Donald Trump habría tomado la decisión de terminar la diplomacia de Estados Unidos frente a Venezuela, según lo reportó The New York Times, en momentos en los que el despliegue de Washington por el Caribe cuenta con más de 4.000 marines y marineros, ocho buques de guerra, varios aviones de vigilancia y un submarino de ataque. Lo dicho por funcionarios estadounidenses allana el camino para una posible escalada militar contra los narcotraficantes o el gobierno de Nicolás Maduro, pues Richard Grenell, enviado especial y director ejecutivo del Centro Kennedy, habría recibido orden del mandatario de cesar todo contacto diplomático, de acuerdo con los informes de prensa.
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Lo que se ha sabido hasta el momento es que la administración republicana ha elaborado diversos planes militares para una escalada. De hecho, un funcionario de la Casa Blanca comentó que el presidente está dispuesto a utilizar “todos los elementos del poder” para impedir la entrada de drogas en Estados Unidos y que ha sido claro en sus mensajes a Maduro. Otros medios de comunicación han dicho desde hace semanas que no se descarta la idea de llevar a cabo ataques contra el narcotráfico dentro del país vecino, lo cual podría incluir ofensivas con drones contra grupos criminales y sus líderes, así como contra laboratorios de droga. Trump dijo que su país está en conflicto armado con los carteles, frente a los cuales advirtió que atacará por tierra.
Ahora bien, Víctor Mijares, profesor de Ciencia Política y Estudios Globales de la Universidad de los Andes, aseguró que esto no se debe tomar como algo definitivo: “Puede ser parte de toda la maniobra de Trump, sobre la cual no hay mucha claridad. Lo que sí es cierto es que esto apunta a continuar con una línea de demostración de fuerza, de una diplomacia más coercitiva y de generar tensión en las cadenas de suministro de cocaína”. En medio de ello, parece haber mayor interés por una apuesta de presión militar por parte de las fuerzas que se alejan de la línea de Grenell y que se acercan a la de Marco Rubio, secretario de Estado, quien se ha encargado de impulsar una estrategia para expulsar del poder al heredero de Hugo Chávez.
Este escenario de precariedad, en palabras de Alejandro Martínez Ubieda, es muestra de cómo se ha ido extinguiendo progresivamente el desarrollo diplomático entre los dos países, sobre todo porque se ha visto cómo Maduro ha buscado avanzar en su proyecto limitando libertades, apresando opositores y destruyendo la economía, incumpliendo en cada nuevo proceso de negociación que se instala. Él, que es vicepresidente del Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano, aseguró que esas ventanas las utiliza el líder oficialista para ganar tiempo a su favor.
La pregunta que deja todo esto es qué reacción provocarán dentro del régimen venezolano las acciones de Estados Unidos, que ya ha atacado a varias embarcaciones supuestamente narcotraficantes en el mar Caribe. El panorama es complejo porque se tiene al arsenal militar estadounidense en contraposición con el de las fuerzas militares de Caracas, algo inédito para el chavismo dentro de sus más de 25 años en el poder, que, si bien tiene listo un decreto de conmoción exterior, desde hace tiempo ha instaurado unas dinámicas que han llevado a Venezuela a vivir bajo una ley marcial. Esto, además, no hecho que aumenten las capacidades defensivas de Caracas.
La asimetría se ve, por ejemplo, en que, si bien Venezuela tiene la mejor capacidad antiaérea latinoamericana, no es comparable con la de Washington. De hecho, Mijares mencionó los misiles S-300, de fabricación rusa, que son la tecnología más avanzada que tiene el régimen, pero que, aseguró, no son suficientes ante el poderío estadounidense. A la lista se suman los cazas Su-30, los tanques T-72, los misiles antiaéreos Pechora y Buk, y los portátiles Igla-S, e incluso los fusiles de la familia Kalashnikov, todos fabricados en la época soviética y que le han dado a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana una imagen distintiva entre los militares de la región. El despliegue aeronaval estadounidense en el Caribe podría poner a prueba esa proyección de poder.
La preocupación, entonces, es lo que puede pasar con los opositores y los presos políticos que hay en Venezuela, que según Foro Penal son 841. Nastassja Rojas, profesora de la Universidad Javeriana e investigadora de derechos humanos, recordó que a medida que aumenta la presión internacional, incluso cuando se da en términos diplomáticos, el régimen de Maduro responde con más represión contra su población. El decreto de conmoción exterior, según ella, deja ver que ante cualquier acción que las autoridades consideren como aumento de la amenaza o como riesgo, incrementa la presión dentro del país.
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