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El talento del primer ministro británico, Boris Johnson, para el escapismo político se pondrá a prueba en el congreso anual de su Partido Conservador, que comienza este domingo en plena crisis de suministros, debido a la pandemia y el Brexit.
La gran reunión de los conservadores, que el año pasado no puedo realizarse de forma presencial debido a la pandemia, tiene lugar en Manchester, una zona tradicionalmente votante del opositor Partido Laborista. Y tras arrebatar a la izquierda buena parte de sus bastiones obreros en las legislativas de 2019, con la promesa de “hacer realidad el Brexit”, Johnson, de 57 años, que el miércoles hablará ante los militantes, debe ahora convencer a los electores de las ventajas de haber salido de la Unión Europea.
De momento, los efectos del Brexit solo parecen estar agravando algunas de las consecuencias de la pandemia, sobre todo la dificultad para encontrar camioneros (faltan hasta 100.000 en todo el país) para reabastecer los supermercados y las gasolineras. Los automovilistas británicos se enfrentaron durante diez días a interminables colas en las gasolineras, como consecuencia de un movimiento de pánico provocado por la noticia de que algunas sufrían penuria ante la falta de camioneros para transportar el carburante desde los puntos de almacenamiento. Muchos de ellos, originarios principalmente de Europa del Este, regresaron a sus países debido a la pandemia, y ahora las nuevas normas de inmigración posbrexit dificultan la llegada de otros.
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“De momento no hay una visión posbrexit”, considera Tony Travers, director del Instituto de Asuntos Públicos de la London School of Economics, subrayando que “los conservadores deben cumplir sus promesas”.
Especialmente, porque entre la opinión pública parece desvanecerse el éxito de la campaña de vacunación contra el coronavirus, que logró hacer olvidar la errática política sanitaria en uno de los países europeos más afectados por la pandemia, con más de 136.000 muertos.
Nadar y guardar la ropa
Aunque desde entonces recuperaron el terreno perdido, los conservadores fueron adelantados a principios de septiembre por la oposición laborista en una encuesta de YouGov, por primera vez desde enero. Esto ocurrió tras el anuncio de un aumento de cotizaciones a la seguridad social para refinanciar la sanidad pública y la dependencia, una muestra de las difíciles decisiones que se avecinan tras la pandemia. En la conferencia anual del Partido Laborista, el líder de la oposición, Keir Starmer, llamó a sus tropas a desbancar al “ilusionista” Johnson.
El primer ministro conservador, que recientemente reajustó su gobierno con la esperanza de darse un nuevo aliento, debe también cumplir su promesa electoral de reducir las desigualdades entre la riquísima Londres y el resto del país, especialmente en el desindustrializado norte de Inglaterra, tradicionalmente laborista, que votó por los conservadores en las últimas elecciones. Para estos nuevos votantes, la relación con el Partido Conservador es “transaccional”, señala el politólogo Tim Bale, profesor de la Universidad Queen Mary de Londres. “El partido debe venir con las manos llenas”.
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“A este primer ministro le gusta pensar que se pueden evitar las decisiones difíciles, que puede nadar y guardar la ropa”, subraya este especialista sobre el Partido Conservador británico. Y aunque “con regularidad parece capaz de salir de apuros (...), cuando se trata de la economía de los hogares y la escasez en los supermercados, será más difícil decir que todo irá bien”.
Este congreso llega también pocos días después del fin del desempleo técnico que permitió salvar millones de puestos de trabajo durante año y medio de pandemia y tras el que los economistas temen una disparada del paro. También de la reducción del “universal credit” (ayudas públicas para las familias más desfavorecidas) y el aumento del límite en los precios de la energía, y a un mes de la conferencia sobre el cambio climático COP26 de Glasgow, que Johnson espera sea un éxito para el planeta y para él mismo.
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