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Sobre el carbón y la huella climática

Camilo Montes*
05 de junio de 2023 - 02:00 a. m.

En respuesta al editorial del 28 de mayo de 2023, titulado “Ahora sí, ¿cuál es la estrategia para la transición energética?”.

Hablar de transición energética en Colombia es como hablar de llegar a la Luna o hacer la vacuna contra el COVID-19. Eso ya se hizo. Colombia hizo su tarea hace ya muchas décadas; la entrada de las primeras turbinas de Hidroituango debería llevarnos a obtener más del 80 %¹ de la electricidad a partir de fuentes renovables. Muy pocos países del planeta tienen cifras así de altas de electricidad a partir de energías renovables y cifras tan bajas en emisiones, con menos del 0,5 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Nuestra huella climática es mínima, con apenas 1,78 toneladas de CO2 al año por habitante, muy por debajo del promedio mundial de 4,8 toneladas y muchísimo menor que la de EE. UU., con 14,8 toneladas². Es decir, un ciudadano promedio en EE. UU. (o Canadá o Australia) produce tanto CO2 en un mes y medio como un colombiano promedio en un año entero.

De modo que la costosísima tarea de la transición energética debería recaer sobre aquellos que inyectaron los gases de efecto invernadero; esa deuda la tiene el norte global, responsable casi absoluto del cambio climático con más del 76 % de las emisiones históricas (EE. UU., Canadá, Australia, Europa, Japón y China)². Pero, sin importar quién es el responsable, el cambio viene; la llegada del fenómeno de El Niño este año ya es anunciada por las agencias climáticas del norte global, con el cual los niveles de los embalses naturalmente bajarán y eventualmente las hidrogeneradoras no podrán producir electricidad suficiente para cubrir la demanda del país.

Algunos de nosotros todavía nos acordamos del apagón del 92, resultado de un fenómeno de El Niño, y del casi apagón del 2016, después de otro Niño. Este es un mecanismo para exportar calor del trópico a latitudes altas, de modo que con el calentamiento global puede volverse más frecuente e intenso o, sencillamente, permanente. Entonces Colombia, con las represas secas, las minas de carbón cerradas y las termogeneradoras quemando gas, tendrá que importar toda su energía, ya sea en forma de gas licuado o combustibles líquidos traídos del norte global, a los precios que ellos impongan, claro está.

El único recurso que Colombia tiene en abundancia es carbón. En su pico de producción, el país exportó hasta 90 millones de toneladas al año al norte global, suficiente para alimentar 60 plantas termogeneradoras de 600 MW cada una. Unas pocas de esas plantas en Colombia, con tecnología de punta (ciclo ultrasupercrítico), podrían asegurar la independencia energética del país, aun en escenarios de cambio climático con pérdida de lluvias.

Hoy el carbón contribuye a menos del 3 % de la electricidad del país¹. En últimas, como la India, Colombia debería reclamar su derecho a quemar su carbón, ya que nunca lo ha hecho.

* Ph. D. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Docente en la Universidad del Norte.

Montes, C. 2018. La incertidumbre climática y el dilema energético colombiano: Revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, vol. 42(165). DOI: 10.18257/raccefyn.664.

¹ https://www.xm.com.co/portal-de-indicadores

² Global Carbon Budget 2022 (https://essd.copernicus.org/articles/14/4811/2022/)

Por Camilo Montes*

 

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