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En casi cada encuentro de la Comisión de la Verdad con víctimas y victimarios, el padre Francisco de Roux, su presidente, repite una idea: la reconciliación requiere que quienes fueron los señores de la guerra entreguen verdades desde el corazón, a través de conversaciones profundamente humanas con las víctimas. El pronunciamiento es, sobre todo, un mensaje político para promover la convivencia entre iguales, diferentes y opuestos. Una ruta para que Colombia entera se adentre en el perdón y camine hacia la paz. Eso no ha sido nada fácil. De Roux y 10 comisionadas y comisionados llevan tres años dando esos pasos y en junio de 2022 culminarán la titánica labor de tejer un relato sobre por qué se prolongó y degradó tanto el conflicto armado. Pero ¿qué se ha logrado en estos tres años?
Entre otras cosas, la Comisión de la Verdad abrió una posibilidad: ofrecer la escucha como una forma de sanar las hondas y dolorosas heridas, abiertas durante 50 años, en el cuerpo y alma de más de nueve millones de víctimas, y también de líderes sociales, excombatientes de las Farc, paramilitares, políticos y fuerza pública. Para intentar abarcar las verdades desde orillas tan distintas, la entidad multiplicó oídos: Desde su inicio en 2018, hasta el pasado 2 de noviembre, la institución ha realizado 14.037 entrevistas, en las veredas más lejanas y también en la Colombia exiliada, regada por el mundo como mecanismo de supervivencia. Fueron 27.006 personas -entre familiares, víctimas y testigos- las escuchadas de manera individual y colectiva. Y hasta la fecha, la sociedad civil y otras organizaciones han entregado 922 informes que contienen desgarradores testimonios sobre todo tipo de violencia y que develan qué grupos estuvieron detrás de las masacres, los asesinatos y los desplazamientos.
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El balance no solo se mide en cifras, sino en un montón de primeras veces que ha vivido el país por cuenta de diálogos que por décadas parecieron completamente improbables, pero que se hicieron realidad en el marco de la Comisión de la Verdad. El encuentro en el que Rodrigo Londoño y Salvatore Mancuso reconocieron sus responsabilidades en el horror de la guerra y pidieron perdón, estremeció a las víctimas: aunque algunas de sus declaraciones cayeron mal por faltar a la verdad, fue una conversación emblemática en nombre de la reconciliación pues “Timochenko”, el último comandante de la extinta guerrilla, y Mancuso, quien fue el máximo jefe de las Autodefensas Unidas de Colombia, fueron enemigos a muerte. Después de años de ataques mutuos, se miraron a los ojos.
Lesley Orozco, representante de la organización Mujeres Víctimas Construyendo Paz, de los Montes de María, asistió a ese evento. Han pasado varios meses desde entonces y Orozco se mantiene en que si bien falta bastante información sobre los hilos del poder que sostuvieron el conflicto interno, valió la pena oír lo que ambos señores de la guerra tenían por decir. “Soy víctima directa de ellos y resulta que, al escucharlos, cambió un poco el odio que siento en el corazón porque ellos no actuaron solos, sino que cumplían órdenes. Todavía me hace falta saber quiénes mandaron a exterminar a las mujeres y hombres campesinos de la Mutual Ser de economía solidaria de los Montes de María, qué políticos, empresarios y entidades dieron esa orden, pero la verdad que conozco llegó por la Comisión de la Verdad. Por el tribunal de Justicia y Paz nunca llegamos a saber nada, nunca nos invitaron a una sola audiencia”, afirmó.
Además de ese encuentro, la entidad creada a partir del Acuerdo de Paz ha generado otros espacios difíciles pero importantes, como el acto en el que Gustavo Enrique Soto Bracamonte, comandante del Gaula Casanare entre 2006 y 2007, reconoció su responsabilidad en cerca de 70 ejecuciones extrajudiciales cometidas bajo su mando en ese departamento. El acto propiciado por la Comisión fue significativo porque si bien Soto Bracamonte pasó 10 años en prisión por estos atroces crímenes, en esa ocasión pudo hablarle de frente a decenas de víctimas que llevaban años pidiendo verdades de la voz de sus victimarios. Además, el caso de los mal llamados “falsos positivos” en Casanare es representativo pues entre 2002 y 2008, 246 personas fueron víctimas de esta retorcida modalidad del Ejército, según la JEP. En ese período, esta región ocupó el segundo lugar en número de casos en el país, después de Antioquia. “Lo peor que le pasó al Ejército fue la comandancia del general Montoya porque siempre nos evaluó pidiéndonos litros de sangre”, aceptó frente a los y las familiares de los jóvenes asesinados, reivindicando sus nombres y recalcando que no fueron dados de bajas por ser actores armados.
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El reconocimiento de delitos de violencia sexual por parte de algunos victimarios, el evento en el que Salvatore Mancuso aceptó haber cometido el asesinato de Kimmy Pernía Domicó, líder indígena del pueblo Emberá Katío, el evento sobre secuestro, en el que participaron víctimas de este delito y jefes de las otrora guerrilla de las Farc, y las contribuciones voluntarias de los cinco expresidentes vivos, son otros de los escenarios más dicientes sobre la búsqueda de verdad y reparación de la entidad que dirige De Roux. Sobre esta última, el presidente de la Comisión insistió en que escuchar a los exmandatarios que dirigieron el país en medio de la guerra ha sido fundamental pues demuestra que está “abierta a escuchar todos los puntos de vista, a todos aquellos que fueron activos en el país y tuvieron grandes responsabilidades públicas”.
