Durante el fin de semana, las familias se tomaron selfis junto a un gigantesco cerdo rosa de poliestireno que se encontraba en la calle, frente a la Asamblea Nacional; un vestigio de las enormes protestas de la semana pasada que llenaron la plaza principal y las avenidas adyacentes y que derrocaron al gobierno.
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“Este es el político búlgaro que está robando a Bulgaria”, dijo Emily Yordanova, de 24 años, tras grabar un video de sí misma delante del cerdo que dijo que publicaría en las redes sociales. “Queremos una vida mejor, un trabajo mejor y políticos mejores”.
Bulgaria ha vivido numerosas manifestaciones populares desde la caída del comunismo a principios de la década de 1990 y ha visto ir y venir a múltiples gobiernos en medio de acusaciones de corrupción, pero los residentes en la capital, Sofía, y en todo el país dijeron que esta vez la indignación se había desbordado.
El detonante fue un presupuesto que subía los impuestos y aumentaba los salarios de los miembros del aparato de seguridad del Estado. Muchos consideraron que la medida arrebataba el dinero a los ciudadanos para hacerse con el poder. Esa amenaza caló hondo entre los búlgaros, que anhelan una vida más próspera como la que disfrutan otros europeos.
La ira por el presupuesto movilizó a una muestra representativa de la sociedad, incluidas las asociaciones empresariales y los sindicatos, los profesores, los estudiantes y las minorías étnicas de Bulgaria. Pero la magnitud de las protestas sorprendió incluso a los organizadores, dijeron los líderes de la oposición. En tres ocasiones en solo tres semanas, el tamaño de las manifestaciones alcanzó las decenas de miles de personas y se extendió a pueblos y ciudades de todo el país.
A medida que las protestas cobraban fuerza, las demandas crecían y se hacían llamamientos a la renuncia del gobierno e incluso a que dos de los políticos más poderosos detrás de él se marcharan.
La coalición de la oposición, Continuamos el Cambio-Bulgaria Democrática, se enfoca ahora en aprovechar el impulso de las protestas para asegurarse una mayoría, o lo suficiente para formar un gobierno, en las elecciones previstas para marzo, dijo Assen Vassilev, cofundador del partido Continuamos el Cambio.
“Depende del pueblo”, dijo en una entrevista durante el fin de semana. “No lo damos por hecho”.
Los objetivos de la coalición son ambiciosos. Quiere nuevas elecciones y acabar con lo que considera el dominio de la corrupción de los principales agentes del poder.
Eso significa expulsar no solo al líder del partido que dirigió el gobierno hasta el jueves, Boiko Borissov, sino también al hombre al que consideran responsable de gran parte de la corrupción, un exmagnate de los medios de comunicación convertido en político, Delyan Peevski.
La primera medida, dijo Vassilev, sería aprobar una moción para retirar los servicios de seguridad de los dos hombres, al que ninguno tenía técnicamente derecho.
Peevski, líder de un partido político que aparentemente representa los intereses de la minoría turca, fue objeto de sanciones estadounidenses en 2021, pero sigue siendo miembro activo del Parlamento y muchos búlgaros creen que ejerce control sobre el gobierno de coalición que dimitió.
Según el Departamento del Tesoro estadounidense, Peevski “ha incurrido regularmente en corrupción, y ha utilizado el tráfico de influencias y los sobornos para protegerse del escrutinio público y ejercer el control sobre instituciones clave”.
Bozhidar Bozhanov, cofundador de Sí Bulgaria, otro partido de la coalición opositora, culpó a Peevski de la crisis política que sufre Bulgaria desde hace años.
“Ha acumulado y centralizado todos los medios que había utilizado el antiguo aparato estatal de servicios secretos en la época comunista”, dijo Bozhanov.
Según Bozhanov, Peevski había obtenido archivos comprometedores sobre funcionarios y políticos, recopilados mediante vigilancia secreta. Bozhanov dijo que Peevski había amenazado con hacer pública esa información para obligar a los funcionarios a cumplir sus órdenes y había utilizado procesos judiciales para presionar a los miembros de la oposición.
