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En el mundo, estimaron un grupo de científicos hace tres años, hay 20 cuatrillones de hormigas en el mundo. En números, para que se intente hacer una idea de la dimensión, se vería así: 20.000.000.000.000.000.000.000.000.
Como es complejo, los investigadores señalaron que esa cifra corresponde al 20 % de la biomasa humana y sería mucho más alta que la de las aves y los mamíferos silvestres combinados. Otra forma de imaginárselo es que, por cada persona en la Tierra, existen 2,5 millones hormigas.
Estos insectos, que aparecieron hace más de 140 millones de años, se extienden en casi todas las regiones del mundo, aunque su máxima distribución se concentra en los trópicos. Desde hace décadas, los científicos las estudian para conocer cómo estas pequeñas, pero importantes criaturas, han logrado expandirse de tal manera.
Ahora, un grupo de científicos de universidades de Japón y otros países del mundo, como China, Reino Unido y Alemania, han encontrado una nueva pieza en el rompecabezas que representa responder a esa pregunta.
En el reciente estudio, publicado en la revista académica Science Advances, los investigadores descubrieron que ciertas especies de hormigas estructuran sus colonias, favoreciendo la cantidad sobre la calidad.
Varias especies analizadas por los científicos invierten menos en la cutícula de cada individuo, la capa protectora del exoesqueleto, lo que libera más recursos nutricionales para producir más hormigas obreras.
“El estudio descubrió que la estrategia de producir obreras menos protegidas, pero más numerosas, tuvo éxito desde el punto de vista evolutivo”, señalan los responsables del estudio.
En términos más concretos, los científicos utilizaron un gran conjunto de datos de escáneres 3D de rayos X y midieron los volúmenes de la cutícula y el cuerpo de más de 500 especies de hormigas. Los niveles de cutícula variaron entre el 6 y el 35 % del volumen corporal de las hormigas. Tras incorporar esos datos a modelos evolutivos, descubrieron que las hormigas con menor inversión en cutícula tendían a tener colonias de mayor tamaño.
“Los autores proponen que la defensa colectiva del nido, el control de enfermedades y otras características asociadas con sociedades complejas redujeron la necesidad de contar con una armadura individual formidable”.
Esto, concluyen, pudo desencadenar un círculo virtuoso: “la reducción de la inversión en cutícula facilitó la formación de colonias más grandes, lo que pudo haber evitado la necesidad de construir una armadura formidable”.
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