“Ya tenemos la primera victoria. Lo siguiente es convencer a nuestros gobiernos”

Hace 10 años, cuando se firmó el Acuerdo de París, 190 países se comprometieron a tomar acciones para limitar el incremento del promedio de temperatura global a máximo 2 °C, en comparación con las que se registraron antes de la industrialización del mundo. En ese momento, el quinto reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), que reúne a científicos de esos países, advirtió que la actividad humana era la responsable. De no tomar acciones, llegaremos a un punto irreversible de pérdida de biodiversidad, aumento de fenómenos meteorológicos extremos y, como consecuencia, desastres que impactarán a la humanidad.

A partir de este año, siete investigadores de Colombia participarán en el séptimo reporte que guiará las decisiones para afrontar ese panorama. Juan Camilo Villegas Palacio, investigador de la Escuela Ambiental de la Universidad de Antioquia, será coordinador de uno de los capítulos, en el que se abordarán la vulnerabilidad de ecosistemas y comunidades frente al cambio climático, y las acciones que se necesitan para adaptarse a este. Su rol será estar al frente de un grupo de científicos de todo el mundo que se encargará de recopilar y sintetizar la evidencia científica más actualizada sobre estos problemas, para traducirla en mensajes claros y oportunos para enfrentar una crisis que, como resume Villegas, “es un problema del presente, no del futuro”. En conversación con El Espectador, habla sobre la importancia de integrar el conocimiento científico con los saberes ancestrales, tradicionales y locales para reducir el riesgo que enfrentan países de América Latina, como Colombia, frente a los desastres climáticos.

¿Qué significa ser coordinador de un capítulo y qué implicaciones tiene en la práctica ese rol?

Primero, esa es una responsabilidad muy importante. En compañía de otro coordinador de Japón, uno tiene la tarea de liderar un equipo internacional de científicos y científicas que va a encargarse de hacer una síntesis del conocimiento global sobre un tema específico. Eso, además, va a configurarse dentro de un informe más grande, que es el informe que hace el grupo de científicos del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).

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Entonces, ahí hay un reto de coordinar un grupo de personas con una trayectoria científica importante. Otro reto que plantea hacer esta síntesis es que uno tiene que intentar ser lo más inclusivo en términos de poder representar bien el conocimiento que se produce en todo el mundo, tratar de asegurarse de que todas las regiones y países estén, en la medida de lo posible, representadas en cuanto al conocimiento que se ha producido sobre ellas. Es una responsabilidad científica alta.

¿En términos generales, qué se hace en este trabajo? Se trata de aterrizar ideas y materializar, en un tiempo relativamente reducido, un reporte que pueda ser utilizado para tomar decisiones para el futuro. Hay distintos roles. En el caso de Paola Arias y el mío, el rol es de coordinadores de capítulos. Otras personas colombianas que están en el informe tienen el rol de autores, que serían como partes de esos equipos que están trabajando en sus informes. Y el profesor Daniel Ruiz es revisor, que es la siguiente etapa. Después de que nosotros escribimos, llegan los revisores para asegurarse de que sí se cumplan los objetivos.

¿Por qué es importante la presencia de investigadores colombianos y de América Latina en la elaboración del reporte del IPCC?

No es una sorpresa ni un secreto que, en términos generales, la investigación científica en ciencias naturales y en ciencias sociales a nivel global ha estado dominada por lo que llamamos los países del norte global. Lo que en otro tiempo también se llamaba los países desarrollados. Esto tiene que ver con muchas razones históricas, geográficas, políticas y económicas. Como esa investigación y producción de conocimiento ha estado dominada por estas regiones, es muy común que los espacios de construcción de conocimiento, como el IPCC, también estuvieran dominados por científicos y científicas del norte.

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Ha habido un sesgo en la representación del conocimiento, en el análisis de los impactos y de las vulnerabilidades del cambio climático. En las regiones del sur global, donde está Colombia, son geográfica y naturalmente muy interesantes: reúnen la mayor cantidad, tienen unas características de clima y de ciclo hidrológico muy particulares, el año no está dividido en estaciones, hay mucha lluvia, tenemos montañas y tenemos comunidades muy vulnerables al cambio climático.

