Los republicanos en Estados Unidos, especialmente los seguidores del presidente Donald Trump, quieren olvidar pronto la jornada de elecciones locales del 4 de noviembre. Los demócratas les ganaron todo lo que estaba en disputa.
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Ganaron la alcaldía de Nueva York con Zohran Mamdani, obtuvieron la gobernación de Virginia, y retuvieron la de Nueva Jersey, así como los órganos judiciales clave en Pensilvania. La alcaldía de Miami quedó en una segunda vuelta —la primera que tendrá la ciudad desde 2001, en un indicio del remezón en la Florida—. Y, lo más importante, California avanzó con una reforma de al mapa electoral con impacto federal que podría servirles para recuperar la Cámara Baja en 2026.
El margen y la geografía de las victorias remitieron a una doble advertencia para la Casa Blanca. El electorado castigó la realidad económica y mostró rechazo frente a la deriva autoritaria que asocian con Trump. Para el próximo año, la lectura es clara para los conservadores: ya no se trata solamente de perder escaños, sino de perder terreno demográfico y simbólico que antes favorecía al Partido Republicano.
Sin embargo, toda victoria política en el país tiene matices, y para los demócratas el cuadro general tampoco es motivo de celebración total. Incluso, deberían estar igual de preocupados. ¿Por qué? Veamos los detalles.
Mamdani celebra en Nueva York
El fenómeno Mamdani no fue solo retórica, pues se apoya en sus números y tácticas de campo. El candidato obtuvo más de 1.03 millones de votos, la primera vez que un aspirante a la alcaldía supera el millón desde John Lindsay en 1969, según conteos reportados por medios como The New York Times.
Ese impresionante caudal de votos vino de tres fuentes: movilización juvenil y barrial (tocaron 3 millones de puertas), una plataforma que atacó directamente la asequibilidad (con propuestas concretas como el congelamiento de rentas y buses gratuitos), y la fragmentación del centro (la presencia de Andrew Cuomo como independiente restó votos moderados).
¿Cómo son sus votantes?
Según los gráficos detallados del NYT, Mamdani mejoró su desempeño en las primarias entre los votantes negros y latinos de bajos y medianos ingresos, un subgrupo que se ha decantado también por Trump. Sin embargo, algunos análisis muestran que Cuomo mantuvo ventaja en muchos de esos distritos de bajos ingresos.
“En barrios como Brownsville y East Flatbush (más del 60 % residentes negros, altos índices de pobreza), Mamdani enfrentó serias dificultades”, señaló Al Jazeera.
Por otro lado, aunque Cuomo obtuvo una victoria aplastante en los bastiones republicanos, los enclaves ortodoxos y los distritos electorales más ricos, el nuevo alcalde electo de la ciudad también logró capturar el distrito financiero.
Esto sugiere que la coalición que apoyó al demócrata fue más heterogénea de lo que se esperaba (inmigrantes, jóvenes, asiáticos, hispanos, clase trabajadora, pero también con algunos millonarios de su lado), lo cual es interesante de cara a las elecciones de medio término del otro año, pues parece que su fórmula de abordar la asequibilidad en la ciudad logró capturar votantes de todo tipo.
Analistas señalan que sus tácticas son una demostración de que las propuestas progresistas sí pueden traducirse en votos masivos cuando se articulan con maquinaria de campo. Sin embargo, el reto es hacer que su visión la comparta todo su bloque.
Pensilvania será clave
En Pensilvania, los demócratas consiguieron mantener la mayoría en la Corte Suprema estatal al retener a los tres jueces en disputa en estas elecciones. Es una victoria con consecuencias prácticas porque el tribunal interviene en asuntos que van desde la protección del derecho al aborto hasta la validación de resultados electorales y reglas de voto.
Los comités demócratas, organizaciones como Planned Parenthood y sindicatos pusieron recursos para la campaña de retención, y la victoria fue leída por gobernadores y estrategas como un blindaje frente a intentos republicanos de cambiar el marco legal antes de 2026.
The Washington Post subraya que el alto nivel de gasto y la polarización del tema judicial convirtieron una elección habitualmente de baja visibilidad en un plebiscito sobre derechos y la independencia judicial. Así, para la estrategia nacional, Pensilvania seguirá siendo un eje donde litigios estatales pueden definir el campo de batalla preelectoral del otro año.
