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¿Cómo se hizo el capítulo de exilio del Informe final de la Comisión de la Verdad?

El volumen titulado ‘La Colombia fuera de Colombia’ se presentó en julio pasado revelaba que un millón de colombianos tuvieron que huir del país a causa de la guerra. Aquí algunos detalles del proceso que se hizo a través de una secretaría técnica en Europa coordinada por el Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP).

Cindy A. Morales Castillo
18 de agosto de 2022 - 02:00 a. m.
25.880 colombianos exiliados están en el Registro Único de Víctimas.
25.880 colombianos exiliados están en el Registro Único de Víctimas.
Foto: Archivo

El pasado 7 de julio la Comisión de la Verdad (CEV) dio a conocer el volumen ‘La Colombia fuera de Colombia’, el capítulo inédito sobre el exilio que está contenido en el Informe Final que realizó esa entidad.

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El volumen, a cargo del comisionado Carlos Berinstain, aborda las historias de las personas que debieron huir del país a razón del conflicto armado y reconoce por primera vez a esa población en un proceso por esclarecer patrones de afectación, como en el caso de miembros de la Unión Patriótica.

La cifra más dura contenido en el Informe y que por primera vez se presentaba de manera oficial fue el número de que huyeron el país a causa de la guerra. De acuerdo con los registros del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Acnur, contemplados en el Informe Final, entre 1982 y 2020 “más de un millón de personas colombianas habrían abandonado el país en búsqueda de protección internacional, es decir, dos veces la cifra máxima considerada hasta ahora y con un subregistro que puede ser aún mayor”.

Ana Isabel Barrera, abogada y quien formó parte de esa secretaría técnica en Europa dentro de la línea de trabajo de memoria, convivencia y reconciliación, detalló en entrevista con Colombia+20 cómo fue el proceso en el que se tomaron los más de 800 testimonios de los colombianos que tuvieron que huir del conflicto armado y que están en Europa.

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¿Cómo empezó este trabajo tan complejo que tenían como secretaría técnica?

Fue difícil, pero teníamos claro que para nosotros y para la Comisión la columna vertebral de este proceso son las víctimas que hay tanto en Colombia como en el exilio. Las entidades con las que realizamos este trabajo ya tenían experiencia en temas de esclarecimiento, de tratamiento con víctimas, incluso alguna ya habían tomado testimonios con sus propias metodologías. Eso nos ayudó porque ya había una experticia a la orden de lo que íbamos a hacer con la Comisión de la Verdad.

La Comisión de la Verdad no tenía ni la capacidad ni técnica ni humana para desplegar un proceso como este es fuera de Colombia. En ese sentido, pues se necesitaba un planteamiento técnico y partir de lo más práctico y viable que fue crear una secretaría técnica como una manera de coordinar la suma de todo este trabajo que hacían las organizaciones.

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Se trataba de una labor enorme e inédita. Nunca habíamos buscado a los exiliados colombianos y ahora salíamos por el mundo a encontrarlos, ¿cómo lo hicieron?

La Comisión siempre dijo que había que escuchar a toda víctima que quisiera ser escuchada. ¿Y cómo hacíamos esto? Pues había que buscarlas y ¿dónde se buscaron? Se buscaron desde los espacios que ya tenían esas organizaciones que venían trabajando esos temas. Pero también se sumaron personas nuevas, entidades nuevas y eso dio lugar a una pluralidad de personas, de organizaciones, de miradas, que es una de las características de este proceso.

Claro que algunas víctimas estaban dispersas y fue un reto convocarlas. Yo te puedo decir que hoy hay algunos lugares donde ni siquiera conocían o sabían sobre el Acuerdo de Paz ni la existencia del sistema de justicia transicional. Todo eso implicó un reto pedagógico, incluso desde el lenguaje.

Aquí insisto en que lo más importante era buscar a las víctimas y que se sintieran escuchadas. Hubo que ir a los lugares, activar las redes afectivas, las redes personales y colectivas para que la mayor parte de gente pudiera llegar a dar los testimonios en el término en el que la Comisión lo planteaba. Y todo esto en medio de una pandemia que hizo que la metodología cambiara y también las formas.