Estas regiones no quedaban bien representadas en cuanto a caracterizar las manifestaciones y los impactos del cambio climático. ¿Qué generaba esto? Que existiera y se propagara una inequidad global. El cambio climático es un tema que no reconoce fronteras políticas ni económicas. Somos igualmente afectados en el trópico y fuera de él, e incluso tenemos vulnerabilidades mayores aquí en el trópico. Así que era necesario y, desde el reporte anterior (el sexto), el IPCC se ha dado cuenta de que había que trabajar en la representación para hacer más equitativa la construcción de conocimiento y, por lo tanto, la toma de decisiones.

Entonces, es clave que participemos científicos y científicas del sur, y poner de manifiesto también la importancia del conocimiento que se produce aquí para poder tomar decisiones.

Además de esa participación, ¿qué otros elementos son claves para resolver ese sesgo en el conocimiento sobre el cambio climático?

La participación es un primer paso, pero no es garantía de que podamos enfrentar directamente los retos que tenemos. Pienso que en esta construcción sobre cambio climático hay dos o más instancias claves. Una, somos los científicos y las científicas que ponemos nuestro trabajo para producir y sintetizar conocimiento que permita tomar decisiones. El siguiente paso es la toma de decisiones y las negociaciones globales.

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Por ejemplo, este año se cumplen 10 años de la firma del Acuerdo de París, en el que la mayoría de naciones se han comprometido con unas metas de disminución de emisiones, de reducción de brechas en cuanto a gestión de riesgos. ¿En qué vamos con eso? Sería interesante hacer un análisis de qué tanto se han cumplido los compromisos del Acuerdo de París.

La siguiente instancia, además de la producción y síntesis de conocimiento, es la eficacia de las negociaciones en escenarios como las cumbres de cambio climático, la implementación de políticas y la cooperación económica entre países para poder cumplir las metas.

Es un reto político y diplomático que es necesario conseguir. La primera ganancia diplomática ha sido conseguir una representación más significativa de países de Latinoamérica. En este reporte hay una participación muy grande, por ejemplo de Ecuador. Nuestra participación (Colombia) también es amplia. Históricamente, la participación de Brasil y Argentina ha sido importante. Ya tenemos esa primera victoria. Lo siguiente es convencer a nuestros gobiernos y a los tomadores de decisiones sobre la relevancia de esto.

También podríamos agregar un tercer punto, porque uno como profesor tiende a pensar en la educación. Hay que trabajar en el interior del país, por ejemplo con el Ministerio de Educación, para incluir efectivamente los temas ambientales y particularmente climáticos en el currículo de enseñanza básica y media. Porque esto también solo se logra con cambios culturales.

Estará a cargo de un capítulo con un componente importante de adaptación al cambio climático. ¿Qué se puede aportar desde un país del sur global, como Colombia, los conocimientos de pueblos indígenas y de comunidades locales en ese sentido?

Colombia ha sido un país pionero en términos de gestión de adaptación al cambio climático, también porque es, en la región, uno de los países más vulnerables a estos impactos. Somos uno de los países con mayor incidencia de desastres socionaturales y que más víctimas humanas y pérdidas económicas ha tenido en relación con esto. Desastres como los que vemos en las noticias cada que llueve en Colombia: deslizamientos, avalanchas, inundaciones o crecientes.

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Además, tanto en los contextos urbanos como rurales tenemos poblaciones en situación de vulnerabilidad muy alta. Muchos asentamientos alrededor de ríos y quebradas. En las zonas urbanas de Medellín, por ejemplo, hay muchos barrios autoconstruidos en laderas con pendientes muy pronunciadas, ocupando cauces de quebradas y eso representa un alto riesgo. También tenemos una de las tasas de deforestación más altas de la región, lo que nos hace vulnerables al cambio climático.

Todas estas cosas se traducen en la necesidad de reenfocar o mejorar nuestras prácticas de ordenamiento del territorio. Eso implica gestión desde las comunidades, los municipios y los departamentos. Hay saberes de las comunidades ancestrales tradicionales, campesinas y locales que es necesario incluir en nuestra gestión de la vulnerabilidad y del riesgo.

Por ejemplo, en Medellín existe la mesa de vivienda de la comuna 8 (Villa Hermosa). Es una de estas zonas de barrios autoconstruidos y de población en alta vulnerabilidad en donde la misma comunidad se organizó para construir una mesa ambiental. Han desarrollado estrategias de mitigación del riesgo de desastres, han gestionado recursos de cooperación, han empezado a implementar programas de huertas comunitarias, de captación de aguas lluvias. Incluso hicieron algo que se llamó el panel interbarrial de cambio climático. Todo esto son mecanismos para autogestionar precisamente su vulnerabilidad frente al cambio climático. Tener en cuenta casos como este me parece clave.

