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El domingo 29 de octubre de 2023 Bogotá elige nuevo alcalde, en quien se vuelven a colocar las esperanzas de que sean resueltos los graves problemas que la afectan. Al menos que no se sigan deteriorando como ha sucedido en temas como seguridad, movilidad o la parálisis de obras trascendentales para la ciudad, necesarias para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
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La ciudad ha tenido administraciones caracterizadas por un talante confrontacional y promesero cortoplacista, con excelentes réditos en campaña, pero que no lograron trascender a la hora de afrontar la realidad. No han sido capaces de plantear soluciones concretas y viables, con una visión de ciudad de largo plazo, acudiendo con frecuencia a echarle la culpa a los demás o a trasladarle la responsabilidad a otros ante su debilidad gerencial.
Este accionar ha afectado la salud de los bogotanos y los servicios destinados a atenderla, lo que no ha permitido mejorar como debiera indicadores en salud materna, infantil y en adultos mayores entre otros. Por ejemplo, la parálisis de obras de movilidad como la ALO Norte hacen que el tráfico pesado deba circular por la ciudad, contribuyendo a perpetuar la mala calidad del aire, que, junto con la insuficiente importancia dada a los planes de largo plazo de movilidad sostenible, recreación y deporte, inciden negativamente en la prevención de enfermedades crónicas.
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Se agregan la no continuidad del plan de modernización de hospitales públicos como el Simón Bolívar o los nuevos CAPS que se requieren, y recientemente la inexplicable parálisis del nuevo Hospital San Juan de Dios, obra fundamental para la atención de los más pobres del centro de la ciudad. Estas falencias terminarán por deteriorar aún más la salud de los bogotanos, exponiendo además la ciudad a cuantiosas demandas por el incumplimiento de contratos ya firmados.
Bogotá no se puede volver a equivocar, no aguanta más corruptos, palabreros y camorristas que solo le apuestan al fracaso de quien llegue si no son ellos, y con ello al de la ciudad; excelentes para hablar y prometer, pero un fiasco a la hora de hacer lo que se necesita. Se requiere un alcalde que hable menos y haga más por la ciudad sobre lo ya construido sin pretender creerse su fundador.
Se busca un mandatario que reconozca la diversidad de intereses que coexisten en Bogotá, gobernando para todos sin agredir a quienes piensan diferente ni procurar enfrentar al sur con el norte instrumentalizando sus habitantes para conseguir votos. Que tenga la capacidad para liderar consensos incluido con el gobierno nacional en proyectos de mediano y largo plazo que beneficien a sus ciudadanos; que sea una persona serena y conciliadora que se rodee de los mejores expertos en cada tema sin acudir a fichas políticas sin preparación ni experiencia en la ciudad.
Bogotá se merece una mejor suerte con un gobernante que piense más en las próximas generaciones y no solo en las próximas elecciones.
