El negocio de la destrucción

Desde hace veinte años se ha denunciado la criminal alianza de ganaderos, narcotraficantes y políticos en Colombia. Esta oscura triangulación impulsó las candidaturas de Álvaro Uribe Vélez en el 2002 y en el 2006, y ha sido una constante fuente de apoyo político.

La semana pasada, Benito Osorio, ficha paramilitar, expresidente del Fondo Ganadero de Córdoba, y exgobernador de Córdoba, denunció que José Félix Lafaurie, presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos y esposo de la senadora del Centro Democrático María Fernanda Cabal, había pedido apoyo a Salvatore Mancuso para que se nombrara a Mario Iguarán como fiscal general de la Nación en el año 2005.

Los paramilitares cogobernaban. En una serie de columna que publiqué hace diez años, sostuve que en Colombia hubo un golpe de Estado, porque hubo una toma de las principales instituciones, y los poderes locales, por parte de este grupo criminal y sus aliados.

El brazo político de los paramilitares, el uribismo, luego hizo un golpe de Estado dentro del golpe de Estado. El proceso de Justicia y Paz y la extradición de los cabecillas paramilitares trasladó el poder derivado de los paramilitares hacia el gobierno. Con esta estrategia, y el proyecto de reelección indefinida, pretendía cristalizar el golpe de Estado y hacerse con el poder absoluto en Colombia, quizás durante décadas. Dieron al traste con el proyecto dictatorial del uribismo la encarcelación de muchos de sus aliados por la parapolítica (consecuencia de su propio proceso de Justicia y Paz), el freno de la Corte Constitucional a la reelección y los escándalos de corrupción de su gobierno. El más degradado, sin duda, fue la revelación de que buena parte del conteo de bajas guerrilleras de la política de Seguridad Democrática eran, en realidad, asesinatos en masa de campesinos por parte de las fuerzas militares para robarse el dinero de las multimillonarias recompensas que repartía el Ministerio de Defensa sin ningún tipo de control, transparencia o veeduría independiente.

El narcotráfico no fue el único negocio destructivo impulsado por los paramilitares. El carbón, la palma africana y la ganadería, por ejemplo, se reconfiguraron gracias a la influencia de estos grupos armados sobre la tenencia de tierra.

Después de ser Superintendente de Notariado y Registro durante los primeros dos años del primer periodo de Uribe, Lafaurie pasó a ser presidente de Fedegan. Sin duda, ha sido exitoso como representante del gremio: durante sus casi veinte años de liderazgo, los ganaderos han avanzado hacia su actual edad dorada. Este producto ha llegado a niveles históricos: aumentó en más de 100% sus exportaciones en 2021 en comparación con 2020.

Desde que China finalmente concedió los permisos fitosanitarios para importar carne colombiana, luego de décadas de lobby por parte del gobierno colombiano, las exportaciones de carne bovina colombiana se abren un mercado que promete incluso más que Chile, Rusia y Egipto, los tres principales mercados.

Al tiempo que la ganadería repunta, los bosques tropicales se reducen. La mayor causa de deforestación en Colombia es la ampliación de la frontera ganadera. El principal aporte que Colombia puede hacer al mundo para detener el cambio climático es la protección de los bosques tropicales. La expansión descontrolada de la ganadería está poniendo en riesgo el planeta. El negocio de la destrucción anudó, en los años noventa y dos mil, intereses paramilitares, narcotraficantes y ganado. El negocio de la destrucción hoy anuda intereses ganaderos y antiambientales. Colombia es el país del mundo donde más líderes ambientales son asesinados. La violencia continúa.

Twitter: @santiagovillach