El fuego que salía del Parlamento de Nepal, en su capital Katmandú, representó la desesperación y frustración de cientos de jóvenes nepaleses que se manifestaron el martes 9 de septiembre contra la corrupción y represión del gobierno del ex primer ministro K.P. Sharma Oli.
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Las manifestaciones, que iniciaron como una reunión pacífica de jóvenes, terminaron con 19 personas muertas y más de 400 heridas. También provocaron además la renuncia del primer ministro y se reportaron actos como incendios en edificios gubernamentales y viviendas de políticos importantes, incluyendo la residencia del ex primer ministro, oficinas del Parlamento, la Corte Suprema y la casa presidencial.
La ira de los jóvenes llegó a su punto de ebullición cuando el gobierno, el 4 de septiembre, prohibió el uso de 26 plataformas de redes sociales, entre ellas Instagram, WhatsApp y X, por el incumplimiento de las plataformas de registrarse bajo la “Directiva sobre Regulación de Uso de Redes Sociales, 2023”. Esta fue la gota que derramó el vaso.
Los manifestantes, que se denominan a sí mismos como parte de la “Generación Z”, se están movilizando en contra de la corrupción, pobreza y desigualdad que enfrentan en su país.
“Estas son manifestaciones de frustración frente a lo que se percibe como una situación económica adversa y cada vez más deteriorada. Una crisis que ha golpeado sobre todo a los jóvenes, razón por la cual muchas de estas protestas han sido iniciadas e impulsadas principalmente por ellos. Y, de nuevo, esto no es algo exótico ni extraño: es una realidad que también vemos aquí [en Colombia]”, aseguró David Castrillón-Kerrigan, profesor e investigador de la Universidad Externado.
Adicionalmente, las autoridades reprimieron con violencia a los manifestantes que superaron las barricadas, hubo disparos letales, denuncias de uso excesivo de la fuerza, y llamados de Amnistía Internacional y la ONU a una investigación urgente.
Protestas masivas en Asia: un fenómeno compartido
Este tipo de estallido no es nuevo ni aislado, pues en Asia se han reportado diferentes protestas masivas que se asemejan mucho a lo que se vivió en los últimos días en Nepal.
Las protestas en Sri Lanka, al sur de Asia, en julio de 2022, lograron la caída de una familia política dominante. En el plano económico, se comenzaron negociaciones de emergencia sobre la deuda y el apoyo del Fondo Monetario Internacional, pero los déficits de confianza social y política se mantuvieron grandes, marcando las elecciones y las decisiones de política desde 2022, según The Times India.
En agosto de 2024, Bangladesh vivió un giro inesperado: lo que comenzó como una protesta estudiantil contra las cuotas de empleo en el sector público, se transformó rápidamente en un movimiento nacional contra el gobierno. Estudiantes, trabajadores y opositores salieron a las calles denunciando autoritarismo y represión, en medio de choques con las fuerzas de seguridad.
Este año también se vivieron las protestas masivas en Indonesia, que causaron al menos 12 muertes, según reportes de manifestaciones con enfrentamientos entre policías y manifestantes. Estas también fueron inspiradas por un componente rebelde contra restricciones políticas y digitales.
“Estas protestas provienen sobre todo de las clases medias y medias bajas, que sienten que la promesa de progreso no se ha cumplido. Aunque las razones varían, todas tienen en común un trasfondo económico”, afirmó Castrillón-Kerrigan.
¿Estamos en una “Primavera Asiática”?
Las protestas en Sri Lanka (2022), Bangladesh (2024), Indonesia (2025) y Nepal (2025) comparten un patrón común: todas surgieron de crisis económicas y políticas vinculadas a la corrupción, la desigualdad y el mal gobierno, lo que deterioró gravemente la vida cotidiana de la población.
Esto podría tener similitudes con el fenómeno político de la “Primavera Árabe”, que fue una ola de protestas iniciada entre diciembre de 2010 y 2012 en Medio Oriente y el Norte de África, que buscaba derrocar regímenes autoritarios, frenar la corrupción, enfrentar el desempleo y exigir libertades civiles y derechos humanos.
En vez de ver flores brotar, vemos qué regímenes y gobiernos se marchitan y colapsan bajo la presión civil. Hay patrones que podrían indicar que se está viviendo una “primavera Asiática”, pues ambos fenómenos representan levantamientos populares masivos impulsados principalmente por una juventud descontenta que reclama justicia social, democracias más transparentes y la caída de regímenes autoritarios y corruptos.
Sin embargo, el profesor Castrillón-Kerrigan asegura que ambas situaciones tienen diferencias claves por sus propias dinámicas. El investigador propone que, en vez de ser un efecto dominó regional, se trata de un fenómeno global.
“Creo que en este caso no estamos viendo una ‘Primavera Árabe’, sino la expresión de una dinámica global. Estas protestas no ocurren solo en Asia, sino en distintas partes del mundo, incluso en países desarrollados. En Francia, por ejemplo, vimos la renuncia del primer ministro”, explicó el profesor.
Lo que demuestran las protestas de Nepal es una rebeldía joven que no es aislada y que se puede sentir no solo en otros países asiáticos, sino también en el mundo. La “Generación Z” ahora más que nunca se preocupa por su futuro, que cada vez se ve más precario.
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Por Laura Henao Arévalo