Virginia, Georgia y la ruptura dentro del trumpismo
Virginia entregó un triunfo contundente para los demócratas: Abigail Spanberger y su coalición moderada se quedaron con la gobernación, la vicegobernación y la fiscalía general. Es un resultado que los analistas interpretan como rechazo a la retórica polarizante y una preferencia por mensajes pragmáticos centrados en costos, como Mamdani, aunque de forma más moderada, y seguridad.
Sobre esto último está la principal diferencia entre la victoria con su colega de Nueva York: mientras Spanberger quiere fortalecer la policía en su programa de seguridad, Mamdani tiene un discurso que gira más hacia la desfinanciación y castigo a quienes abusen del poder.
En Georgia, por otro lado, los demócratas se hicieron con los cargos de comisionados estatales. Sin embargo, la mayor sorpresa fue la explosiva declaración que dio la congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez. La representante aseguró que su colega republicana de Georgia, Marjorie Taylor Greene, está enfrascada en una campaña de venganza contra su padrino político Donald Trump por la falta de apoyo a su campaña al Senado, lo que expone una fractura dentro de la base electoral del presidente.
El peso simbólico de Miami
Miami vuelve a tener una segunda vuelta por la alcaldía por primera vez desde 2001, con la demócrata Eileen Higgins y el republicano Emilio González en la papeleta. No es un dato menor: la ciudad es un barómetro para la Florida y su electorado latino, y la necesidad de una segunda vuelta muestra polarización y fractura entre votantes cubanos, centroamericanos y otras comunidades latinas impactadas por las políticas de Trump.
Analistas del Miami Herald señalan que la dinámica refleja el rechazo a narrativas simplistas del Partido Republicano sobre migración y seguridad. La segunda vuelta, que será en diciembre, será mirada por estrategas nacionales como un indicador sobre cuán sensible sigue siendo la Florida a los mensajes económicos y culturales del partido a nivel nacional.
California y el golpe estratégico
La aprobación en California de medidas para reformar el dibujo del mapa de distritos electorales consolida una estrategia de largo término que busca el gobernador Gavin Newsom: transformar las victorias estatales en ventaja en el Congreso como lo hacen los republicanos.
California, en la actualidad, cuenta con 43 de los 52 representantes estatales en el Capitolio en Washington. Es decir, los demócratas ya tienen una inmensa mayoría de la representación gracias a la demografía. La idea de Newsom es ampliar todavía más esa ventaja partiendo el mapa donde ya hay mayoría demócrata con el potencial de ganar hasta cinco escaños más para el partido en la Cámara de Representantes en 2026.
Si los demócratas materializan esos cambios, el cálculo de recursos y distritos en 2026 se alterará drásticamente para las carreras de los representantes en el estado el próximo año.
La pugna interna, el gran reto de acá en adelante
En conjunto, esta noche de victorias demócratas mostró una “gran ola azul” que le brinda esperanza al partido de poder hacerle frente al trumpismo en las elecciones de 2026. Sin embargo, como señaló Axios, el problema yace en que la ola tiene dos direcciones, y no solo una. La de Mamdani y California, que mostraron que las propuestas audaces movilizan, y la del centro, que también ganó, pero apelando al pragmatismo, como ocurrió en Virginia y también en Nueva Jersey. Esa dualidad ha venido enfrentando a las facciones que reclamarán la dirección del partido para 2026.
La tensión entre el impulso transformador, representado por Mamdani, y la vía tradicional y centrista que reivindica la moderación no se resolvió con la noche de victorias sobre los republicanos, sino que, más bien, se acentuó, ya que ambas vías mostraron efectividad. Eso abre dos desafíos para el futuro inmediato: primero, cómo podrán convertir los demócratas esas victorias locales y estatales en una narrativa nacional coherente que pueda derrotar a Trump y sus aliados en 2026.
Por otro lado, deja la pregunta de cómo evitar que la pelea interna erosione recursos y votos en distritos competitivos, tal como pasó en Nueva York, donde Cuomo, antes demócrata, enfrentó a alguien de su mismo partido de manera independiente por no compartir su programa de gobierno.
Si los demócratas logran articular una unidad operativa, aunque no necesariamente ideológica, podrán capitalizar la ola que empezó el 4 de noviembre. Pero si no lo hacen, la fragmentación optimizará oportunidades para los republicanos, que también enfrentarían su propia fragmentación. Al final, la victoria es clara, pero la pelea por la dirección del partido apenas comienza. La ruptura en la base republicana de Trump también hará la carrera por el Legislativo mucho más interesante en los próximos 12 meses.
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