Las escenas de la tragedia en Birmania, que fue sacudida el jueves en la noche por un potente terremoto de magnitud 7,7 y que al cierre de esta edición dejaba más de 140 muertos, lograron doblegar a la junta militar que gobierna el país. El viernes en la tarde, Min Aung Hlaing, líder del gobierno militar, lanzó un inusual pedido de ayuda internacional, dejando de lado su postura de aislamiento internacional y desconfianza hacia la comunidad global.
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“Hay una invitación abierta a todas las organizaciones y naciones dispuestas a venir y ayudar a las personas necesitadas dentro de nuestro país”, dijo el jefe de facto.
En las calles del país, grupos de rescate conformados por los mismos ciudadanos se esfuerzan por rescatar personas dentro de los escombros con sus propias manos. “La gente grita: ‘¡Ayúdenme, ayúdenme!‘. Me siento desesperanzada”, dijo una mujer a la BBC. Al no ser profesionales en tareas de rescate, las labores de búsqueda también se ven limitadas ante las herramientas precarias con las que cuentan. En Nay Pyi Taw, un rescatista amateur dijo que fueron a una casa donde alguien estaba atrapado adentro, pero “no fue posible sacarlo”.
El país aún se recuperaba de cuatro años de guerra civil tras el golpe militar, un conflicto que debilitó gravemente su infraestructura sanitaria. Esto hace que la ayuda extranjera sea aún más urgente. Para Tom Andrew, relator especial de las Naciones Unidas para Birmania, conforme avancen las labores de búsqueda se presenciará un “desastre tras otro”.
Según CNN, hay zonas del país que están fuera del control de la junta y dirigidas por un mosaico de rebeldes étnicos y milicias, lo que hace más difícil las labores de rescate. Federica Franco, jefa de la misión de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras, dijo que los golpes de la guerra a la infraestructura, especialmente a las carreteras “hacen que sea increíblemente difícil, no solo obtener información, sino también llegar físicamente a las personas que necesitan ayuda urgentemente”.
“El tiempo es particularmente crítico en situaciones como estas, sobre todo para quienes necesitan atención inmediata”, añadió.
Uno de los primeros en responder a la petición de ayuda fue el presidente estadounidense, Donald Trump, quien aseguró que su gobierno prestará socorro a Birmania, aunque no entregó detalles sobre esta ayuda. La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) desplegó equipos en Tailandia, donde también se sintió fuertemente el terremoto, para ayudar en las labores de rescate, según Reuters.
El comunicado de Trump es paradójico, ya que los recortes de su administración a la ayuda al país han dejado vulnerables a cientos de miles de personas. Uno de los programas que eliminó fue un fondo de becas destinado a estudiantes birmanos que les permitía acceder a educación en otros países del sudeste asiático. La medida, presentada como un recorte de “gastos innecesarios”, dejó a muchos jóvenes sin acceso a oportunidades educativas en medio de la crisis humanitaria y el conflicto en el país. Ahora, su anuncio de asistencia llega en un momento crítico, pero genera dudas sobre la continuidad y el alcance real del apoyo de Estados Unidos en la emergencia.
Las Naciones Unidas también han prometido asistencia. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declaró que la organización está “movilizando recursos en el Sudeste Asiático para ayudar a los necesitados”, pero el alcance de la participación de la ONU aún se está determinando. Se espera que estos esfuerzos se centren en la asistencia médica, el alojamiento y la provisión de artículos de primera necesidad para los afectados.
Uno de los puntos críticos es la interrupción del servicio de electricidad e Internet, que hacen más difíciles las comunicaciones en terreno. Este problema, cabe destacar, no solo se ha presentado por las afectaciones a las centrales eléctricas que dejó el sismo, sino por la misma censura que ha aplicado el régimen militar.
Este ha restringido severamente el acceso a redes sociales y ha impuesto apagones de Internet en diversas regiones, aislando digitalmente al país y limitando la difusión de información sobre la magnitud del desastre. Según Access Now, la junta controla las redes de telecomunicaciones y puede cortar el acceso en áreas específicas, lo que ha agravado la incertidumbre y dificultado la coordinación de ayuda humanitaria.
En la vecina Tailandia se han difundido imágenes y reportes sobre los efectos del terremoto, pero en Birmania la censura impide una visión clara de la crisis. Aun así, en algunas zonas fuera del control militar, los residentes han recurrido a servicios satelitales como Starlink para mantenerse conectados y compartir información con el exterior.
“Solo podemos encontrar personas donde podamos escucharlas”, dijo un rescatista en Nay Pyi Taw a la BBC, describiendo la desesperante situación en la que buscan sobrevivientes. “Nos dijeron que aún hay 17 personas atrapadas”, agregó, reflejando la magnitud de la tragedia y la urgencia de recibir ayuda internacional”.
En Tailandia, donde el sismo también ha dejado más de 10 muertos, la situación no deja de ser crítica. El punto de mayor interés nacional es en Bangkok, donde un edificio de 30 pisos en construcción se derrumbó encima de varios trabajadores. Luego de 12 horas de búsqueda, las autoridades solo lograron recuperar cinco cadáveres, todos encontrados justo afuera del edificio colapsado. Esto quiere decir que todavía no se había encontrado a nadie debajo de los escombros. Las estimaciones del gobierno local fijan el número de obreros desaparecidos en al menos 100, con el tiempo para encontrar sobrevivientes disminuyendo con cada minuto.
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