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Paro armado y ataques a militares: ofensiva del ELN lo aleja (otra vez) de un acuerdo de paz

Las acciones violentas de la guerrilla dejaron en esta semana al menos 12 muertos y afectaron a 13 departamentos. Expertos señalan que el grupo armado desaprovechó una oportunidad única de avanzar en una negociación con este Gobierno. Con las elecciones en medio, el tiempo para retomar la mesa de diálogos se agota.

Natalia Ortega

20 de diciembre de 2025 - 05:00 p. m.
El ELN tiene una mesa de negociación suspendida desde enero tras los ataques en Catatumbo.
Foto: AFP - LUIS ROBAYO

Resulta inevitable recordar hoy la promesa del presidente Gustavo Petro de alcanzar la paz con la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En campaña electoral, el entonces candidato aseguró que lograría la desmovilización de ese grupo armado –considerado la guerrilla más antigua de América Latina– en apenas tres meses si llegaba a la Presidencia de Colombia. Tres años de gobierno le demostraron que su idea, más que ambiciosa, era un imposible.

La capacidad militar y el poder territorial y de coerción de ese grupo ilegal esta semana se hicieron sentir con un paro armado nacional de 72 horas –el cuarto que realiza en 2025–, que dejó al menos cinco muertos, entre ellos dos policías en Cali y el conductor de una ambulancia en Puerto Santander. Además, unos 13 departamentos afectados, decenas de atentados, cortes viales con cilindros con explosivos y dudas sobre la capacidad de reacción de las autoridades que aún no parecen entender el actuar de esa guerrilla.

A eso se sumaron ataques posteriores, como el perpetrado el viernes contra la Base Militar del 27, de la vereda El Juncal, en el municipio de Aguachica (Cesar), que hasta el cierre de esta edición ha dejado siete soldados muertos y puso en alerta sobre el uso de drones por parte de los insurgentes. El comandante del Ejército, el general Luis Emilio Cardozo, confirmó que el empleo de este tipo de tecnología ha empezado a cambiar las dinámicas de la guerra en Colombia y afirmó que en los últimos dos años los grupos armados han cometido 393 ataques con drones.

Todo este panorama choca de frente con la promesa de Petro –y de los gobiernos de los últimos 60 años– de cerrar un acuerdo de paz con el ELN.

La escalada de violencia de esta semana, una mesa de negociación suspendida desde el pasado enero –tras la arremetida del grupo guerrillero en Catatumbo– y la proximidad de las elecciones presidenciales también ponen en evidencia una realidad: al ELN se le acaba el tiempo para concretar un acuerdo no solo con Petro, sino con un gobierno de izquierda con el que, según varios expertos, podría tener un camino “más fácil”.

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Así ha sido la escalada violenta en 2025

El intento del ELN de consolidar su poder a toda costa ha terminado de minar la confianza en su voluntad de llegar a un acuerdo final y en los resultados de la paz total.

En enero, justo cuando se iban a retomar los diálogos, la arremetida violenta del ELN en Catatumbo y sus posteriores enfrentamientos con el Frente 33 de las disidencias –que desataron la peor crisis humanitaria del país en los últimos 20 años– volvieron a frenar el proceso.

Pero aun en medio del recrudecimiento del conflicto, varias veces el mandatario le ha insistido al grupo que vuelva a la mesa. La más reciente fue el pasado 3 de diciembre. “Al ELN le digo, hermanos, hermanas, porque aquí todos somos hermanos, seres humanos que somos, hagan la paz ya. No hay nada que esperar”, señaló.

Sin embargo, solo 11 días después la guerrilla volvió a poner en entredicho esa posibilidad con el paro armado de tres días. Eso, más el ataque en Aguachica, hace pensar que la arremetida de violencia no cesará.

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Según las primeras investigaciones, el ataque habría sido perpetrado por integrantes del frente Camilo Torres Restrepo. El Ejército informó que los responsables emplearon drones adaptados con explosivos improvisados, desde los cuales lanzaron artefactos no convencionales tipo tatuco. Aunque el ELN no suele atacar con este tipo de dispositivos -que son más una práctica de las disidencias de las FARC-, fuentes de inteligencia le dijeron a este diario que ese grupo armado lo usa cada vez con más frecuencia.

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En contexto: Ataque del ELN en Aguachica muestra escalada en la disputa con disidencias y Clan del Golfo

Horas después del hecho violento, el presidente Petro anunció que declararía la urgencia manifiesta para acelerar la “compra inmediata” de sistemas antidrones priorizados, cuyo costo asciende a cerca de COP 1 billón.

