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El intercambio de imágenes, mensajes o videos de carácter sexual, lo que comúnmente se conoce como sexting, ha encontrado un nuevo terreno fértil entre los adolescentes gracias al auge de los teléfonos inteligentes y las redes sociales.
Este fenómeno se ha vuelto cada vez más común en la rutina digital de jóvenes que buscan conexión, aprobación o exploración de su intimidad, al mismo tiempo que se enfrentan a riesgos reales que van desde la difusión no consentida de contenido hasta daños a su salud emocional.
La línea entre una práctica privada e íntima y un comportamiento con consecuencias problemáticas es cada vez más delgada. Algunos jóvenes viven el sexting como una forma de reforzar una relación o de sentirse valorados; otros lo experimentan como presión, vulnerabilidad o exposición. En este escenario, educadores, padres y especialistas se preguntan cómo acompañar a los adolescentes para que puedan tomar decisiones más seguras en la esfera digital.
Alberto Méndez, psicólogo clínico del Hospital San Ignacio, explica que “el sexting puede formar parte de un proceso de exploración de la propia sexualidad, pero cuando no se gestiona adecuadamente, deja de ser un acto íntimo y pasa a convertirse en una fuente de ansiedad y riesgo”.
Desde el punto de vista sociológico, Lucía Carrasco, especialista en juventud de la Universidad Nacional, puntualiza que “la presión del grupo, la imagen corporal y el uso intensivo de redes crean un caldo de cultivo donde los adolescentes pueden sentirse casi obligados a enviar o compartir contenido íntimo aunque no lo deseen del todo”.
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Un estudio aporta datos relevantes sobre esta realidad. Fue realizado por Michal Dolev‑Cohen en 2024, y publicado en la revista Journal of Sex & Marital Therapy bajo el título “Patterns of Sexting by Youths: A Latent Class Analysis”. Se recogieron datos en Israel entre 2021-2022, con una muestra de 4.870 adolescentes de 14 a 19 años
Resultados principales:
- Se identificaron dos perfiles principales:
- “No-sexters”: adolescentes con bajo nivel de sexting, mayor cohesión familiar y de grupo.
- “Sexters”: adolescentes que sí intercambiaban sexts con mayor frecuencia, tenían menor cohesión familiar/amigos, mostraban normas de grupo más permisivas hacia el sexting.
- Entre rasgos asociados al perfil de “sexters”: ser secular (menos religiosidad) y no tener pareja estable.
- No se evidenció una diferencia consistente de género en la prevalencia del sexting en este estudio.
Estos hallazgos confirman que el sexting no es homogéneo, no todos los adolescentes que lo practican viven la misma experiencia ni los mismos riesgos, y algunos lo viven como parte más “normal” de sus interacciones digitales.
“Cuando el sexting se siente elegido, consensuado y en contexto de confianza, su impacto puede ser menos negativo; el problema aparece cuando se comparte bajo presión, sin control o con expectativas de visibilidad no deseadas”, dice Carrasco.
Méndez añade que “una menor cohesión familiar y una percepción de que ‘todos lo hacen’ favorecen la participación sin reflexión”.
Los expertos realizan las siguientes recomendaciones:
- Fomentar el diálogo abierto entre adolescentes y adultos responsables sobre los límites, los sentimientos y las consecuencias en el entorno digital.
- Educar sobre privacidad, consentimiento y repercusiones: que los jóvenes sepan que un contenido íntimo puede no permanecer privado.
- Fortalecer la coherencia entre lo que se dice en los espacios educativos y lo que realmente ocurre en los entornos digitales de los jóvenes.
- Reconocer que no todo sexting es automáticamente peligroso, pero estar alerta frente a señales de coerción, falta de alternativa u obligación.
El auge del sexting entre adolescentes pone en evidencia una tensión. Por un lado, la búsqueda legítima de intimidad y conexión, por otro, el riesgo de exposición y vulnerabilidad. Como recoge el estudio de Dolev-Cohen, no se trata solo de “si lo hacen o no”, sino de “cómo lo hacen, en qué contexto y con qué apoyo”. Frente a ello, la educación, desde la confianza y la información, aparece como la mejor apuesta para que esa frontera entre intimidad y riesgo no se cruce sin que el joven lo decida con plena conciencia.
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