Con voz crítica hablan las víctimas
Además, estos encuentros han sido emblemáticos porque en ellos ha quedado plasmado el sentir de un universo tan diverso como es el de las víctimas. Por un lado, han abrazado a la Comisión de la Verdad porque es una de las pocas instituciones estatales que ha tratado con dignidad sus relatos. Por otro lado, enfatizaron, han cuestionado el altavoz que ciertos políticos encontraron en la institución para hacerle eco a versiones alejadas de la realidad y les han hecho escrutinio a los pedidos de perdón de varios exFarc.
Helmut Angulo, por ejemplo, es una de las voces más críticas del Acuerdo y de todo el Sistema Integral de Paz (del que hace parte la Comisión de la Verdad). Estuvo a escasos dos metros de Rodrigo Londoño en el encuentro de perdón por los casos de secuestro que cometieron las Farc porque la exguerrilla retuvo y asesinó a su madre y padre hace 21 años. Aunque manifestó que la Comisión ha sido humana en su trato a las víctimas y dijo que el evento fue un éxito para ellas, Angulo insistió en que el pedido de perdón de Londoño lo dejó preocupado: “Yo miraba a ‘Timochenko’ y vi que no se inmutaba cuando las víctimas hablaban, que chateaba por celular, como que le importaba muy poco lo que estaba pasando. Entonces, aproveché el momento para decir que la Unidad de Búsqueda no funcionaba y que me preocupaba que la Comisión de la Verdad entregara una verdad a medias, a partir de las declaraciones de los exFarc, que los justificara por la barbarie de los paramilitares cuando ambos grupos fueron igual de bandidos”, expresó Helmut Arango.
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Agregó que otra de sus inquietudes es que la Comisión “solo hable de los casos emblemáticos”. “Los que más muestran son los casos de Íngrid Betancourt, de los diputados del Valle, pero es que hubo más de 25 mil secuestrados por las Farc de los que nadie habla y de los que nadie sabe nada. Las Farc secuestraron a gente en condición de miseria, muchos niños y ancianos y eso el país no lo sabe. La tarea de la Comisión es decir todo eso y que los excomandantes lo reconozcan”, dijo.
Su franqueza resultó en un encuentro reciente con De Roux para poner sobre la mesa, justamente, la necesidad de avanzar en la visibilización de los casos menos conocidos. Hace poco, también, Angulo encontró con la Unidad de Búsqueda el que, al parecer, podría ser el cuerpo de su madre. Sin embargo, él puntualizó en que la Unidad llegó luego de sus comentarios y solo en la recta final se involucró en su caso. En ese sentido, su crítica gira en torno a todo el Sistema Integral de Paz. “Equitas y la Comisión Colombiana de Juristas fueron los que me ayudaron desde el principio a buscar los cuerpos de mis papás, no el sistema de reparación. Entiendo que trabajar el conflicto armado no es fácil, menos hacer que las Farc lo acepten. Eso fue lo que me explicó el padre De Roux y me aclaró que el informe final no va a ser una justificación de los actos de las Farc. Quedamos en que antes de que salga el documento en junio de 2022, las víctimas podremos leerlo”, indicó.
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A la par de la voz de Helmut Angulo están las de otras organizaciones de víctimas que rechazaron con fuerza el espacio y la forma de otro encuentro: la contribución a la verdad del expresidente Álvaro Uribe. “La CEV debe ser consciente de que dicho encuentro no aporta esclarecimiento de la verdad al país”, expresó el Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice). Asimismo, en reiteradas ocasiones han solicitado a la Comisión que cumpla con hacerla a las víctimas el centro de la reparación. En ese y otros cuestionamientos, Francisco de Roux se ha mantenido en que como presidente de la entidad asume la responsabilidad de lo que pasa en esas contribuciones, pero dejando la salvedad que no él y los y las comisionadas no van a ceder en el informe ni a tomar por verdades sentadas las palabras de los expresidentes.
Ángela María Escobar es representante de la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales, organización que actualmente acompaña al único grupo de hombres víctimas de violencia sexual del conflicto armado que entregó un documento narrando los delitos sobre sus cuerpos. Ella también tiene un balance de estos tres años desde su experiencia. “La Comisión ha hecho su mayor esfuerzo para poner en el centro a las víctimas y recopilar los informes que estamos enviando para que haya un documento final. Pero, también hay episodios como el de Uribe sobre el cual muchas víctimas pensamos que no fue ético que la Comisión fuera hasta donde él. No hubo igualdad porque muchas víctimas tuvieron que hacer rifas, bingos, vender tamales para llegar a Bogotá para entregar un informe. Entonces, ¿cómo la Comisión sí va hasta donde él a que diga esas cosas?”, contó.
Como retratan todas ellas, y como la propia Comisión a expresado, buscar la verdad no es fácil y tampoco está exento de dar pasos en falso. Sin embargo, es algo necesario para sanar las heridas. A pesar de las diferencias y críticas, las víctimas reconocen que la labor de los y las comisionadas ha contribuido para acercarse un poco más a la reparación que el Estado debe darles. “Seguimos creyendo en la Comisión de la Verdad y esperamos que el Informe Final entregue una verdad verdadera”, concluyó Escobar. Sus ojos persiguen la compleja reconciliación y por eso están abiertos y expectantes a junio de 2022.