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Torre de Tokio: sirena japonesa

Columna para acercar a los colombianos a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
21 de noviembre de 2021 - 02:00 a. m.
Retrato de Ai Futaki, por Isabel Muñoz.
Retrato de Ai Futaki, por Isabel Muñoz.
Foto: Cortesía

Si el óvalo de la cara y las facciones le otorgaran a uno el derecho a la nacionalidad, la nadadora japonesa Ai Futaki, llamada a veces la mujer pez, tendría pasaportes de una veintena de países situados entre la India y Cuba, pasando por todas las islas del Pacífico. (Recomendamos: Más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

De pelo rizado, eternamente bronceada y una sonrisa feliz de labios llenos, defiende el mar con la convicción y el tono imperativo de una evangelizadora del medio ambiente. “Sin el mar no podríamos respirar”, argumenta, y cuenta cómo decidió descartar los tanques de oxígeno en sus inmersiones por considerar el sonoro borboteo un incordio para los habitantes del mundo subacuático.

Lleva casi dos décadas sumergiéndose con una técnica catalogada como deporte extremo, pero usada desde hace siglos para pescar en costas de muchos países y conocida como apnea, o suspensión voluntaria de la respiración.

Esto le permite pasar desapercibida y escuchar mejor la voz de los animales marinos cuando, asegura, le entregan recados para los humanos. Se hace llamar Mensajera Subacuática y tiene el título de Embajadora del Mar por su participación en un proyecto del Ministerio del Medio Ambiente de Japón.

La conozco en vísperas de la inauguración de su exposición fotográfica titulada “Coexistencia” en el Instituto Cervantes de Tokio, donde se incluyen imágenes de Ai nadando junto a peces inmensos mirándola sorprendidos y curiosos.

Vive enamorada del idioma español y lo refleja en acentos, giros y modismos cosechados en estancias de estudio y trabajo en países como Honduras, Cuba, México y España.

Además de su activismo ecológico en nuestro idioma, los hispanohablantes debemos agradecerle el haber puesto los focos sobre vocablos poco usados, como la misma apnea que, por rimar con cefalea y diarrea, muchos conocíamos solo como el nombre de la dolencia que afecta las vías respiratorias durante el sueño.

Después de hablar con ella me toca también consultar en el diccionario la palabra cenote, la caverna definida como “depósito de agua subterránea que se forma por erosión del suelo”. En uno de los cenotes de la mexicana península de Yucatán entró al libro Guinness como la mujer que ha buceado la distancia más larga, 90 metros, a pulmón y sin la ayuda de aletas.

Pero más que promotora lingüística, Ai se empeña en que los seres humanos conectemos de nuevo con la madre naturaleza, evocando el propio vientre materno y probando a contener por unos segundos la respiración dentro de cualquier corriente de agua. Como mamíferos, estamos emparentados con ballenas y delfines, anota, y aconseja no preocuparnos por batir récords de tiempo o de profundidad. Los más miedosos, concluye con el latiguillo con que suele acabar sus prédicas, podemos empezar en la ducha.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

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