A la par con la degradación de la naturaleza han aumentado las noticias sobre el medio ambiente. Pero figuras públicas conocidas de varios países niegan tales realidades. Estos temas los conoce la opinión pública desde hace relativamente poco, aunque su difusión ha aumentado. Las causas de tal degradación son diversas, veamos algunas que sobresalen.
El mundo tardó varios milenios para que el Homo sapiens alcanzara los primeros 1.000 millones de habitantes alrededor de 1840. En la actualidad —180 años después— hay aproximadamente 7.700 millones de habitantes. Este crecimiento acelerado se apoya en el desarrollo de ciencias y tecnologías, en particular la medicina. Con ello casi desaparecen las hambrunas y la peste y las guerras están más controladas.
La población mundial se reorganizó en países y nacionalidades, a lo que se sumó la industrialización. Comenzó así la acumulación de capital con numerosas propiedades como las haciendas, que se expandieron en países con tardía industrialización y poca diversificación. Con los avances industriales y el aumento del uso de metales y minerales especiales, el control de territorios ha crecido, pese a que los enormes capitales provienen, desde hace poco, de tecnologías digitales y cibernética, apoyadas en expansión de redes sociales.
Desde antes, el sistema bancario se había convertido en eje de la acumulación capitalista alimentada por políticas económicas. Hace pocas décadas estas pasaron a apoyarse en teorías neoliberales con menos controles. Las desigualdades sociales crecieron, sumándose a la expansión urbana y el abandono rural por parte de muchos Estados. Cabe mencionar acá el factor político, sus instituciones y regulaciones. Aunque los sistemas democráticos y el sufragio universal se expandieron, quienes manejan sus instituciones tienden a subordinarse a poderes dominantes. Habría que mencionar además la creciente corrupción en muchos países y las dictaduras y las democracias amañadas.
En cuanto a la naturaleza, con el crecimiento de la población se ocupan cada vez más sus territorios. La acumulación de tierras por parte de familias y clanes dominantes que se apropian de las más productivas desplazan a grupos rurales y campesinos. Muchos de ellos tienen que tumbar bosques para sobrevivir, además del rebusque con actividades “ilícitas”. En ello, Colombia (uno de los países con mayor biodiversidad) se destaca en la región y el continente. El Valle del Cauca, con cañadulzales, ingenios y mucha agua en las mejores tierras del país sobresale como ejemplo. Selvas y bosques arrasados junto con sus animales, gases de efecto invernadero, metrópolis contaminadas, CO2, sequías e inundaciones, todo ello en expansión y los gobiernos incapaces de controlar tales desastres. Y, por si fuera poco, el “pulmón del mundo”, la Amazonia, con sus ocho países que la integran —incluida Colombia— es una de las mayores tragedias de destrucción de la naturaleza.
Para finalizar esta apretada síntesis está el agua, que es el factor sin el cual no existiría vida alguna. Minería y otras actividades aumentan su contaminación. A los océanos llegan millones de toneladas de plásticos y residuos. La destrucción de fauna, flora y arrecifes afecta el agua. La tendencia de este líquido vital es hacia su privatización y comercialización. Se intensifica su acaparamiento. El calentamiento global aumenta más rápido que los esfuerzos ambientalistas para controlarlo.
¿Podrán reorientarse las democracias hacia la protección del medio ambiente?