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Encuentro consuelo en las madrugadas recitando poemas en mi mente. Me sé varios porque a Everaldo, mi exesposo, le gustaba elegir poemas que creía que valía la pena aprenderse y que tenían rima, lo cual facilitaba la tarea de memorización.
Solía decirme que yo tenía talento y buena memoria; excepcional. Tal vez, por eso recito y escribo, como antídoto para el del deterioro mental. Tal vez, por eso pienso algo como “mejor adelantársele al cáncer que me invade la cabeza”.
Escribo ávidamente con una sensación de “el tiempo apremia” porque quién sabe cuánta lucidez me quede.
Mi repertorio poético mental matutino incluye The Tiger (El Tigre), de William Blake; The More Loving One (El más amoroso ) de W H Auden; Death by Water (Muerte por agua), de TS Eliot, y Me moriré en París con aguacero, de César Vallejo.
¿Que por qué y para quién escribo?, me preguntan algunos. Mi respuesta es porque todavía puedo y lo hago para mí misma, para los que me aman y para todo al que le interese.
*Tatiana Andia es historiadora, economista y tiene un PhD en Sociología. Desde que fue diagnosticada con cáncer, ha escrito varios textos, como este, compartiendo sus reflexiones. Los otros que ha publicado pueden leerse en el portal Razón Pública.
Los anteriores publicados en El Espectador, son: Las líneas grises: lo que he aprendido de la última etapa del cáncer, Los hombres que me cuidan, Mi calendario y Observar y describir. El método y los metodólogos
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Por Tatiana Andia
