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El negocio de la paz de Trump en Gaza: cuando el lucro se mezcla con la diplomacia

El presidente de Estados Unidos puso al frente del pacto para el enclave palestino a unos hombres que antes que políticos son empresarios. Sus negocios con países árabes siembran dudas sobre el propósito y el futuro del cese al fuego en la Franja de Gaza.

María José Noriega Ramírez

11 de octubre de 2025 - 06:00 p. m.
Miles de palestinos desplazados regresaron el viernes a la destruida ciudad de Gaza tras el alto al fuego y el primer repliegue de las tropas israelíes.
Foto: EFE - Ahmad Awad
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Las negociaciones indirectas que llevaron a la entrada en vigor de un cese al fuego entre Hamás e Israel en Gaza se celebraron en Egipto, pero se gestaron desde uno de los rincones más ricos de Estados Unidos y, sobre todo, lejos de Washington: las mansiones de Jared Kushner, yerno del presidente Donald Trump, y de Steve Witkoff, enviado especial para Oriente Medio, en una zona exclusiva de Florida. El republicano no recurrió a diplomáticos experimentados, sino a empresarios multimillonarios y conectados con el mundo árabe y con su visión para impulsar el pacto de veinte puntos para el enclave palestino, que, según él, “es el principio de una paz duradera”. Una visión pragmática que combinó política y economía, y dejó por fuera de la discusión a los gazatíes, en medio de una ofensiva israelí que ha sido catalogada de genocidio por observadores independientes de la ONU.

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En febrero de este año se supo que Witkoff y Kushner tenían la idea de incentivar la discusión entre ejecutivos del sector inmobiliario para elaborar un plan de reconstrucción para la Franja de Gaza, informó el Wall Street Journal, poco después de conocer que el mandatario republicano quería hacer del territorio palestino, devastado por los bombardeos, el hambre y la muerte, la Riviera de Oriente Medio. Witkoff ya había dicho que las condiciones de vida en el enclave eran “horrendas” y que no sabía “por qué alguien querría vivir allí. Es ilógico”. Kushner, además, describió las propiedades costeras de Gaza como “muy valiosas” y afirmó que la mejor estrategia sería “desalojar a la gente y luego sanear el lugar”. Antes que políticos, ellos fueron empresarios, y esa fue la naturaleza tras bambalinas de lo firmado por Israel y Hamás en Egipto.

Estas fichas de Trump comparten una visión clave con él: la reconstrucción como motor de estabilidad. Pero no solo eso, tanto Witkoff como Kushner tienen intereses empresariales activos en la región, informó el Financial Times. El primero de ellos mantiene vínculos con grupos inmobiliarios de los Emiratos Árabes Unidos, mientras que el yerno del presidente dirige Affinity Partners, un fondo respaldado por Arabia Saudita que también ha recibido dinero de fondos gubernamentales de Catar. Además, ambos son socios en World Liberty Financial, una firma de criptomonedas con sede en Abu Dabi. Estos nexos generan preguntas sobre los posibles conflictos de intereses entre la diplomacia y los negocios personales.

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De momento, la Casa Blanca ha respaldado al esposo de Ivanka Trump, quien no está sujeto a las normas de un funcionario público, y se ha limitado a decir que no ve problema alguno ante los reparos que se han hecho sobre él. Apenas la semana pasada, Karoline Leavitt, secretaria de prensa del Ejecutivo estadounidense, aseguró: “Creo que es francamente despreciable que intenten sugerir que es inapropiado que Jared Kushner, quien es ampliamente respetado en todo el mundo y tiene gran confianza y relaciones con socios críticos en estos países, logre un plan de paz integral y detallado de veinte puntos que ninguna otra administración jamás podría hacer”.

La orden del presidente estadounidense fue pragmática: combinar diplomacia y economía. “La paz debe ser sostenible y rentable”, dijo Witkoff en las reuniones en Egipto. Kushner, por su parte, le dio forma diplomática al negocio. “Su conocimiento de la región y sus lazos con líderes del Golfo fueron decisivos para sellar el acuerdo. Él ya había sido pieza central en los Acuerdos de Abraham de 2020, y ahora se posiciona como figura clave del nuevo intento de pacificación de Gaza”, señaló el periódico español La Razón.