Demasida flexibilidad y poca firmeza en la negociación

El anuncio de Petro se dio en medio del debate que surgió, a partir de los recientes hechos violentos, sobre si el Gobierno ha respondido con la firmeza suficiente frente a la ofensiva armada de la guerrilla.

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“El ELN está cayendo en un amedrantamiento a la sociedad civil realmente incomprensible que hace perfectamente imposible a este y a cualquier gobierno negociar con un grupo que se comporta de tal manera. No tiene voluntad de paz. No veo ninguna posibilidad de que se concrete un acuerdo porque ética y políticamente a este Gobierno le quedaría imposible reanudar conversaciones de paz si el ELN se mantiene en esa tónica”, advierte a Colombia+20 Juan Camilo Restrepo, quien durante año y medio fue el jefe del equipo negociador del gobierno de Juan Manuel Santos en los diálogos con esa guerrilla.

Para Restrepo, el problema de fondo está en la arrogancia de un grupo que pretende hablar de paz mientras perpetúa ataques contra la sociedad civil, recurre a bloqueos con explosivos, lanza amenazas e impone restricciones a la movilidad. Esa contradicción –sostiene el exministro– explica en buena medida el fracaso de las negociaciones.

El exnegociador dice que al Gobierno le ha faltado mano dura, pero sobre todo claridad. “¿Qué es lo que quiere? Las conversaciones de paz de un grupo alzado en armas por un Estado legítimo no se pueden reanudar ni en Colombia ni en ninguna parte del mundo cuando el grupo alzado en armas vulnera el Derecho Internacional Humanitario”, señala.

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Laura Bonilla, subdirectora de la Fundación Paz y Reconciliación (Pares), asevera que el problema no fue la falta de generosidad del Gobierno, sino de estrategia de método. “Ningún grupo entra a una mesa de negociación completamente convencido, pues tiene que estar militarmente derrotado para entrar en una mesa convencidísimo del desarme. El gran problema de la mesa es que hubo demasiada flexibilidad y muy poca estrategia”.

Esa ausencia de estrategia también se refleja en lo militar. El ELN –señala Bonilla– no vive en campamentos, mantiene el control territorial y opera muy cerca de la población civil. Esto dificulta cualquier acción directa del Ejército. En ese contexto, las Fuerzas Militares deben actuar con cuidado de no violar el Derecho Internacional Humanitario. “Mientras a los grupos armados eso les importa poco o nada”, dice la investigadora de Pares.

La combinación de estos factores ha limitado la capacidad del grupo negociador del Gobierno para presionar militarmente al ELN y generar condiciones que lo lleven a la mesa de negociación.

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Además, la posición de esa guerrilla frente a la mesa se ve fortalecida por su presencia en la frontera con Venezuela. “Eso influye muchísimo en que ellos no quieran o no sientan la necesidad de un acuerdo, porque no están todo el tiempo dentro de Colombia. Lo segundo, tienen también una estructura de mando bastante ausente que hace que tampoco sientan lo mismo que las FARC cuando la presión estaba toda encima sobre ellos y sobre su secretariado”, añade Bonilla.

Un panorama complejo de cara a las elecciones

Los estudios sobre elecciones muestran que en los meses previos a los comicios, las estructuras armadas refuerzan su control sobre los circuitos políticos y económicos, y los asesinatos de líderes funcionan como mensajes de disciplina y recordatorios de quién manda en el territorio. A medida que se acercan las votaciones, la violencia se intensifica, y el país vuelve a reproducir un mapa de riesgo que se ha repetido durante décadas.

En contexto: La sombra de la violencia electoral: Colombia entra a 2026 con sus líderes sociales en la mira

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Frente a ese escenario, Carlos Velandia, exintegrante del ELN, investigador y promotor de paz, advierte que tramitar un diálogo de paz con el ELN en medio de una coyuntura electoral enfrenta muchas más dificultades de las que se han tenido hasta ahora. Por un lado –dice el investigador– un gobierno que está de salida genera incertidumbre sobre sus verdaderos propósitos: si busca impulsar un proceso de paz genuino, lograr acuerdos duraderos o simplemente obtener una “bocanada de oxígeno” con fines electorales. Por otro lado, los grupos armados también dudan sobre qué pueden conseguir, conscientes de que un acuerdo final es poco probable por el tiempo y en ese contexto. “Esto siempre genera incertidumbres”, añade Velandia.

Si la mesa con el ELN llegara a descongelarse, para el investigador deberían buscarse mecanismos de diálogo enfocados en reducir la violencia y proteger la democracia, de modo que el debate electoral pueda desarrollarse con normalidad y sin intimidaciones.

