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Guillermo Villarreal: “El futbolista se forma desde la confrontación”

Desde siempre se ha encargado del fútbol base. Entrenó al “Tigre” Falcao y hace unos años a Jorge Carrascal. Su mentor fue Alejandro Brand y Juan Carlos Osorio ha sido su amigo y también profesor en su oficio.

Andrés Osorio Guillott
02 de octubre de 2022 - 02:00 a. m.
Guillermo Villarreal, quien tuvo por su paso como entrenador a jugadores como Falcao o Jorge Carrascal, dirige actualmente al equipo Vencedores F.C., de la ciudad de Pereira.
Guillermo Villarreal, quien tuvo por su paso como entrenador a jugadores como Falcao o Jorge Carrascal, dirige actualmente al equipo Vencedores F.C., de la ciudad de Pereira.

“Si usted se va a dedicar definitivamente al fútbol, cuénteme y lo ayudo para que estudie. No quiero gente empírica. Si va a hacer algo, hágalo bien”, le dijo su papá, Alberto Villarreal a Guillermo, cuando reconoció que el camino de la medicina, en este caso de la odontología, no sería el que iba a tomar para su vida. Por la formación en casa quedó el principio de la educación como pilar para el progreso y el bienestar. “Yo tengo clarísimo que sin educación no cambiamos esta vaina, hermano”, me dijo, y así lo refleja en su presente como presidente del equipo juvenil Vencedores Fútbol Club, con sede en Pereira, pero lo ha demostrado desde hace 30 años cuando decidió formarse como director técnico especializado en el fútbol base.

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En Pereira, en su niñez y adolescencia, el fútbol era lo que lo obsesionaba. Un nuevo caso de cientos de miles de niños que crecen viendo el mundo un poco más redondo, que crecen convirtiendo las canchas del barrio en los estadios más imponentes del planeta, jugando a ser los ídolos de su tiempo y a inventarse celebraciones que sean tan épicas como los goles que anotan en arcos que se forman con ropa, piedras o con los árboles cuando la situación así lo obliga.

“Yo he tenido todo en la vida, afortunadamente, y he luchado contra mi cultura familiar, digámoslo así, y todo por estar en el fútbol, porque hace años, dedicarse a este deporte era lo peor, ahora es que el fútbol ha cambiado mucho”, reconoce Villarreal, quien recuerda que su padre, que era cirujano, lo envió a Bogotá para que estudiara odontología y su futuro tuviera un panorama más esclarecedor. Sin embargo, Guillermo, que estaba cerca de ser profesional con Pereira cuando Francisco Hormazábal lo llamó para que jugara en el equipo en 1980, no desistía de su obsesión y se presentó en Millonarios. En el equipo azul lo recibió Delio Maravilla Gamboa y Hugo Tazara, un chileno que estaba encargado de las divisiones menores y le dijo que se quedara entrenando. Estuvo tres años alternando sus días entre las jornadas en el club y en la universidad. No había tiempo para más. La emoción de estar cerca de jugadores como Juan Gilberto Funes o Silvano Espíndola lo mantenía con la ilusión intacta, pero Villarreal acepta entre risas que aunque era un volante 10 que jugaba bien al fútbol, las probabilidades de quedar en la nómina profesional de los embajadores en ese entonces eran pocas, por los nombres que había: “¿Quién sabe yo cuándo iba a poder jugar con Millonarios? ¿Quiere que le diga la alineación de ese momento? En el arco: Pedro ‘El mejor del mundo’ Vivalda –para mí es el mejor arquero que ha pasado por ese club–; estaban Germán Gutiérrez de Piñeres, José Daniel Van Tuyne –el suplente de Pasarella en Argentina–, Germán Morales, Norberto Peluffo, Alonso El Pocillo López, Silvano Espíndola, Carlos La Gambeta Estrada, Arnoldo Iguarán, Alejandro Esteban Barberón. Ahí no jugaba nadie. Estaba perdiendo el tiempo”.

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Decía Rainer María Rilke: “Deja que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créeme, la vida siempre, siempre tiene razón”. Y César Villegas llamó a Guillermo para que se fuera a jugar a Santa Fe. En ese momento, sus amigos le decían que le dejarían de hablar si aceptaba la propuesta. Y con el tiempo la gente más cercana le dice que fue el peor error no haberse ido. Ni el pan, ni el queso. Ahí terminó su carrera deportiva. Jugó por varios años en el Olaya, en fútbol aficionado, pero no se volvió a acercar al profesional. Una de las anécdotas que recuerda fue con Jaime Arroyave –quien descubrió a Willington Ortiz–, pues lo alejó de las canchas cuando le dijo que los jugadores altos –él mide 1,86– no tenían habilidades en este deporte, que los mejores eran los pequeños.

Pasó el tiempo y conoció a Alejandro Brand. “Él era un tipo muy inteligente, sacado del fútbol. Tenía un pensamiento diferente al del jugador tradicional. Pensante, culto, informado. Era una persona a la que le gustaban mucho la excelencia, el trabajo silencioso, el orden y la disciplina. A él lo echaron por eso, dizque por la disciplina. Le encantaba el fútbol holandés, decía que el fútbol estaba por las bandas. A veces intentábamos imitar el juego del Ajax. Hicimos muchos trabajos tácticos por los costados. Yo creo que él todavía debe asesorar a Millonarios”.

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Ya trabajando con Brand, lo llamó Silvano Espíndola y le ofreció crear un equipo de fútbol, y ahí fundaron Fair Play, en el parque La Alhambra, en 1993. Un día, en la iglesia cristiana Casa Sobre la Roca, junto con el exfutbolista pensaron que la mejor actividad para ofrecerles a los niños que iban al lugar era jugar fútbol los fines de semana.