Muchos miembros de la oposición han sido imputados, entre ellos un alcalde y varios funcionarios locales, por cargos que los acusados han dicho que eran inventados, añadió Bozhanov. El propio Bozhanov debía comparecer ante el tribunal el día de una de las protestas, imputado por divulgación de archivos clasificados, una acusación que negó.
En octubre, el partido de Peevski ganó inesperadamente las elecciones municipales en la ciudad de Pazardzhik, en el sur de Bulgaria. Según Vassilev, “lo que estamos viendo es un movimiento no tan sutil hacia la autocracia y la dictadura del tipo duro”. En referencia a Peevski, Vassilev añadió: “Decidió que ahora era el momento de buscar el control total”.
El partido de Peevski no respondió a las solicitudes de comentarios.
Peevski ha rechazado las acusaciones de corrupción y ha acusado a sus oponentes de recibir fondos del financiero y filántropo George Soros. Soros ha apoyado proyectos para desarrollar la democracia en toda Europa del Este y a menudo es ridiculizado por quienes se oponen a la política liberal.
Borissov, líder del GERB, el partido que encabezaba el gobierno saliente, defendió su actuación en el cargo en comentarios televisados desde el edificio del Parlamento después de la dimisión y acusó a los gobiernos anteriores de abusos financieros.
El año pasado, Bulgaria fue clasificada como uno de los países más corruptos de Europa por Transparencia Internacional, y hay muchos en el país que dicen dudar que las cosas vayan a mejorar.
La coalición por el cambio ha estado dos veces en el gobierno, pero las dos veces perdió el poder cuando los socios le retiraron su apoyo y luchó por recuperar la popularidad. En las elecciones más recientes, celebradas en 2024, la coalición perdió frente al GERB, pero impugnó los resultados.
Vassilev dijo que en los últimos meses Peevski se había extralimitado al ejercer más presión sobre sus oponentes.
Hace dos meses, cuando salió el presupuesto con sus extravagantes propuestas de impuestos y gastos, el partido Continuamos el Cambio encargó el cerdo como instalación artística, dijo Vassilev. Al principio se pensó en él como una alcancía para recordar a la gente adónde iba su dinero. Pero entonces la instalación cobró vida propia.
El resto fue improvisación, dijo.
En los adoquines de las calles de Sofía aparecieron calcomanías de un cerdo rosa que invitaban a los manifestantes a escanear un código QR para unirse a las protestas y firmar una petición para que el gobierno dimitiera.
“No alimentes al cerdo”, decía la petición. “Continuamos el Cambio”.
En las protestas, los políticos dejaron que los manifestantes más jóvenes tomaran la batuta. Uno de los oradores más encendidos de la protesta más grande, el 10 de diciembre, fue Marin Tihomirov, de 37 años, líder de la minoría romaní de Sofía, quien se había opuesto a las autoridades locales por la demolición de un asentamiento romaní en la capital.
En el escenario, arremetió contra un sistema en el que, dijo, los políticos habían pagado a los romaníes para que votaran por su partido, pero nunca cumplieron sus promesas electorales.
“Durante 30 años he visto cómo Borissov y Peevski compraban a mis padres como si fueran tomates en el mercado, y pensé que eso era normal”, dijo a la multitud, que respondió con un clamor de aprobación. “Mantienen pobre a la comunidad romaní para poder comprarla. Por eso digo: ‘Renuncien. Renuncien. Renuncien’”.
Después de reproducir un video de aquel discurso, dijo en una entrevista el pasado fin de semana: “Lo que hizo la mafia fue unir al pueblo contra ellos”.
Martin Bakardzhiev, artista plástico de 39 años, dijo que el ambiente era distinto al de las manifestaciones de años anteriores. “Por primera vez, sentí que había un poco de ira”, dijo.
“Da la sensación de que esta gente está metida en todo, y no hay una línea que no puedan cruzar”, dijo, refiriéndose a los agentes del poder. “¿Y qué harán ahora? Ese es un motivo para estar enfadado y asustado y desconfiar”.
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