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“Nos puso los pelos de punta”. Es la primera frase que usa Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex), para referirse al domingo 26 de enero de este año, cuando Estados Unidos anunció para Colombia un arancel de 25 %, que en una semana llegaría al 50 %. Sentado en una silla mostaza, en el piso 10 del edificio UGI, en Bogotá, reconoce que este episodio ha sido uno de los más críticos que ha enfrentado en los 28 años que lleva al frente del gremio.
Por su parte, María Claudia Lacouture, cabeza de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham), preparaba ese domingo uno de los paneles que el gremio haría para, justamente, explicar qué proyecciones venían para el comercio internacional entre Colombia y EE. UU.
Mientras hablaba con uno de los panelistas discutieron, en broma, cuáles serían los peores escenarios que podrían darse en tiempos turbulentos para el comercio internacional. Rieron y se centraron, mejor en las oportunidades y las cosas buenas del intercambio comercial entre ambos países. Eran las 10 de la mañana.
Sobre el medio día, el escenario de risas de apenas un par de horas atrás comenzaba a materializarse. Con el fuego cruzado de declaraciones entre los líderes de los dos países, la crisis que parecía tan lejana, como irreal, comenzaba a materializarse con un ritmo vertiginoso.
La decisión del gobierno de Gustavo Petro de devolver dos vuelos militares de Estados Unidos, que transportaban colombianos deportados, desató la primera gran crisis entre los dos países. El presidente Donald Trump respondió con un arma que sabe usar: los aranceles. Desde su llegada a la Casa Blanca, esa palabra pasó de las charlas académicas y especializadas a los titulares de prensa y las conversaciones en restaurantes.
Ante la posibilidad de un impuesto de esa magnitud por parte del país que compra el 30 % de lo que exportamos, los políticos y empresarios pusieron en marcha todas las estrategias que tenían a su alcance para mitigar los efectos de las publicaciones en redes sociales de Trump y Petro. “Empezamos a hacer llamadas, entre colegas del Consejo Gremial Nacional, para contactar personas, tanto aquí como en Estados Unidos, que nos pudieran ayudar a echarle agua fría a la situación”, cuenta Díaz.
Y aquí viene una de las grandes enseñanzas del episodio, pero que a la larga ha sido una fórmula clave para navegar los vaivenes comerciales de un año en el que los aranceles comenzaron a definir el rumbo de las economías: “La relación entre los países va mucho más allá de los gobiernos, hay unos cimientos muy claros en los que están los empresarios; fueron ellos quienes lograron bajar la tensión ese día, en conjunto con Laura Sarabia, el embajador, el canciller”, cuenta Lacouture.
Ese 26 de enero fue uno de los muchos episodios de tensión para los exportadores. El 2 de abril, el día en el que Trump reveló la lista de aranceles que Estados Unidos impondría al mundo, los exportadores se estaban comiendo las uñas. Era posible que en las tablas gigantes, que presentó el mandatario estadounidense, Colombia apareciera con un arancel mayor. Finalmente, el país quedó con la tarifa base, el 10 %.
En octubre, la incertidumbre volvió a escena. Trump acusó a Petro de “líder del narcotráfico” y el mandatario colombiano aseguró que el presidente estadounidense es “grosero e ignorante”. Parecía que el desencuentro pasaría al terreno económico, pues el senador republicano Lindsey Graham dijo que Estados Unidos impondría nuevos aranceles a Colombia. Nuevamente, y otra vez por fortuna, los anuncios no se materializaron.
Para Díaz, las gestiones del sector privado han sido vitales para esquivar mayores impuestos a las exportaciones colombianas. No se anima a detallar los canales directos que tiene el sector privado colombiano con las autoridades de Estados Unidos, pero sí cita un ejemplo. “En el café, por ejemplo, está la National Coffee Association, que es el gremio de los tostadores de café. Al presidente Trump hay que hablarle en sus términos. Es un presidente transaccional, le gustan los negocios, le gusta ganar. Era importante llevar el mensaje de que por cada dólar que hace Colombia por la exportación de café, allá se generan USD 43 de actividad económica en tostión, distribución, comercialización. Si alguien gana es Estados Unidos, ¿para qué van a dañar ese negocio?”, explicó.
A este relato se suma Lacouture al explicar que la principal ganancia del año ha sido la “diplomacia empresarial, para separar lo comercial de lo político. Ha sido fundamental el trabajo que se ha hecho en abrir canales porque en su momento sólo teníamos los lazos de gobierno a gobierno”.
Si bien la conversación sobre aranceles lleva algunos días navegando aguas más tranquilas, es posible que las tensiones vuelvan a emerger en algún punto. “Lo importante es que el trabajo que se ha hecho ha permitido mantener unos cimientos estables en la relación, que hay que seguir fortaleciendo”, dice Lacouture. Y añade: “En ese camino hay temas importantes, como la seguridad-narcotráfico, que sigue generando frustraciones de ambos lados, pero en el que hay que seguir trabajando para generar acciones que nos permitan responder a un anhelo común: la necesidad de que Colombia tenga mejor seguridad”.
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