácticamente no se ha hablado de otra cosa: las personas se preguntan cómo recuperar lo que perdieron y, sobre todo, cómo llevar algo de alimento a la boca. “Ahora estoy sin nada, pero a salvo. Estoy viva para comenzar otra vez”, comentó esta ama de casa y defensora de derechos humanos, quien dijo que no pierde la esperanza, a pesar de que el panorama es complicado.
Manuel Cuesta, desde La Habana, aseguró que esto toma al país en un momento crítico, marcado por la crisis económica, el colapso del sistema energético y la represión. El huracán golpeó a la zona más precaria de la isla, que es la oriental, “y no se tiene el sustento para apoyar la recuperación de las familias afectadas. El Gobierno no tiene los recursos para atender a muchas de esas personas. Estamos apelando a los cubanos en el exterior para ayudar a familias concretas y que, al menos mínimamente, puedan recuperar los recursos que perdieron”. El paso de Melissa ha provocado inundaciones, crecidas de ríos y deslizamientos de tierra, además de que ha ocasionado la evacuación de cerca de 735.000 individuos y ha puesto a seis provincias cubanas en alerta, tras tener a varias zonas del Caribe atentas a su avance, entre ellas República Dominicana, Las Bahamas y Haití, donde se contaron al menos 40 fallecidos y 10 desaparecidos.
Las imágenes que quedaron de su paso por Jamaica, isla declarada zona de desastre, donde el miércoles se mantuvieron las alertas y las autoridades les pidieron a los residentes permanecer resguardados, son devastadoras. Los estragos alcanzaron “niveles nunca vistos” allá, declaró un responsable de la ONU en el lugar. “Por lo que sabemos hasta el momento, ha habido una destrucción inmensa, sin precedentes, de infraestructuras, propiedades, carreteras, redes de comunicación y de energía”, declaró por video, desde Kingston, Dennis Zulu, coordinador de las Naciones Unidas para varios países del Caribe, citado por la AFP.
Peter Shoucair, también desde la capital, contó que se preparó para la llegada de Melissa sellando las ventanas, comprando comida suficiente para tener por una semana y empacando sus pertenencias en el carro, por si tenía que evacuar en algún momento, aunque no tuvo que abandonar su casa. “Ha sido el peor huracán que hemos vivido”, aseguró a través de una llamada con ciertas intermitencias. Reconoció que, en medio del desastre, fue uno de los afortunados: aún tiene su casa en pie, con alimentos y electricidad, la cual perdió solo por día y medio. Aunque no ha recuperado el servicio de agua, está tranquilo porque tiene acceso a un tanque. Pero esa, comentó, no es la realidad del resto del país, sobre todo en la zona occidental. Supo de un conocido que vive en Treasure Beach y aseguró que el lugar está devastado.
Cerca de la costa de Black River, Andrew Houston Moncure se refugió con su esposa y su bebé de 20 meses de edad en la planta baja de un hotel de lujo de su propiedad en Bluefilds. No fue su primer huracán, pero “nunca había sido tan grave”, aseguró ante la agencia de noticias: “Fue la experiencia más terrorífica, especialmente con mi hijo. La presión fue tan baja que te costaba respirar. Sonaba como si un tren de carga viniera hacia ti (...). Va a ser un largo camino de recuperación”. El panorama apenas comienza a mostrarse con más claridad y es desolador: campos arruinados, iglesias demolidas, árboles caídos, techos arrancados de las casas, ventanas destrozadas, líneas eléctricas caídas y caminos intransitables cubiertos de escombros.
Jamaica va a necesitar de mucha ayuda y bastante dinero para la reconstrucción. De momento, el Reino Unido dio a conocer que destinará 2,5 millones de libras esterlinas (USD 3,3 millones) en fondos de ayuda humanitaria de emergencia, pensados para apoyar la recuperación de la región del Caribe, con el apoyo especialmente dirigido a Jamaica. Eso se verá en forma de kits de refugio, filtros de agua y mantas. Esa ayuda, según reportes de prensa, ya ha sido desplegada en la isla de Antigua para facilitar su rápida entrega. Además, el Departamento de Estado estadounidense informó que enviará un equipo de respuesta a desastres y otro de búsqueda y rescate urbano tras “los daños catastróficos” de Melissa. Mientras tanto, los jamaiquinos siguen lidiando con lluvias remanentes, inundaciones y bloqueos. “No creo que alguien pueda prepararse para algo así”, concluyó Shoucair.
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