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En un mundo empresarial cada vez más exigente, las oficinas modernas están reimaginando lo que significa ser un buen lugar para trabajar. Lo que antes se limitaba a una silla ergonómica o una cafetera de calidad, hoy se convierte en un entorno pensado para el bienestar integral: luz natural abundante, espacios de silencio, vegetación, rincones para desconectar y políticas que reconocen que el trabajador es una persona, no solo un recurso. Esta transición hacia las “oficinas zen” refleja una convicción creciente: un entorno más sereno y humano genera mayor productividad y compromiso.
No se trata solo de estética o confort pasajero. Estos espacios buscan responder a la evidencia de que el estrés crónico, el agotamiento y la falta de equilibrio entre la vida laboral y personal cuestan a las empresas en forma de absentismo, baja retención de talento y menor creatividad. Por ello, muchas organizaciones están invirtiendo en diseños físicos, cultura interna y rutinas que promuevan un estado de calma, concentración y conexión entre sus colaboradores.
Según Marcos Herrera, psicólogo organizacional de Telesentinel, “la oficina ahora tiene que ser más que un lugar donde ocurre el trabajo: debe permitir que la persona esté en su mejor versión, no solo por rendimiento sino por salud emocional”. Por su parte, Lucía Giménez, consultora en diseño de ambientes laborales de la misma compañía, añade: “Cuando el espacio físico y la cultura organizacional se alinean para el bienestar, se rompe la idea de que estar ocupado todo el tiempo equivale a ser productivo”. Juntos muestran dos perspectivas —la del individuo y la del entorno— que se complementan en la apuesta por oficinas tipo “zen”.
Una referencia al respecto es el estudio Health and wellbeing at work 2025: Views of employees, del Chartered Institute of Personnel and Development (CIPD), publicado en Londres en 2025. Este informe, elaborado por el CIPD en colaboración con Simplyhealth, explora las percepciones de los empleados sobre su salud física y mental, y el impacto del trabajo en esa salud.
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¿Cuáles fueron los resultados?
- El promedio de días de ausencia por enfermedad llegó a 9,4 días por empleado al año, una cifra récord.
- Aproximadamente dos tercios (63 %) de los empleados afirmaron que su salud física o mental era “buena” o “muy buena”.
- No obstante, una minoría significativa reportó sentirse agotada o bajo “excesiva presión” en el trabajo.
- En las organizaciones, el 64 % indicó que estaba tomando medidas para identificar o reducir el estrés, pero solo el 50 % considera que esas medidas son efectivas.
- El factor más citado como causa de bajas por estrés fue la sobrecarga laboral (41 %).
Estos datos muestran que, aunque hay compromiso con el bienestar laboral, persiste una brecha entre intención y resultados, y que los entornos físicos adecuados pueden jugar un rol crucial.
En este contexto, muchas compañías están rediseñando sus oficinas para que reflejen el bienestar. Algunas medidas frecuentes incluyen: dejar más espacios abiertos con luz natural, incorporar naturaleza (plantas, jardines interiores), ofrecer zonas de descanso sin tecnología, configurar escritorios ajustables o incluso fomentar “micro-pausas” de desconexión. Giménez comenta: “La clave está en permitir que el trabajador encuentre momentos de calma en medio de su jornada, y que esos momentos no se vean como tiempo perdido, sino como inversión en claridad mental”.
Herrera añade: “La cultura corporativa debe respaldar ese diseño físico. Si el espacio es relajante, pero luego la política exige responder correos a medianoche o asistir a reuniones sin fin, el tratamiento contradice el mensaje”. Por ello, la integración del bienestar requiere coherencia entre ambiente, organización y hábitos. Por ejemplo: limitar correos fuera de horario, promover descansos activos e incentivar que los líderes muestren vulnerabilidad y cuiden su propio equilibrio.
Tres pasos prácticos para las empresas que deseen adoptar este modelo, según los expertos:
- Realizar un diagnóstico del ambiente laboral (iluminación, ruido, espacios de tránsito, vegetación).
- Involucrar a los empleados en el diseño de mejoras —escuchar qué les ayuda a sentirse mejor.
- Monitorear resultados (ausentismo, satisfacción, rotación) basándose en métricas claras, como propone el estudio del CIPD. Como señala Giménez, “sin medir, el bienestar queda en buena intención; medir permite demostrar que invertir en espacio y cultura trae retorno en personas y rendimiento”.
Las oficinas zen ya no son un lujo o una moda, sino una respuesta estratégica al desafío del bienestar en el trabajo. Cuando el entorno físico, la política interna y las prácticas de liderazgo se alinean, se crea un marco en el que los empleados pueden rendir bien, estar sanos y permanecer más tiempo en la empresa. Los resultados de estudios como el del CIPD muestran que el bienestar no es solo un valor ético, sino también un imperativo de negocio.
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