“No se trata de un cese bilateral del fuego, sino de reducir las agresiones como una contribución a la democracia (...) sin constreñimiento de nadie y sin el ruido de las bombas”, sostiene Velandia.

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¿El ELN desaprovechó una oportunidad única?

La historia del ELN es en sí misma una señal de lo complejo que sería para el presidente Petro negociar con ese grupo.

Desde el gobierno de César Gaviria, cuando se hicieron los primeros acercamientos en el marco de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar en 1991, el ELN ha pasado por una cadena de intentos de negociación impulsados por distintos presidentes. Con excepción del mandato de Iván Duque, todas las administraciones han apostado por el diálogo, pero los procesos han tenido el mismo desenlace: el fracaso de concretar un acuerdo final.

Ese patrón persiste incluso con este Gobierno, uno de izquierda, que desde agosto de 2022 hizo de la paz una de sus banderas y que ha insistido, una y otra vez, en sentar a esa guerrilla -así como a otros grupos armados- a negociar.

Para Velandia, ese contexto convirtió el proceso con Petro en una oportunidad única que el grupo armado terminó desaprovechando.

“El Gobierno ha sido generoso, ha sido amplio y ha mantenido el diálogo hasta donde ha sido posible. Quienes están en deuda con el país, e incluso con el propio Gobierno, son los actores armados. En este caso, el ELN debe dar una muestra inequívoca de que realmente quiere la paz y que está dispuesto a sentarse a negociar para alcanzarla. Hoy por hoy no le interesa, y al país no le sirve el diálogo por el diálogo”, explica el investigador.

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La “generosidad” que señala Velandia, enmarcada en la Política de Paz Total, permitió, sin embargo, que en un momento se registraran avances en la negociación. Así lo reconoce Vera Grabe, jefa negociadora del Gobierno en los diálogos con el ELN, quien dice que este proceso alcanzó avances que no se habían logrado en intentos anteriores.

Vera Grabe, jefa negociadora del Gobierno en los diálogos con el ELN.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos

“Realmente el avance de los diálogos durante este gobierno fue único respecto a procesos previos, en cuanto al desarrollo de la participación, el alcance del cese al fuego -el más largo con el ELN- y el avance de la agenda. Creo que siempre debe haber oportunidad para el diálogo, pero es necesario evaluar este proceso, sacar lecciones aprendidas y definir en qué condiciones podría darse un diálogo a futuro”, dijo a este diario.

Pero todo ello parece quedar desdibujado por los hechos más recientes.

En medio del paro armado, Antonio García, máximo comandante del ELN, aseguró que el grupo mantiene su disposición de avanzar hacia la paz y retomar lo construido en la mesa con el gobierno Petro, pero la magnitud de la ofensiva pone en duda la consistencia de sus declaraciones.

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Grabe señala que aún no hay claridad sobre lo que plantea García, y será una decisión que, en caso de que haya un gesto de paz, la delegación del Gobierno tendrá que evaluar. “La pregunta es en dónde nos ubicamos y en qué punto del proceso estamos: si en la firma del Acuerdo 28, cuando el ELN se comprometió a continuar con los siguientes puntos de la agenda (...) o si nos ubicamos en noviembre de 2024, cuando se retomaron los diálogos tras la suspensión por el ataque a la base militar y se acordó normalizar la mesa en enero de este año, pero el ELN lanzó la operación del Catatumbo”.

Con la finalización del mandato de Petro y la posible llegada de un gobierno de derecha, las posibilidades de que se retome una negociación con las mismas condiciones se reducen, y cualquier intento futuro enfrentaría mayores obstáculos. “Hoy por hoy, la derecha repudia lo que se ha conocido como paz total, y no creo que vayan a repetir ese diseño, pero buscarán de todas formas una combinación entre la aplicación legítima de la fuerza del Estado y el diálogo con las organizaciones armadas”, afirma Velandia.

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Mientras tanto, el ELN sigue demostrando que mantiene su poder armado y su capacidad de intimidación. Cada ataque y cada paro armado refuerzan su dominio en los territorios y confirman que la violencia sigue siendo su principal herramienta, mientras los ciclos de negociación parecen quedar atrapados en un bucle.

✉️ Si le interesan los temas de paz, conflicto y derechos humanos o tiene información que quiera compartirnos, puede escribirnos a: cmorales@elespectador.com, nortega@elespectador.com o aosorio@elespectador.com.

Por Natalia Ortega

Periodista de la Universidad Javeriana. Interesada en temas de género, paz y memoria.@ortegarnatalianortega@elespectador.com

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