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TransMilenio como escenario del “absurdo” bogotano: historias de la gente en los buses rojos

En la búsqueda de un retrato de la ciudad que creció alrededor de un sistema de transporte querido y odiado, le pedimos a los usuarios que nos contaran esas historias que revelan lo que se vive a diario en el sistema. Esto nos contaron.

Juan Camilo Parra

18 de diciembre de 2025 - 04:07 p. m.
La troncal de la avenida Suba fue puesta en servicio el 29 de abril de 2006, después de varios meses de demora en puntos claves de la troncal como lo son el intercambiador Suba-NQS-Calle 80 y el Alto de la Virgen.
Foto: ARCHIVO EL ESPECTADOR
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Un pitido y el sonido del aire comprimido son la señal inequívoca de la puerta que se abre. Los que alcanzaron a entrar se concentran en alguna ventana, en sus audífonos, algunos todavía con los libros o en el río de sus pensamientos. Ninguno sabe si será un viaje rutinario o la antesala de alguna escena curiosa. Un habitante de Bogotá que usa a diario el transporte público vive al año unos 21.600 minutos en los buses, estos son casi 15 días. No es solo una percepción: en esos buses rojos, es, en parte, donde la capital ha edificado su personalidad las últimas décadas.

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Pedidas de mano con acordeón; salseros legendarios tocando con baldes; poetas caídos en desgracia recitan ahora mismo algún verso lejano en un J24 que va para el centro. Transmilenio; amores imposibles; novenas navideñas; robos. Entre el miedo, el amor, el arte y la necesidad de un transporte digno, Transmilenio también es testigo de cómo somos. Caos, un ADN que oscila entre la mansa cotidianidad, el asombro y el temor del “otro”, eso es lo que cuentan las siguientes anécdotas.

Risa, amor y desgracia

Subirse a un articulado es no saber en qué momento, en qué estación, un viaje de rutina se convierte en una escena que te deja marcado. Por eso le pedimos a los usuarios en redes sociales que nos contaran algunas ellas.

Según sus respuestas, el sistema parece haberse convertido en un refugio para habitantes de calle. Aunque muchos comentarios son negativos, encontramos este de Felipe Lozano:

“Hace un año un habitante de calle se subió al bus. Hizo toda una puesta en escena para presentar un monólogo, dijo que él mismo lo había escrito porque era dramaturgo. La historia fue tan buena que todo el vagón le dio dinero”.

Más información: Roberto Mora: 22 años al volante de un articulado de Transmilenio viendo cómo cambia Bogotá

A Fraulein le “gustan esas personas valientes que hablan de Cristo en Transmilenio”. Gabe no puede sacar de su mente al “hombre que se subió a un F51 con muchos ratones. Tenía uno en el gorro del saco con varias crías”.

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Andrea C. Navas, destacó una vez que le ayudaron con el pasaje: no tenía saldo en la tarjeta, pregunté a alguien si me podía vender su pasaje y alguien me pasó su tarjeta, le fui a pagar el valor correspondiente y me dijo que no y me propuso un pacto: que cuando yo tenga el saldo, devuelva el favor”.

En nuestros paseos en Transmi, la sección Bogotá encontró a dos personajes callejeros que llamaron la atención: ‘El Halcón’ de Colombia, un legendario cantante de salsa que, a pesar de haber cantado para grandes grupos, hoy día usa la ruta 6 para deleitar a la gente con su canto y los fines de semana toca en Son Callejero, banda conformada por exhbaitantes de calle. Esto nos dijo después de hablar un poco de sus días:

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VEA: Así fue el día que nació TransMilenio: fotos inéditas de su inauguración hace 25 años

“Para mí ‘Son callejero’ significa un cambio. Lo que pasa es que tengo que ir a cantar ahora en el TM con este tambor [señala el balde]. Por eso es que tú ves… Ahora tengo que irme”. (Encuentre la historia completa aquí).

El Halcón de Colombia canta en Transmilenio.
Foto: Juan Camilo Parra
Músico cartagenero conocido como "el Halcón", vocalista del grupo Son Callejero
Foto: Óscar Pérez

Otro al que encontramos fue a Álvaro Botero, quien una noche aseguró haber sido un asiduo visitante de la biblioteca de la universidad de Los Andes, filósofo, se subió a un J24 en la Caracas, con un bléiser negro, una camisa blanca sucia, unas gafas rayadas y su barba espesa, blanca y dijo:

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¡Escapad gente tierna!

