Amar sin etiquetas: carta de mamá a su hijo trans

Foto: / Ilustraciones: Luciano Lozano - GettyImages

Para: Agustín Cheda

De: Patricia Gambetta*

Uruguay

En 2002 me convertiste en madre por primera vez. Ese sentimiento es único e indescriptible, mi vida cambió para siempre. Durante catorce años pensé que no podía conocerte más de lo que lo hacía. Eras feliz, llena de amigos, simpática, inteligente, amorosa; todo lo que una madre quiere y espera de un hijo. Un día de octubre, hace casi cuatro años, mi querido hijo, me volviste a cambiar la vida para siempre. Día impensable en mi vida; lo tenía todo bajo control: familia perfecta, nosotros cuatro, ningún tipo de problema más allá de los de todo el mundo. Habíamos ido a un fotógrafo, planeando tu cumple de quince, que se venía en un año, y, como soy organizada, todo se hacía con tiempo.

Eso, hijo mío, hizo que te decidieras a hablar, a expresar tu sentir, a decirnos hasta aquí llegué como quien piensan que soy. Nunca me imaginé que se te pasaba por tu cabeza, el sentir de uno es único y era tu sentir. Entre lágrimas, nos dijiste a tu padre y a mí que eras un chico, un varón. Que más allá de lo que tu genitalidad nos decía y aseguraba, tú no eras una chica. Estabas ahogado dentro de ti sin poderlo exteriorizar, y doy gracias a que mi vida tan estructurada nos haya llevado a ese fotógrafo. Ver toda esa femineidad en las chicas en sus fotos de exteriores fue un poderoso detonante para juntar coraje y decirnos: “No aguanto más”. Siempre nos consideramos padres abiertos, amorosos y confiables. Pero a ti, hijo, te tomó catorce años poder sentarte y decirnos: “Soy un varón trans”.

Se necesita mucho coraje, valentía y conocimiento de uno mismo para poder hacerlo, y tú tuviste todo eso y más. Lloramos mucho, uno nunca está preparado para una noticia así, todo lo que teníamos proyectado como padres en “nuestra hija” acababa de irse, de evaporarse rápidamente. Fue un terremoto grande. Pensar que no sabía lo que sentías durante catorce años. Me culpé pensando en que me debería haber dado cuenta antes, hasta que supe que es imposible meterse en la cabeza de alguien.

Y entonces ahí me hiciste ser una mejor persona, me cambiaste nuevamente la vida para una espectacular. Comenzó mi aventura en el mundo de la diversidad de géneros. Estudié y aprendí lo más que pude, y lo sigo haciendo para poderte ayudar. Uno como padre quiere proteger a sus hijos. Necesitaba conocer y entender tu mundo para poder ayudarte.

Nuestra familia transicionó. Los cuatro lo hicimos. El proceso, gracias a Dios, fue pleno. El liceo al que vas, el mismo al que yo fui, evangélico-metodista, fue el primero en decirnos: “Aprenderemos juntos”. Y así fue. La familia directa y extendida te acompañó en el proceso de transición, un privilegio al que pueden acceder pocas personas trans, lamentablemente.

Hay algo que como padres siempre supimos: que el amor hacia ti lo es todo, uno mueve montañas por ustedes y así fue.

Te amo hijo por la persona que sos, sin etiquetas, sin cuestionar tu sentir.

Amen y déjense amar.

*Hago parte del movimiento Latinoamericano de Madres de Hijes LGBT

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