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Se crearon varias estrategias dependiendo del país y de las facilidades. Se hacían convocatorias por los medios de comunicación, se hablaba con los aliados locales. Hubo retos enormes, lugares muy difíciles como los países nórdicos. ¿Cómo llamas a la gente para que para que esté en esos espacios en esas distancias, en esos idiomas? Pues para eso se crearon los nodos, que eran espacios plurales conformados por estas organizaciones que ya venían con un trabajo previo y, a través de ellos, también se convocaba a personas se sintiera conectada con esos objetivos de la Comisión y que quería ser escuchada.

En ese sentido, teníamos varios objetivos: el esclarecimiento es el primero. Debimos hacer unas entrevistas para poder explicar qué fue lo que nos pasó y había que llamar a estas personas.

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¿Cómo era el trabajo previo de esas entrevistas?

Te voy a hablar específicamente de lo que hicimos en España porque aunque coordinamos para Europa, mi presencia fue más en ese país. Aquí se formaron en principio 90 personas entrevistadores en dos entrenamientos que se hicieron en Barcelona y otra en Bilbao. La mayoría de estas personas entrevistadoras eran mujeres y víctimas porque se entendía que había una sensibilidad y una capacidad de escucha, pero también un trabajo importante de formación que se hizo para diferenciarla de una entrevista o de la participación que puede tener una persona en la justicia ordinaria. No, esto era otra cosa.

Eso tuvo un valor agregado muy interesante y es que la escucha llegaba a ser afectiva, transformadora, empática para poder, al menos, lograr una confianza. Ese era uno de los objetivos. Ese trabajo se desplegó a traer de los nodos y de las personas entrevistadoras y con un enfoque psicosocial.

En el espacio previo de encuentros uno debía tener en cuenta si esta persona estaba o no preparada para dar sus testimonios y qué impacto podría tener. Algunas personas ya lo tenían asumido, hay víctimas que son, por decirlo de alguna manera, “experimentadas” porque habían sido escuchadas en otros espacios, pero había otras que no. Te voy a decir algo muy lindo que pasó, hubo personas incluso que ni siquiera sabían que su testimonio valía la pena y nos decían: ¿Entonces mi historia es importante? ¿Lo que me pasó me hace víctima? Esto revela que el espacio de la Comisión dio esa oportunidad para que empezara el autorreconocimiento, el reconocimiento, que era el segundo objetivo…

En otros casos había gente que lleva 20 años sin hablar de su caso, fueron dieron su testimonio y dijeron que se habían quitado una carga de encima y no volvieron al proceso. Hubo otras que dijeron he hablado esto tantas veces que yo ya no sé si esto tiene sentido, pero evidentemente sí lo tenía. Fue un proceso complejo de toma de conciencia que dio lugar a actividades que tenían que ver con el esclarecimiento, el reconocimiento y la dignificación de las víctimas.

¿Qué metodología se usó para recopilar los testimonios?

Era una metodología que dependía de la experiencia de los entrevistadores y, como dije antes, ayudaba mucho que tuvieran un acercamiento de escucha previa a este tipo de procesos. Por eso la secretaría técnica era importante en este punto porque planteaba la coordinación en la convocatoria de las organizaciones de colombianos que ya tenían ya una estructura montada. A ellas se sumaron organizaciones como SwissPeace, la Fundación Sueca para los Derechos humanos, Cáritas Noruega, Educapaz y otras más en el Reino Unido. Esas entidades incluso brindaban apoyo financiero para hacer esas actividades. El llamado y su vinculación se tradujo en reuniones previas, que se dieron incluso de antes de que se planteara la secretaría técnica, lo cual deja ver la preparación que tuvo esto.

“Yo te puedo decir que hoy hay algunos lugares donde ni siquiera conocían o sabían sobre el Acuerdo de Paz ni la existencia del sistema de justicia transicional. Todo eso implicó un reto pedagógico, incluso desde el lenguaje, y eso se logró a través de la Comisión de la Verdad”

Ana Isabel Barrera, abogada del ICIP

¿Y cómo se hacía con las víctimas o las personas que querían dar testimonio y estaban por fuera de las organizaciones?

