En 2020 se apagó una de las mentes científicas más brillantes. A los 73 años, murió el Premio Nobel Kirk Smith, profesor de Salud Global Ambiental de la Universidad de Berkley. Su colega John Balmes, experto global en salud respiratoria, dijo de su obra: “nadie salvó más vidas que él. Fue un verdadero héroe”.
Uno de los ambientalistas más reconocidos, Smith comenzó su carrera como opositor de la energía nuclear. Un viaje en 1970 al Asia lo llevó a comprender que la contaminación del aire representaba una mayor amenaza que los accidentes nucleares. Smith acuñó la frase “si quieres contribuir de verdad, sigue la pista a los riesgos reales”.
El profesor Smith dedicó su vida a documentar la contaminación del aire y, con base en su trabajo, la OMS hoy responsabiliza a la contaminación doméstica por material particulado fino de producir una de cada ocho muertes a nivel mundial, superando al tabaco, la diabetes y los accidentes automovilísticos sumados.
Es la principal causa de muerte: provoca cada año el deceso prematuro de 3,7 millones de niñas, mujeres y niños, por problemas respiratorios y cardiovasculares. Es responsable del 40 % de las muertes por neumonía en menores de 5 años. Su impacto en la salud se estima en 1,4 billones de dólares, cuatro veces el PIB de Colombia.
En total, 2.300 millones de personas en 128 países cocinan con leña, resultando en altas emisiones de CO2, destrucción de bosques, degradación de ecosistemas amenazados y pérdida de biodiversidad. Según la Agencia Internacional de Energía –AIE– causa pérdida de bosques del tamaño de Irlanda cada año y ponerle fin reduciría 1,5 gigatoneladas de CO2 equivalente para 2030, lo mismo que todos los aviones y barcos del mundo el año pasado.
Por eso se incluyó en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el ODS 7, para lograr acceso universal a la cocina limpia en 2030. Solo China, India e Indonesia van encaminados a cumplir la meta. Lograrlo costaría 8 mil millones de dólares anuales, menos del 1 % de lo que gastaron los gobiernos subsidiando gasolina y diésel en 2022.
En Colombia, el Programa de Sustitución de Leña quedó incluido dentro del Plan Nacional de Desarrollo y debe ser reglamentado por el Ministerio de Minas y Energía. El reto es sustituir el uso de leña y carbón para cocción de alimentos en al menos 1,6 millones de hogares colombianos –5 millones de compatriotas, casi dos veces la población de Uruguay–.
Cuando se sustituye leña por gas natural, se libera tiempo: cinco horas al día en promedio ocupan –en su mayoría mujeres– en recolectarla.
En 2022, un estudio liderado por Talor Gruenwald, investigador asociado a la ONG Rocky Mountain Institute, aseguró que las estufas a gas producen un 12,7 % de incremento en asma en los niños, noticia que circuló por el mundo y tuvo eco en Colombia.
Sin embargo, el Centro de Control y Prevención de Enfermedades CDC y el Instituto Nacional de Corazón, Pulmón y Sangre de Estados Unidos rectificaron esa información, mostrando que estados como California, con la más alta prevalencia de cocinas a gas natural, tiene el índice más bajo de casos de asma en niños, y que las variables que en verdad correlacionan con el asma son el nivel de ingresos del hogar y la etnicidad.
Por eso, el Banco Mundial y la AIG (Agencia Internacional de Energía) clasificaron las estufas a gas natural como limpias y de alto rendimiento en materia de salud, eficiencia e impacto positivo para las mujeres, porque reducen el riesgo de violencia de género durante la recolección de leña.
El gas natural puede incidir positivamente en los objetivos de transición social y productiva del país. Sus reconocidos atributos ambientales frente a otros hidrocarburos, como su bajo costo, nos recuerdan que, así como un energético abundante y limpio representa vida, su ausencia es privación y muerte.
* Presidenta de Naturgas