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Sudán y la tragedia

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César Niño
07 de noviembre de 2025 - 06:52 p. m.
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La mayor tragedia humanitaria de la historia reciente la vive hoy Sudán. La guerra civil es el producto reciclado de una paz fugaz que se hizo agua en abril de 2023. Esta vez, los protagonistas y vectores de la violencia son las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y un grupo paramilitar conocido como Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR). La tragedia tiene ingredientes peligrosos, como el mayor desplazamiento interno del mundo. Alrededor de 4 mil personas han muerto en lo que va de 2025; otras 12 millones de personas han sido desplazadas, y desde 2023 hasta hoy hay más de 150 mil muertos y más de 25 millones de personas hundidas en la hambruna.

La captura de la región de El Fasher por las FAR, que estaba hasta hace poco controlada por las fuerzas del gobierno, bajó la intensidad de la violencia a costa de más violencia, una paradoja peligrosa que solo puede entenderse en medio de una crisis humanitaria, pero al mismo tiempo puso en riesgo la fragmentación territorial de Sudán. Las FAR y las FAS habían sido aliadas en 2019 con el objetivo de derrocar a Omar al-Bashir, uno de los tantos treintañeros en el poder. El golpe produjo de inmediato tanto un vacío de poder como un gobierno interino. Lo anterior tiene como resultado una fractura interna dentro del aparato militar que había tomado el poder en 2021. La alianza entre el general Abdel Fattah al-Burhan (FAS) y Mohamed Hamdan Dagalo “Hemedti” (FAR) se desintegró cuando las presiones internacionales por una transición civil obligaron a redefinir el control de las fuerzas armadas. El intento de Burhan por subordinar a las FAR al ejército estatal reactivó las disputas por poder y recursos dentro del régimen. Eso significa que la Sudán de hoy es el resultado de una colcha de malos retazos de paces incipientes y burdas costuras de guerras consolidadas. Tanto Estados Unidos como Emiratos Árabes Unidos han intentado intervenir para lograr poner fin a la guerra, pero solo han conseguido más de once altos al fuego fallidos y más de una docena de planes de paz fracasados por parte de la Unión Africana.

La guerra actual ha dejado a Sudán tan solo con su nombre, porque la destrucción tiene una magnitud brutal que ha borrado tanto la dimensión física y de infraestructura del país, como la población que la habitaba. No hay piedra sobre piedra, no hay ni prisiones, menos hospitales, y ni hablar de caseríos o escuelas. Pululan las enfermedades y brotes de cólera, dengue y malaria, al no haber servicios básicos de salud. En las guerras, las enfermedades son las mejores aliadas de las hostilidades. No hay alimentos, y el hambre se ha armamentizado, lo poco que hay se restringe con fines disuasorios. Lo cierto es que no hay nada de “comunidad internacional”, la crisis amenaza no solo con la implotación de Sudán, sino con el derrame de la violencia ya de por sí derramada en África.

Hay sobre la mesa una remota posibilidad de negociación entre FAS y FAR. Ojalá la probabilidad lejana falle y triunfe lo remoto cercano, para poner fin a la violencia. Sin embargo, las condiciones no están dadas para que eso suceda. Tanto FAS como FAR no toleran la idea de un gobierno civil y la expansión del militarismo autoritario les significa vigencia y control de recursos. Por eso, una de las mayores implicaciones a una eventual paz armada en Sudán traería consigo que, si las FAR obtienen autonomía territorial, se podría consolidar un modelo de poder armado compartido, similar a los arreglos posconflicto en Sudán del Sur o en Libia, pero eso perpetuaría la militarización del sistema político, una nueva fase de un conflicto ya degradado. Ahora, cualquier arreglo sin actores civiles erosionaría la legitimidad del propio arreglo. Así, tanto FAR como FAS podrían pactar un acuerdo funcional pero moralmente condenable, suspender procesos de justicia transicional por sus respectivas responsabilidades en los crímenes de guerra. Un acuerdo entre estos actores solo puede representar una oportunidad frágil y ambigua. Por un lado necesaria para detener en seco la crisis humanitaria, pero insuficiente para una paz estructural. Esto, lamentablemente puede ser la antesala de una nueva guerra, o un pacto para tomar un receso y retomar en un corto tiempo.

* César Niño, profesor de Relaciones Internacionales.

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César Niño

Por César Niño

Profesor de Relaciones Internacionales.@cesarnino4
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Atenas (06773)08 de noviembre de 2025 - 04:08 a. m.
César, de ingrata recordación es todo cuanto tenga q’ ver con FAR; allá en Sudán un grupo terrorista q’ no permite q’ se asiente la paz, así las FAS tampoco sean mansas palomas. Y aquí las FARC.¿O es este horrendo caso otra prueba pa la cuestionable tesis de un premio Nobel de Medicina, J.Watson, por sus contribución a mayores avances de la biología molecular, quien hasta la muerte afirmó q’ “los negros por razón de sus genes son menos inteligentes q’ los blancos”, y sin bases científicas?Atenas
Alex Rojas(22979)08 de noviembre de 2025 - 01:53 a. m.
Olvida el profesor, el papel que han tenido el otro producto exportable colombiano, los condotieros, o mejor llamarlos, mercenarios de la muerte, por un puñado de dólares dirigen su fusil hacia donde les indiquen, y en esta oportunidad, hacia la población civil.
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