Ese fue el gran reto, ¿cómo llamar a las personas que no pertenecían a ninguna entidad o que nunca se habían relacionado con la justicia transicional? Te doy un dato, en el Informe Final de la Comisión se decía que un millón de colombianos se fueron del país a causa del conflicto, pero solo en Cataluña son más de 50 mil colombianos, pero allí solo se hicieron 100 testimonios. Y sí, es una tasa baja, pero esos testimonios tienen un contenido que cualquier colombiano si lee esa historia se ve ha reflejado ahí. Era imposible llegar a tanta gente y fueron solo tres años y encima la pandemia. Es algo inédito en el mundo. Igual te digo que con la suma de todos los testimonios recogidos se empezó a encontrar patrones como desplazamiento, por persecución del Estado, etc. Seguramente que quedaron vacíos porque es imposible en tres años esclarecer la verdad de más de nueve millones de víctimas, y de un millón de colombianos que se fueron. Quizás aquí no es tanto de cantidad, sino la de las verdades que se dijeron y que componen la historia que no conocíamos.

Eso que dice de la pandemia me parece importante, ¿cómo cambió la crisis sanitaria por el Covid-19 esa recolección de testimonios?

Bueno lo primero es que con la pandemia ese número de entrevistadores que teníamos fue disminuyendo porque ya no era lo mismo pasar de un testimonio directo que implica un conocimiento previo, a ahora tener uno a través del computador, de la virtualidad. Esclarecer virtualmente no es lo mismo que esclarecer en la presencialidad. Para resumirte, sí, cambió mucho la dinámica, quizás nos quitó la oportunidad de convocar a más personas y nos retrasó mucho.

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¿Cómo se preparaba el día de la entrega del testimonio?

Esa formación que nos dieron incluía siempre tres pasos: primero el acercamiento a la víctima, luego hablar sobre cómo quiere esa persona dar su testimonio y el tercero dar el testimonio. Este último implica también un apoyo psicosocial, digamos rodear a la víctima.

Sobre el proceso hubo metodologías distintas. Se invitaron a hacer como un tipo de testimonios públicos y allí pasaron cosas muy relevadoras porque había gente que se descomponía o decía “es la misma historia de lo que me pasó ahí” y eso permitió crear unas redes impresionantes. También había, cómo no, testimonios privados. En ambos casos siempre se procuraba que las escuchas activas se realizaran en un espacio que dieran un espacio de tranquilidad a la víctima

Te pongo en un ejemplo, si sabemos que el testimonio la va a dar una mujer víctima de violencia sexual por un actor armado, siempre hacíamos un trabajo previo psicosocial y toda una puesta en escena para que en el lugar donde nos íbamos a encontrar con ella se sintiera lo más seguro posible.

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El trabajo incluía por ejemplo pensar en que si nos íbamos a demorar, entonces le preguntábamos qué quería comer ese día, qué podría hacerla sentir lo mejor posible para rendir un testimonio tanto. Esa gastronomía puede pasar desapercibida, pero cuántas veces la comida nos ha unido en los momentos más difíciles.

Era como una parte del ritual porque los testimonios tienen una apertura y un cierre. No se puede esperar que alguien dé su versión y se le deje tirada. Imagínate que esa persona cuenta sus impactos y por cuenta de este proceso nosotros le sumemos uno más. No, nosotros éramos muy conscientes de eso, del cuidado de la de la víctima para que pueda decir su verdad de la manera más cómoda y más tranquila y poder hacer un cierre que a veces lo hacíamos con esos rituales y con música.

Y una cosa que no quiero pasar, muchas de las entrevistadoras también eran víctimas, entonces el proceso tenía en cuenta una parte del autocuidado. Fue un proceso de mucho aprendizaje. Por eso creo que lo cuantitativo no tiene la dimensión de todo lo que vino detrás.

Hubo personas que incluso dijeron quiero traer a mi mejor amiga o a mis hijos o a mi pareja o a alguien con quien vivo aquí y que nos es de Colombia a que escuchen por primera vez esta historia. Todo ese fue consensuado y lo que se logró fue enorme.

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Los testimonios de los colombianos en el exilio también se volvieron arte

¿Me hablaba de que mucha de esa escucha no solo se quedó en el papel entregado por la Comisión, sino que también se convirtió en arte?