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Trump y Witkoff están detrás del llamado “GREAT Trust” (Gaza Reconstitution, Economic Acceleration and Transformation Trust), el plan impulsado por los aliados del presidente estadounidense para la reconstrucción y el desarrollo económico de Gaza tras el acuerdo de paz. Este par de viejos amigos diseñaron el plan así: atraer inversiones privadas y coordinar los proyectos inmobiliarios y de infraestructura vinculados a la iniciativa. Si Trump logra que se materialice el acuerdo, el plan de Gaza se presentará como un ejemplo de cómo “la paz puede ser rentable”. Además, Witkoff y otros aliados, que han mostrado interés en el día después en el enclave, también podrían participar en el negocio.

Arabia Saudita, Catar, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Jordania se perfilan como los principales impulsores del plan árabe de reconstrucción de Gaza, discutido en varias reuniones regionales lideradas por El Cairo, según reportes de la agencia Anadolu y Al Arabiya English. La iniciativa, valorada en unos USD 53.000 millones, busca restaurar la infraestructura de la Franja sin provocar el desplazamiento forzado de la población palestina. Otros actores internacionales, como Francia, Alemania, Italia y el Reino Unido, han expresado su apoyo formal al plan, de acuerdo con European Newsroom y Arab News PK. Incluso China ha manifestado su respaldo, destacando la importancia de acompañar la reconstrucción con esfuerzos de reconciliación política, asistencia humanitaria y estabilidad en la región, según Times of Israel.

Para Isaac Monterrosas, historiador e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México, esto refleja una cosa: las guerras garantizan el desarrollo de las industrias armamentísticas, lo que se refleja en los USD 21.700 millones que Estados Unidos ha invertido en ayuda militar a Israel en los últimos dos años, según un informe de la Universidad de Brown, y la paz permite la participación del sector privado en su construcción y mantenimiento. El problema es que “parece que esta paz no está necesariamente acompañada de justicia y reparación. El acuerdo no es más que el tercer cese al fuego entre Hamás e Israel, pero nada dice sobre la denuncia por crímenes de guerra contra el primer ministro Benjamín Netanyahu y el exministro de Defensa, Yoav Galant. Tampoco menciona a los refugiados. Además, los países árabes han abandonado la cuestión palestina, pues han normalizado las relaciones diplomáticas con Israel”.

Eso ya se había visto con los Acuerdos de Abraham, mencionó, por su parte, Martín Martinelli, doctor en Ciencias Sociales e historiador, quien cree que lo que está sonando ahora es una “farsa retórica pacifista de Trump, su gobierno y del Pentágono, pues no se retiran de las zonas bélicas actuales, sino que, al contrario, con diferentes métodos, inversión y envío de armas, avanzan y recalientan los conflictos”. En un texto que escribió sobre el tema, agregó que la cuestión palestina concentra todos los ingredientes de las disputas globales actuales. Se trata, al menos para él, de una estrategia para controlar recursos vitales para Estados Unidos y de una forma de Trump de sacar ventaja de ello ante la presencia de países como Irán, China y Rusia.

Y eso no solo está pasando en Gaza. En sus más de ocho meses al frente de la Casa Blanca, que han coincidido con el asedio israelí contra el territorio palestino y con la guerra de Ucrania, el republicano ha dejado claro su interés en las tierras raras que hay en el país invadido por las fuerzas rusas de Vladímir Putin. Washington y Kiev firmaron en abril de este año un acuerdo que le permite a Estados Unidos tener acceso preferencial a la explotación de los recursos naturales ucranianos, lo que abrió la puerta para la creación de un “fondo de inversión para la reconstrucción” del país europeo. Según la información que trascendió, esto le permite al Estado norteamericano beneficiarse de su defensa de Ucrania mediante inversiones, mientras que la contraparte espera un refuerzo del apoyo estadounidense. Un ejemplo más de la delgada línea entre los negocios, la diplomacia y la guerra.

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