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Yenny Valencia: la profe que hizo de la música y el deporte un refugio para niños en Nuquí

La maestra entrena a 130 estudiantes en fútbol y, en unas semanas, viajará con un grupo a Corea con instrumentos que ellos mismos construyeron. Dice que su trabajo es un “rescate cultural”, una estrategia para que los jóvenes nuquiseños no caigan en dinámicas ilegales.

Daniela Cristancho

18 de agosto de 2025 - 09:04 a. m.
Yenny Valencia y diez jóvenes viajarán a Corea el 15 de septiembre para presentar su música.
Foto: Cancillería
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Cuando Yenny Valencia empezó a jugar fútbol no había balones: en las playas de Nuquí corría con sus amigos detrás de naranjas. Con eso aprendió a dominar la pelota, “mejor que lo hubiera hecho con una pelota de micro”. Treinta años después, con las pequeñas frutas le empezó a enseñar a sus primeros estudiantes, hasta que logró conseguir patrocinadores para comprar balones, guayos y uniformes. Hoy dirige a 130 niños y niñas en el equipo Los Delfines y a otros 18 en su grupo de música. Con ellos busca lo que llama un “rescate cultural”: mantenerlos lejos de los caminos ilegales a través de la disciplina del deporte y de los sonidos del tambor.

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“La idea es que estos jóvenes vayan de generación en generación transmitiendo lo que eran nuestros ancestros: cómo vivían, lo que hacían y por qué lo hacían”, explica la profesora. En ese sentido, añade que “el fútbol es cultura”. Como en muchos otros municipios del Chocó, en Nuquí también se han vivido disputas por el control territorial entre grupos criminales como el Eln y el Clan del Golfo y su labor se enmarca en ese contexto: “Desafortunadamente tenemos cosas que no queríamos que llegaran al territorio, como dinámicas violentas y grupos al margen de la ley. Entonces, la idea es mantener a nuestros niños ocupados en su tiempo libre haciendo algo que a ellos les gusta, les divierte y les sirve para su futuro”.

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Ha mandado a muchos niños a probar en diferentes clubes y hace poco recibió una noticia que la llenó de orgullo: una de las niñas que empezó a jugar fútbol con ella fue llamada a la selección sub-17. A los 14 años la llevaron a Cali, donde siguió entrenando con la misma disciplina y el mismo amor por el deporte que había descubierto años atrás en las playas de Nuquí.

Yenny Valencia, líder social de Nuquí, ha dedicado los últimos 30 años de su vida a formar jóvenes en el deporte y la música.
Foto: Cancillería

En estas casi dos décadas de entrenar a Los Delfines ha tenido hasta 170 pequeños futbolistas; hoy son 130, desde los cinco años en adelante. Entre ellos recuerda a un niño que llegó con apenas cuatro años. “La abuelita me lo trajo porque la mamá se había muerto y el golpe había sido muy duro. Ella me dijo: ‘Profe, necesito un favor, sé que está muy pequeño, pero cójalo para que corra y se distraiga’”, cuenta Yenny. Hoy el niño tiene 10 años y juega de central. “Es una maravilla en la cancha”, dice.

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Yenny es madre de seis hijos. Todos se fueron a Medellín, donde estudiaron en el Sena, hicieron cursos y luego siguieron en la universidad, ya por su cuenta porque en casa no había manera de costearlo. Aún viven en la capital de Antioquia, pero cada año encuentran la forma de regresar a visitarla o de llevarla con ellos. Y cuando los suyos partieron, fueron llegando otros niños, hasta convertirse en decenas. Hoy, a esos más de 130 estudiantes los trata como si fueran suyos. Van a su casa a cualquier hora, la buscan para hacerle un favor, acompañarla o pedirle un consejo. Ella dice que son como sus hijos, no solo porque los entrena en la cancha o en la música, sino porque procura formarlos en valores, en cosas que “no les pueda quitar nadie”: que aprendan a resolver conflictos con el diálogo y no con la violencia, a disculparse y a ser buenos amigos.

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El grupo de música es más pequeño: son 18 niños y niñas. Cada año cambia su conformación, pues varios terminan el bachillerato y se trasladan a ciudades como Quibdó, Cali o Medellín para ir a la universidad. Mientras tanto, ella les comparte lo que aprendió de sus viejos. Su papá era, como dice, un “banchero”. En esa época no existían equipos de sonido y las fiestas eran con tambora y con los instrumentos que hoy ella misma fabrica. Entre celebraciones donde abundaban el viche, el baile y el calor pegajoso, fue recogiendo los conocimientos que ahora transmite a sus estudiantes.

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En mayo, cuando los diplomáticos, empresarios y funcionarios públicos aterrizaron en Nuquí, su primer recibimiento fue el golpe de la tambora. A pocos minutos del aeropuerto Reyes Murillo, en el malecón municipal, diez niños hacían retumbar los instrumentos de su tierra natal. Frente al mar, quieto bajo el sol mañanero, tres niñas bailaban agitando las faldas rojas y amarillas de sus vestidos, mientras los demás, envueltos también en colores brillantes, marcaban el compás con tambores, guacharacas y maracas.

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En su salón de clases no solo se aprende a tocar el tamborito o la cumbancha, sino a fabricarlos desde cero.
Foto: Cancillería

Unos minutos antes de la llegada de los invitados, el alcalde Rubén Prado se había acercado a Yenny y, sin mucho contexto, le susurró: “Se van para Corea”. Ella solo lo entendería después, cuando la entonces canciller Laura Sarabia anunció que los diez jóvenes irían a Asia como parte de un intercambio cultural para compartir los saberes ancestrales y la música del Pacífico Norte colombiano, en un viaje que arrancará el próximo 15 de septiembre.

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El anuncio no solo incluía a los niños. También fue invitada Yenny, la artífice detrás del proceso que hay en cada tamborazo. En su salón de clases no solo se aprende a tocar el tamborito o la cumbancha, sino a fabricarlos desde cero. Para el tamborito, por ejemplo, buscan balso en la selva nuquiseña, lo cortan en trozos y lo ahuecan. Después consiguen cuero de zaino —un cerdo salvaje que habita en la zona—, lo sumergen en agua, lo dejan secar y, cuando ya está blando, lo cosen a la madera. Así nacen los instrumentos que luego suenan en la playa, y que ahora viajarán con ellos hasta Corea.

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Yenny, de 62 años, ya había sellado su pasaporte el año pasado, cuando su grupo musical de adultos, Tambacum (Tamborito & Cumbancha), fueron invitados a una serie de festivales en Nueva York. Toca la timba, escribe las canciones y canta. Ahora, sus estudiantes ya sacaron sus pasaportes y los permisos firmados por sus padres para ir con ella a Asia.

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Por Daniela Cristancho

Periodista y politóloga de la Pontificia Universidad Javeriana, con énfasis en resolución de conflictos e investigación para la paz.@danielacsidcristancho@elespectador.com
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