En cuanto a comunidades rurales y pueblos originarios, claramente son personas que han cumplido en muchos casos una función de conservación y gestión de la biodiversidad que es clave. Los territorios de propiedad colectiva (como los resguardos indígenas) son una figura de ordenamiento muy interesante para la gestión de los ecosistemas.

Uno de mis llamados es que no podemos, incluso desde la ciencia, seguir separando los temas de biodiversidad con los temas de cambio climático. Son una misma cosa. Los bosques, la conservación de los ecosistemas y la conservación de la biodiversidad son mecanismos de gestión ante el cambio climático. Necesitamos ponerle atención también a la biodiversidad, no solo por los beneficios que las comunidades humanas recibimos de esta, también por el propio valor intrínseco de la vida. En esto son claves los conocimientos de comunidades tradicionales.

Mejor dicho, es poner conocimiento científico, tradicional y toma de decisiones en función de la gestión de los ecosistemas, la gestión de la vulnerabilidad y la gestión del agua. Es una frase muy simple, pero que es muy complicada de materializar.

¿Cómo lograr que el conocimiento que recopilen en el reporte se traduzca en mensajes claros y en decisiones concretas?

Esto es algo que hemos conversado con algunas de las colegas que están aquí en el panel, particularmente la profesora Paola Arias y la profesora Catalina González. Tenemos la intención y la obligación de estar más activos en términos de la comunicación con el Estado sobre lo que vaya surgiendo en el IPCC. También crear un grupo de trabajo interno a nivel nacional que permita ayudar con el conocimiento académico a la toma de decisiones.

Es un compromiso del que ya hemos hablado varias personas de las que estamos en este grupo: estar más activos en la relación con los tomadores de decisión. Y también un compromiso activo con la comunicación para llegar a la gente, porque los tomadores de decisión no son solamente quienes están en el Estado. Los ciudadanos también somos los tomadores de decisión. Vamos a intentar, en términos coloquiales, hablar en donde nos abran un micrófono para que esto se involucre efectivamente en la toma de decisiones, desde el Estado hasta los individuos.

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En términos concretos, planeamos hacer más activa la conversación con el Gobierno nacional a través del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales y el Ministerio de Ambiente. Y eso eventualmente podrá llegar a los gobiernos regionales y locales también.

¿Qué puede esperar un ciudadano común de una participación tan importante de Colombia en el informe científico más relevante sobre cambio climático?

Yo lo que esperaría como ciudadano es que intentemos ser más juiciosos en planear la ocupación del territorio y la gestión de los ecosistemas, en plazos que vayan más allá de los periodos de gobierno. Es decir, que nos pongamos las pilas en pensar cómo estamos enfrentando el reto que ya existe con el cambio climático, que no es un tema de futuro, sino de presente. Que seamos capaces planear el territorio en el mediano y largo plazo, y materializar eso en términos de disminuir la vulnerabilidad de las comunidades a través de una disminución de la exposición a eventos que puedan llevar a desastres, en gestionar efectivamente los ecosistemas, en garantizar nuestra seguridad alimentaria y energética. ¿Cómo vamos a hacer esto?

Yo quisiera que los ciudadanos viéramos acciones materializadas que nos lleven a vivir mejor en términos de la exposición y la vulnerabilidad ante el cambio climático, y para eso necesitamos trabajar con una mentalidad de mediano y largo plazo, más allá de los periodos de los gobiernos. Nos toca convencer a nuestros políticos de hacer eso. Ahí está el problema.

¿Cómo asume este rol en un momento en el que la cooperación internacional y las negociaciones sobre cambio climático están atravesando una crisis?

Es el reto académico más importante de mi carrera. Lo asumo con mucho entusiasmo, pero es un hecho que estamos en un momento de coyuntura política y económica global, en la que no solamente hay una crisis internacional, sino también una tendencia a formas de gobierno autoritarias que no necesariamente son las más amigables con las realidades socioambientales del mundo. Estamos volviendo a discursos de negacionismo de la crisis climática, cuando el consenso científico es contundente. Es decir, se está negando la ciencia. Tenemos una acentuación muy significativa de conflictos nacionales e internacionales. Entonces, el reto es que en este momento no seamos, como dice el dicho, un loco gritando en el desierto. Tenemos que pensar en cómo vamos a ser capaces de ser contundentes en los mensajes que producimos y sintetizamos.

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