Que esta tierra está enferma

Y no esperes mañana lo que no te dio ayer

Que no hay nada qué hacer

Toma tu mula, tu hambre y tu arreo

Sigue el camino del pueblo hebreo

Y busca otra luna, tal vez mañana sonría la fortuna

Y si te toca llorar

Es mejor frente al mar

(“Pueblo Blanco” del cantautor español Joan Manuel Serrat, 1971)

Álvaro Botero, poeta de Transmilenio.
Foto: Juan Camilo Parra

También quisimos saber si es cierto que ha habido historias de amor. Aunque los usuarios recordaron episodios virales como Yeline Lizbeth Patiño, la mujer que se enamoró de un bus que cubría la ruta A60; por su lado, Luz Mery nos contó:

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“Hace 20 años estaba aprendiendo sobre la ruta del Transmi que me llevaría a la estación El Tiempo hasta el trabajo; me acomodé las gafas y empecé a descifrar el mapa, fue cuando él se me acercó y me explicó la ruta y desde ese momento la tomamos juntos”.

Otra usuaria dijo haber visto, “un hombre que le pidió matrimonio a su novia en un acordeón”; Mariana, por su parte, no olvida al “chico que se sube con un violín a darle armonía al viaje”.

Quisiéramos ser positivos pero la realidad es que a muchos los ha impactado una historia de algún hecho delictivo o desagradable. La siguiente historia es trágica, así que póngase el cinturón. Transmilenio no siempre es seguro: María Sivan nos cuenta lo que ocurrió “un frío diciembre”.

“Hace 8 años fui a ver el alumbrado a El Virrey. Al regreso tomé un Transmilenio para portal Tunal, todo iba normal cuando en la parada en la estación Jiménez, había comenzado una pelea y uno de los sujetos involucrado abordó el Transmilenio en el que yo iba; ahí dentro lo alcanzaron e hirieron; todos gritábamos, el acompañante del herido sacó un puñal y se dirigió hasta donde el conductor y le puso el puñal en el cuello y le dijo que no parara hasta que él le dijera, se pasó semáforos e iba a exceso de velocidad, en la estación del Restrepo le ordenó parar, en fin se bajaron ahí pero el herido ya no se podía mover había perdido demasiada sangre, entonces su amigo lo llevo a cuestas... Cuando me baje en el portal del Tunal había un charco inmenso de sangre. Eran las 10 de la noche”.

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Rebusque y ‘Transmilenio Al Parque’

Ya mencionamos la música. Pero no podemos ignorar los talentos ocultos, los viajes con música que hace olvidar para dónde va el Transmilenio o saca una sonrisa inesperada. Una usuaria nos dijo haber presenciado cómo: “una mujer se subió a vender consoladores”.

Un rapero sube. Los shows en vivo se disfrutan cuando el Transmi va sin tanta gente: “Es mejor salir a la calle que quedarse esperando a que llegue el rey Midas”, dice Juan Carlos, un joven que en un lapso de tres estaciones (de Héroes a El Virrey) condensa con rimas el padecimiento de miles de bogotanos. “Hay que tener personalidad para salir a la calle. Hay mucha gente emprendedora y soñadora”, afirma antes de ponerse a versar sobre la ciudad.

A las afueras de la estación Suba Calle 95, encontramos a William Ricardo Acosta, un hombre que vende títeres fabricados por él mismo. Su emprendimiento se llama: Elmo y sus títeres. Aquí una foto de su tienda móvil:

William Ricardo Acosta, tiritero en Suba.
Foto: Archivo Particular

No olvidamos que hace solo un par de días, en un Transmilenio atrapado en trancón, la gente rezó la novena; se hacen bailes de trap en vivo; los videntes cantan; ha habido fiestas esporádicas. Nos dicen muchos que están “cansados de los vendedores”, otra realidad que junta a más de 4.000 informales en el sistema. Seguramente, hay más historias rodando por ahí, o escribiéndose en alguna de las más de 140 estaciones.

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Los rostros cansados ven más allá del reflejo de las ventanas del bus. Grafitis en las avenidas y puentes cargados de mensajes que atrapan la vista. A las 10:00 p.m. salen los últimos articulados de los portales, luego de 46 vueltas a la Tierra y cuatro millones de pasajeros. A las 11:00 p.m. los últimos zonales escalan los barrios y dejan a los ciudadanos que habitan en las entrañas de la ciudad. La puerta se cierra, al son de un pitido.

¿Quiere compartir alguna historia de Transmilenio? Escríbanos a este correo: jparra@elespectador.com.

Para conocer más noticias de la capital y Cundinamarca, visite la sección Bogotá de El Espectador.

Por Juan Camilo Parra

Periodista egresado de la Universidad Externado de colombia con experiencia en cubrimiento de orden público en Bogotá.jparra@elespectador.com
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