Sí, es un proceso que hay que destacar. Con el nodo Cataluña tuvimos un encuentro con la cantautora Marta Gómez y con ella se construyeron dos canciones colectivas. Una de ellas es ‘Surcos de amor’, que es como una especia de deconstrucción del himno nacional -de la estrofa en la que se dice en surcos de dolores-. Fue construida entre más de 100 víctimas participaron en unos talleres previos a los testimonios en los que se les preguntaba cómo veían a Colombia. Y la segunda canción que se llama ‘Vuelve’ surgió como si fuera la respuesta de Colombia a lo que las víctimas decían en la primera canción. Fue un proceso bellísimo.

“Intentamos que pudieran estar todas las voces porque, como se ve, hay un negacionismo del conflicto. La Comisión de la Verdad no es una entidad judicial para escuchar a nueve millones de víctimas, eso era imposible. Es una entidad que intentó hacer un relato colectivo de lo que pasó en más de 50 años de guerra”

Ana Isabel Barrera, abogada del ICIP

También hubo grupos internodales como el de mujeres que sacamos un libro que es una declaración de sentimientos y e intenciones, es una guía para cualquier mujer del mundo diciendo quiénes somos nosotras en el proceso de la verdad. Además, hubo víctimas que después de dar el testimonio sacaron libros, poemas. Aquí por ejemplo es importante mencionar al director Iván Guarnizo, de la ‘Del otro lado’ (sobre la historia de secuestro de su madre a manos de la guerrilla de las Farc) que ha ganado ya varios premios internacionales con este filme. Desde el ICIP también produjo un documental que se llama ‘Para volverte a ver’ que lo vamos a publicar en septiembre y en el resumimos las historias de vida del exilio para que sean inspiradoras en otros procesos de justicia transicional.

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Eso demuestra que la Comisión de la Verdad nunca fue una entidad vertical, al contrario, permitía armonizar varios procesos y volverlos más grandes e integrales. No te voy a decir que todo esto es un camino de rosas, este tipo de procesos sociales son complejos y más estos que tocan la memoria, la verdad, la pluralidad, las ideologías, las metodologías, pero unir a tanta gente tan diversa fue la belleza de un proceso colectivo que apuntaba a recoger testimonios para contar una verdad polifónica para Colombia, independientemente de mi propia verdad.

Intentamos que pudieran estar todas las voces porque, como se ve, hay un negacionismo del conflicto. La Comisión de la Verdad no es una entidad judicial para escuchar a nueve millones de víctimas, eso era imposible. Es una entidad que intentó hacer un relato colectivo de lo que pasó en más de 50 años de guerra.

Usted también fue entrevistadora, ¿qué fue lo más difícil de ese rol?

Antes de decirte eso, quiero decir qué lo fue más difícil que encontré en las víctimas. Esto fue que no se reconocieran como tal, pero sobre todo que pensaran que su historia no es válida. Dar ese paso para abrirse y contar implica mucha confianza porque es como abrir una caja de Pandora porque hay un miedo acumulado. Sobre mi experiencia, me partía el alma cuando mencionaban algo que quizás me tocaba muy de cerca. Alguna vez alguna víctima mencionó un caso de Ituango, que es mi pueblo, y me quedé helada con lo que me contó. Es muy importante reconocer el trabajo de todas estas personas que escucharon porque también llevaron el duelo.

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¿Cómo ha tomado este informe población distinta a la colombiana? ¿De pronto cambiar esas dinámicas de xenofobia o de estigmatización que se tienen hacia los colombianos en el exterior?

Muy importante esa pregunta porque sí, claro que sí. Te hablo de lo que pasó específicamente en Cataluña porque algunas de las personas vinieron con sus acompañantes y pues entre ellos había muchos que eranespañoles o de otras nacionalidades que no han tenido contacto con el conflicto armado. Esas personas escuchaban los testimonios y salían completamente sensibilizados. Entonces sí creo que la escucha también tiene un alcance para las sociedades de acogida o de recepción para ayudar a comprender las historias de vida y los impactos de quienes salieron de su país e intentaron reconstruir su vida afuera.

Este proceso quería y debía ser inspirador para otros procesos de justicia transicional en el mundo y estoy convencida de que permite otras miradas sobre todo para países que pasan por conflictos más hondos y complejos. Estoy segura de que esto que se hizo con la Comisión les cambió la perspectiva a muchos y los puso a pensar en lo que hemos pasado como país.

Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

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