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Un adiós entre el dolor y la pugna política: así despidió Colombia a Miguel Uribe

Familiares, amigos y políticos cercanos, sin la presencia de integrantes del gobierno Petro, despidieron y sepultaron al senador y precandidato presidencial asesinado a sus 39 años. La jornada, marcada por la tristeza y los llamados a la paz, no fue suficiente para pausar las disputas ideológicas con tintes electorales.

David Efrén Ortega

13 de agosto de 2025 - 09:02 p. m.
Así fue el entierro y despedida de Miguel Uribe Turbay.
Foto: Laura Isabel Sánchez Useche
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Una imagen excepcional para la historia política colombiana. El Congreso en pleno, oficialistas y opositores, los presidentes de las altas cortes, embajadores, alcaldes, precandidatos, la guardia presidencial y otras figuras del país en el Salón Elíptico del Legislativo, en completo silencio, en torno al ataúd de quien poco más de tres años atrás se posesionó en ese mismo recinto como el senador más votado en las elecciones de 2022.

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A las 10:30 de la mañana de este miércoles 13 de agosto, Miguel Uribe Turbay fue despedido por familiares, amigos y congresistas que llegaron al Capitolio para el desenlace de una velación de casi 36 horas a la que asistieron personalidades de todos los sectores y más de 8.000 ciudadanos.

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Tras los discursos de los presidentes del Congreso (Lidio García y Julián López), de su padre, Miguel Uribe Londoño, y de un fuerte mensaje enviado por el expresidente Álvaro Uribe para ser leído por Gabriel Vallejo, director del Centro Democrático, seis soldados de la guardia presidencial llevaron el féretro hacia la Catedral Primada de Colombia. Los pañuelos blancos al aire señalaron el adiós a quien, como senador, transitó por pasillos, comisiones y plenarias para defender sus convicciones en materia de seguridad, economía y, por esa vía, hacer férrea oposición al gobierno del presidente Gustavo Petro.

En la basílica, el primado de Colombia, Luis José Rueda, ofició la misa exequial frente a los mismos asistentes y, además, tres de los seis expresidentes vivos: César Gaviria, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos. Detrás de ellos, en representación de Álvaro Uribe, hoy en prisión domiciliaria por una condena de 12 años en primera instancia, su esposa Lina Moreno y uno de sus hijos, Jerónimo Uribe.

En la primera fila, los expresidentes César Gaviria, su esposa Ana Milena Muñoz; Ernesto Samper y su esposa Jacquin Strouss, y Juan Manuel Santos con su esposa María Clemencia Rodríguez. Detrás la esposa de Álvaro Uribe, Lina Moreno y su hijo Tomás Uribe.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

El cortejo fúnebre salió de la catedral a la 1:50 de la tarde, lentamente, dando tiempo a que los asistentes arrojaran rosas blancas sobre el ataúd, mientras el salsero Yuri Buenaventura cantaba “El Guerrero”, acompañado por la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Algunos ciudadanos ubicados detrás de las vallas de seguridad soltaron globos blancos al aire. Otros alzaron sus voces para gritar arengas en favor de Uribe Turbay y en contra del presidente Petro.

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Casi una hora después, tras recorrer un tramo de la Avenida El Dorado, el féretro llegó al Cementerio Central y fue bajado por la guardia presidencial; a las 3:05 de la tarde empezó a ser sepultado. Tres sacerdotes de la Iglesia maronita, que unió a la familia de Uribe Turbay y a la del médico que lo atendió durante casi dos meses, Fernando Hakim, fueron los encargados de conducir la inhumación. La ceremonia se cerró con un abrazo fuerte y prolongado entre Miguel Uribe Londoño y la esposa del senador, María Claudia Tarazona, quienes lloraron y abandonaron el camposanto cerca de las 4:00 de la tarde, fuertemente custodiados.

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Fue ella quien durante toda la jornada, en los tres escenarios, no se separó ni un minuto del ataúd. Acompañada por sus hijas María, Emilia e Isabella, y del hijo de cuatro años que tuvo con Miguel Uribe, Alejandro, recibió las condolencias de amigos, familiares y políticos de todas las orillas. Tomada de la mano de su hijo, le dio el último adiós a su esposo dejando algunas flores blancas sobre el cajón, lo que Alejandro también hizo por su cuenta en varias oportunidades. Siempre de blanco, contrastando con el negro luto de la masa que la acompañó durante el día, María Claudia habló una sola vez.