Y así surgió la escuela, que con el tiempo fue participando en los torneos infantiles, prejuveniles y juveniles. Como argentino, Espíndola no perdía la oportunidad de llevar al equipo cada año a su país a jugar un mundialito. Y todo esto fue clave para lo que se venía. Radamel García, que tenía la escuela La Gaitana, llegó con su hijo y le dijo a Silvano que quería que Falcao se quedara en su equipo por el proyecto que tenían, y llegó a la categoría que dirigía Villarreal. “Ahí empecé a entrenarlo, era un fenómeno. Falcao era una cosa loca. A los 12 años era una máquina de hacer goles. Yo iba a las canchas, me presentaba con él y los árbitros generalmente me pedían sus papeles porque muchas veces hacía de a 10 tantos por partido, todo el mundo se quejaba. Lo tuve tres años. Estuvimos en Tampa, Estados Unidos. A donde lo llevara, todos querían quedarse con él. Una universidad allá le hizo una oferta. La mamá no lo dejó. Falcao siempre quiso jugar en Millonarios, hizo todo lo posible, se presentó a los 13 años, pero ellos querían que pasara gratis. Él nunca estuvo en el equipo, la gente dice eso, pero solo se presentó. Ya todos sabían que era la joya de la corona. Ahí ya tenía un empresario que lo había ofrecido en River, ellos tenían intenciones de comprarlo. Y así se fue a Argentina. La gente de Millonarios se equivocó en ese entonces. Una vez nos fuimos a Mar del Plata a pasar unos días de descanso luego de jugar un mundialito. En un momento me dijo que jugáramos en la playa, yo le lanzaba la pelota con las manos y él tenía que cabecear. Ahí me di cuenta de la virtud que tenía en el juego aéreo. A mí me quemaba las manos con sus cabezazos. Yo no podía creer esa fuerza”.

“Cada uno en la vida tiene un propósito y un llamado, y mi lugar lo encontré en el fútbol base. Aquí puedo dejar una huella, y más en esta sociedad. Yo soy un tipo del fútbol de calle, y veo a muchos niños que aguantan hambre mientras juegan, y eso me mueve a hacer algo por ellos y también eso me ha dado resultados. En algún momento me gustaría ser asistente de un gran técnico, pero mi propósito lo hallé en formar jóvenes a través del fútbol", dice Villarreal, que luego de haber estudiado en Argentina, de obtener sus licencias A, B y C como entrenador, tuvo la oportunidad de ser asistente técnico de Sebastián Pulido en la sub-20 de Millonarios en 2016 y 2017, así como de ser el técnico de la sub-17. Ambos trabajaron con Neys Nieto. Y allí, reafirmando ese destino del fútbol y su enlace con grandes historias y personas, dirigió a jugadores que hoy son protagonistas del fútbol colombiano: Andrés Llinás, Hárold Santiago Mosquera, Stiven Vega y Jorge Carrascal, entre otros.

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Villarreal influyó en el presente de Colombia dirigiendo a Falcao, y también en el futuro con el trabajo que realizó con Jorge Carrascal, que se destacó en los pasados amistosos con la selección: “Era un pelado que había salido de una volqueta de Cartagena. Un barrabrava de cuchillo. Vaya y entrene a un chino así que tiene tantas virtudes. Ellos no te dan espacio para equivocarte. Eran jugadores que sabían mucho de fútbol, pero que tocaba darles otras herramientas. Carrascal era una cosa loca. Uno forma un jugador de fútbol a través de la confrontación. Uno se tiene que confrontar con ellos. Soy amigo de muchos de los que dirigí, pero familiaridad solo tengo con Falcao. En el fútbol uno termina casi que peleando a mano limpia. Un técnico que no confronte un jugador, que no lo ponga a pensar, a escalar otro nivel, está equivocándose en el proceso. Hay que confrontar en la disciplina, en los horarios, las lesiones, las amistades. Hay que estar pendiente de ellos. A Carrascal tocaba hacerle seguimiento. Eso es con zanahoria y fuete, como dicen por ahí. Pero no se puede negar que tiene un talento desproporcionado. Él con la sub-20 era solo, tocaba decirle que prestara el balón”.

Habría que volver a Rilke, que alguna vez dijo “Deja que todo te pase. La belleza y el terror. Sigue adelante. Ningún sentimiento es definitivo”, para hablar de los últimos años de Villarreal.

La belleza duró poco, se venían los tiempos de terror que, para fortuna de él y varios niños de Pereira, terminaron con un final que sigue desarrollándose, pero que ya es feliz: “En 2017, un día, me llamaron y me dijeron que mi papá había sufrido un infarto y se había muerto. Me fui a Pereira. Estuve allá un tiempo y volví. A los tres meses me llamó mi mamá y me dijo que tenía cáncer. Hasta ahí llegaron mis sueños con Millonarios. Me tuve que devolver. Me dio una especie de depresión. Tuve un colapso físico. Yo no podía salir de ahí. Después de varios meses me levanté y dije que no podía seguir así, que lo único que podía hacer era irme para las canchas y entregar todo lo que tenía. Y empecé un programa con la Fundación de Frisby para rescatar a niños de los peligros de la calle por medio del fútbol. La gente pensaba que yo iba allá a ayudar, pero esos niños me estaban ayudando a mí a salir de ahí”.

Actualmente Villarreal dirige a Vencedores Fútbol Club, que en Pereira se enfoca en formar a niños y adolescentes por medio del fútbol. El año pasado la institución recibió el premio a mejor equipo de la ciudad y con el paso de estos tres años de creación ya se han dado resultados dentro y fuera de la cancha, siendo los que trascienden a los goles los más importantes, pues más que números y títulos, son las vidas que hallaron esperanza en el deporte que todo lo magnífica, como dijo Bielsa.

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