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“Aun con el cese al fuego, hay confusión y desconcierto”: psicóloga colombiana en Gaza

Carolina Luna, psicóloga colombiana, lleva meses en Gaza atendiendo el impacto emocional de la guerra. Su trabajo con Médicos Sin Fronteras revela heridas que no se ven, pero que marcan para siempre.

Laura Henao Arévalo

20 de noviembre de 2025 - 06:00 p. m.
Una educadora de salud de MSF coordina una sesión de concienciación sobre la desnutrición, explicando cómo identificar sus señales, tratarla y asegurar un seguimiento adecuado para los niños, niñas y madres afectadas
Foto: Médicos Sin Fronteras
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El Espectador habló con Carolina Luna, responsable de las actividades de salud mental de Médicos Sin Fronteras en Gaza, para entender cómo la ofensiva israelí ha marcado a la población palestina. Más allá de las heridas físicas, la pérdida, el desplazamiento y el dolor dejan cicatrices permanentes en la salud mental de quienes han vivido la barbarie.

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¿Cómo es un día típico para ti en Gaza?

Mis funciones consisten, principalmente, en brindar apoyo técnico a las actividades de salud mental que desarrollamos en Gaza. Hasta hace poco trabajábamos en tres hospitales, pero tras realizar un handover ahora estamos presentes en dos: el Hospital Nasser, ubicado en el sur de Gaza, y la Gaza Clinic, en el norte.

Nosotros nos hacemos cargo de los pacientes que llegan a las consultas externas, especialmente con un enfoque en trauma. Atendemos a personas con heridas traumáticas que requieren amputaciones o que ya han sido amputadas. Nuestro trabajo abarca todo el proceso: no solo el momento de la amputación, sino también la recuperación integral de los pacientes amputados.

Apoyo las actividades de salud mental en todo este proceso, atendiendo a niños, adultos, hombres y mujeres, es decir, a una gran parte de la población que llega a estos hospitales. También trabajamos con la unidad de quemados, donde recibimos pacientes con lesiones correspondientes a quemaduras.

¿Cuáles dirías que son las principales afectaciones que has visto a nivel físico en la población palestina?

En términos físicos, lo que más hemos visto aquí son amputaciones. Hay muchos casos, incluso en niños muy pequeños, que han perdido extremidades superiores, inferiores o, en algunos casos, ambas. Esto hace que los procesos quirúrgicos y de recuperación sean muchísimo más largos.

También atendemos a niños, hombres y mujeres con quemaduras, además de numerosas fracturas y como el sistema de salud está colapsado, no siempre se cuenta con los instrumentos médicos necesarios para realizar todos los tratamientos de manera adecuada.

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El proceso de curación es extremadamente doloroso, lo que se hace es cortar las gasas, desenvolverlas y luego proceder con la curación. Para un niño, una mujer o un adulto, esto resulta muy doloroso.

Ahí es donde entran los consejeros a brindar acompañamiento: pueden poner un poco de música o guiar ejercicios de respiración y relajación, aunque no siempre es suficiente. Se intenta manejar el dolor con medicamentos, pero a veces es muy difícil lograr un control adecuado.

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¿En cuanto a salud mental, cuáles son las afectaciones y ha cambiado algo con el cese al fuego?

A nivel de salud mental hay muchísimas afectaciones. Yo siento que este genocidio ha dejado secuelas profundas. Durante la guerra, antes del cese al fuego, la población estaba en un modo permanente de supervivencia: más que procesar lo que estaba pasando, la preocupación era cómo evitar que algo peor sucediera al día siguiente.

Vivían completamente en el día a día, intentando cubrir sus necesidades básicas. Conseguir comida, buscar agua —porque no hay agua potable y dependen de los camiones—, hacer largas filas desde la madrugada e incluso presenciar peleas por el agua. Todos esos mecanismos de supervivencia han estado activos desde que todo comenzó. Y ahora, con el cese al fuego, las necesidades siguen siendo prácticamente las mismas.

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Lo que muchas personas aquí expresan es que, incluso con el cese al fuego, no saben cómo sentirse. Uno pensaría que habría más alegría o alivio, pero no es así. Los bombardeos y otras situaciones siguen ocurriendo —quizá con menos intensidad que antes, pero aún presentes— y eso hace que la gente viva en un estado de confusión y desconcierto.

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Ahora hay un poco más de tiempo para sanar y procesar, pero para muchas personas es muy difícil identificar qué sienten porque es una mezcla de muchas cosas. Pueden aparecer síntomas relacionados con la tristeza, otros asociados al trauma y muchos vinculados a la ansiedad.

¿Cómo crees que este impacto psicológico afectará a la comunidad palestina?

Lo que hemos identificado aquí con los chicos es que algo se quebró internamente en ellos desde que todo empezó. Ya no van a ser las mismas personas que eran antes.

Una de las secuelas a largo plazo es ese quiebre interno que dejó todo lo ocurrido y que todavía se vive entre los palestinos. Antes eran personas que tendían a apoyarse mutuamente, a compartir, a ayudarse entre ellos. Ahora, en cambio, predomina una lógica de “sálvese quien pueda”, de pura supervivencia.

Siento que esta ruptura social es algo que está ocurriendo en este momento, porque ya no existe ese mismo sentido de comunidad que había antes.

¿Han notado diferencias en cómo cada grupo vive el trauma o los efectos son similares?

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Siento que en la población adulta es más fácil manejarlo, probablemente porque tienen más estrategias y, al haber estado expuestos a situaciones similares antes, recurren a los recursos que ya han utilizado.

Cuando hablamos de los niños, nos referimos a una población que en este momento no tiene ningún tipo de recurso: ni económico, ni social. No están asistiendo al colegio y pasan la mayor parte del tiempo en casa con sus familias.

Además, muchas personas ya no tienen hogares, viven en tiendas de campaña sin ninguna privacidad. Esto hace que los niños estén expuestos a escuchar absolutamente todo lo que ocurre y se conversa entre los adultos.

Los niños aquí se muestran mucho más agresivos entre ellos. Todos cargan un palito de madera, que usan para defenderse o agredir a otro si sienten que algo les puede pasar. Desde muy pequeños están aprendiendo estas conductas de violencia, en parte porque las ven reflejadas también en los adultos.

Si pudieras enviarles un mensaje a los colombianos desde allá, ¿qué te gustaría decirles?

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Sé que siempre ha habido muchos comentarios sobre lo que pasa en Gaza. Hay personas que aún dudan de lo que ocurre aquí o cuestionan si la realidad es realmente como se muestra en distintos lugares.

Pero, desde mi experiencia estando acá, puedo decir que la realidad es mucho peor de lo que se alcanza a ver. Lo que se muestra es apenas una pequeña parte de lo que vivimos y de lo que vemos cada día en las atenciones de salud mental.

Entiendo que también hay otras necesidades en muchos países del mundo y que Médicos Sin Fronteras trabaja en diversas emergencias, no solo en Gaza. Pero, en este contexto específico, puedo decir que la recuperación tomará muchísimo tiempo.

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Por Laura Henao Arévalo

Periodista de la Pontificia Universidad Javeriana. Actualmente integra la sección internacional, donde cubre y analiza conflictos globales con un enfoque en género y derechos humanos.@lauraaahenaolhenao@elespectador.com
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