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“Miguel no quería que se repitiera lo que él tuvo que vivir a sus 4 años y que dolorosamente hoy mi hijo amado, Alejandro, está viviendo, ese mismo pasado que Miguel no quería que volviera y que hoy golpea a nuestra familia de la manera más cruda y más cruel (...) Era un hombre convocante, para él cabían distintas formas de pensar y diferentes ideologías, eso sí, arropadas siempre bajo el manto sagrado de la democracia, no de las armas ni de la violencia ni la destrucción”, dijo desde el púlpito de la catedral.

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María Claudia Tarazona en la Catedral Primada previo a las palabras que dio para despedir a su esposo, Miguel Uribe.
Foto: Mauricio Alvarado Lozada

En su discurso pidió una vez más que se haga justicia, que los compañeros de su esposo mantengan el legado político de luchar por la seguridad y la democracia y reiteró que la “maldad más grande que puede existir” es romper una familia. También agradeció a los médicos que atendieron a su esposo y se dirigió a su suegro con un mensaje sentido: “Papá Miguel, Abi Miguel, hoy eres mi guía y mi ejemplo; honraré la memoria de tu hijo, haciendo por Alejandro lo que tú hiciste por él”.

Uribe Londoño, quien la precedió en la palabra en el mismo lugar, le respondió recordando la tragedia que en 1991 le arrebató a su esposa, la periodista Diana Turbay, dejando sin madre a su hijo de entonces cuatro años. “Has sido muy valiente durante este tiempo de inmenso dolor y gran tristeza, en el cual con todo el más grande amor cuidaste de Miguel y de tus hijos como esposa y madre. Gracias, gracias. Pensando en tus queridas hijas y en tu querido hijo, mi nieto Alejandro, en la ausencia de Miguel, honrarás su memoria y continuarás teniendo un hogar maravilloso y ejemplar, en el cual serás mamá y papá, así como yo hace 34 años fui papá y mamá, como siempre lo afirmó Miguel”, le dijo.

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La atmósfera de solemnidad y duelo fue rota por la inevitable carga política y electoral de la jornada. Durante buena parte del día, el principal interrogante corrió por cuenta de la ausencia de representantes del Gobierno y, puntualmente, del jefe de Estado, que tampoco estuvo el lunes ni el martes en la cámara ardiente. La noticia matutina de que el mandatario tendría agenda en Bahía Solano (Chocó) llegó a causar indignación. Finalmente, antes del mediodía, el ministro del Interior, Armando Benedetti, reveló lo que, según él y el propio Petro, explica las ausencias.

“He estado en contacto con su familia desde el lunes y ayer llevé el mensaje de que el presidente quería asistir al Congreso, a lo que respondieron que era mejor que no nos hiciéramos presentes”, explicó el jefe de la cartera política. A esto, el mandatario agregó que “no vamos porque no queramos, simplemente respetamos a la familia y evitamos que el sepelio del senador Miguel Uribe sea tomado por los partidarios del odio”.

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El presidente Gustavo Petro estuvo en Bahía Solano, Chocó.
Foto: Presidencia

Como ya es costumbre en la escena política, el choque se trasladó a las redes. El discurso de Gabriel Vallejo en nombre del expresidente Uribe desató molestia en la izquierda, que cuestionó los señalamientos a Petro de supuesta “instigación” y las referencias al genocidio de la Unión Patriótica. El propio presidente le respondió acusándolo de estar “lleno de veneno” y de desconocer el crimen contra el partido de izquierda. E incluso, desde Chocó, lanzó pullas ante los gritos en su contra en la Plaza de Bolívar: “Mientras por allá gritan ‘Fuera’, por aquí gritan ‘reelección’. Ni fuera para el proyecto de la vida, quieren que entren los espectros de la muerte. Y reelección sí, del proyecto de la vida, la democracia y la paz”.

Así, con una ceremonia que solo recuerda a las de los funerales de Estado y los sepelios de los magnicidios de los 80 y 90, sumada a una puja política caldeada y que seguramente terminará de estallar en los próximos días, Colombia despidió este 13 de agosto al Miguel Uribe senador, opositor, precandidato presidencial y, por supuesto, al padre, hijo, esposo y amigo. Quedan en el aire, como los globos y pañuelos blancos, los llamados a bajar el tono y a buscar un camino común hechos por los presidentes del Congreso, legisladores y sacerdotes. Los nubarrones de la violencia política, física y verbal, amenazan con esfumarlos de manera indefinida.

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Por David Efrén Ortega

Periodista de la Universidad Javeriana. Tiene experiencia en el cubrimiento de política, paz y memoria. Premio CPB en la categoría de Medios Digitales.@davidortegasodortega@elespectador.com
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